Ronda es también romántica, en el sentido más literal del término. Entre otras características, los románticos se interesan por lo exótico, lo que no es convencional, las culturas foráneas a las que idealizaban, sobre todo lo recóndito, escondido, casi salvaje. Sienten una fuerte nostalgia por el pasado, que expresan en su interés por rescatar la sabiduría popular, el folclore y las leyendas. Algo que parece inculcado en las conciencias pensando en Ronda y su orografía, en sus gentes y sus bandoleros. Así que esa condición de recóndita y secreta la convierten en una ciudad romántica, perseguida por viajeros atrevidos en busca de de sentir fuertes emociones y vivir apasionantes aventuras en parajes salvajes y bravíos, apenas pisados por la civilización a lo largo del siglo XIX y parte del XX. La misma condición, seguramente, que hoy atrae a miles de turistas diarios.