Si el paraíso no tiene la forma de una barra, no me interesa para nada la gloria.
1
Señor de los infiernos infinitos,
tú que siempre reclamas
mi adhesión más profunda,
mi maldad más profana.
Tú que enturbias mi vida,
Tú que ensucias mi casa:
déjame a mano siempre
el calor de una barra.

Cuando los escorpiones de tus dedos
envenenen el alba
me quedaré sentado
en el cielo de plata,
donde el ruido es silencio,
y la noche, mañana,
en la gloria bendita
que desprende la barra.

ESTRIBILLO
Cuando tu triste sueño esté soñando
nuestra historia más triste
nuestra noche más larga,
yo te estaré esperando
como al sol la mañana:
hay libre un taburete
para ti en esta barra

2
Cuando tu mano negra por sorpresa
ataque por la espalda,
dibuje nubarrones
sobre las almohadas,
yo repondré las fuerzas
y alegraré mi cara
en el vientre más dulce,
al lado de la barra.

Cuando tu cataclismo inunde el mundo
y apague las miradas
y echen fuego las flores…
y bilis las palabras;
y una lluvia me anegue
y destruya mi savia,
me abrigaré en el vientre
que me ofrece una barra.

ESTRIBILLO
Cuando tu triste sueño esté soñando
nuestra historia más triste
nuestra noche más larga,
yo te estaré esperando
como al sol la mañana:
hay libre un taburete
para ti en esta barra

3
Cuando Dios se convierte en tu enemigo
y duelen las palabras
y escupen sal las fuentes
y hielo las miradas.
Y no queden recuerdos,
ni pasión, ni esperanza…
Déjame a mano siempre
el beso de una barra.

Si en tu infierno de fuego tengo sitio
me instalaré a mis anchas
en un rincón glorioso
de tu gloriosa tasca.
me olvidaré del cielo
y de salvar mi alma
y apoyaré mi codo
encima de la barra.

ESTRIBILLO
Cuando tu triste sueño esté soñando
nuestra historia más triste
nuestra noche más larga,
yo te estaré esperando
como al sol la mañana:
hay libre un taburete
para ti en esta barra