RONDA Y YO: CALLES
Entre recios soportales
va desde el Puente hasta el barrio.
Como una madre rumbosa
en su rastro va dejando
sabor de cal y de rejas,
de balcones olvidados.
¡Cuanta memoria dormida
hay debajo de su asfalto!:
las pisadas y sus ecos,
las rodadas de los carros,
el rumor de los murmullos,
los cascos de los caballos
de bandoleros sangrientos,
de señoritos ufanos;
las lágrimas y las risas
de los lances cotidianos.
En busca de las Murallas
va desde el puente hasta el Barrio,
desde los cerrados cerros
hasta los abiertos campos.
Adornada de piedras y de pasos
perdidos de azarosos caminantes,
hoy como ayer, ahora igual que antes,
su frente apunta al increíble ocaso.
Su brevedad discurre entre un palacio,
la casa de un marqués y una plazuela
donde toman el sol gatos y abuelas
y la vida y el tiempo van despacio.
Esa fuente que daba de beber
a todos los vecinos, generosa,
hoy es un monumento del ayer,
ya no es útil, mas sigue siendo hermosa.
La calle se derrama cuesta abajo
en su delirio por llegar airosa
al río que divide al viejo Tajo
dibujando una estela sinuosa.
En esa calle de la luz oscura
donde apenas el sol pasa su mano
rezaban el rosario aquellos curas
por el alma de todos sus hermanos.
Casas que guardan hogares
con rejas de hierro forjado,
vidas que guardan secretos
profundos pero cercanos;
por celestiales veredas
la luna viene a buscarlos.
Recias esencias de piedra
en el reino de los plásticos,
amaneceres que invitan
a creer en los milagros.
Reflejos que se alborotan,
atardeceres sagrados.
A esa Ronda original,
Ronda de toda la vida,
¡qué bien le sienta la cal!
¡Qué mal le sienta la prisa!
Esa Ronda germinal
huela a carbón, sabe a pan,
a miel y a aceite de oliva,
a cuentos frente al hogar,
a gatos por las esquinas.
A esa Ronda germinal,
¡qué bien le sienta la cal!
¡Qué mal le sientan las prisas!
Templete de los Dolores,
terrible y tremendo nombre,
cargado de adoradores
¡rara condición del hombre!
En su altar los condenados
rogaban por su destino,
para purgar sus pecados
ante el último camino.
¡Cuánto dolor en los ojos
de estos pobres miserables
convertidos en despojos
indefensos, vulnerables.
¿Dónde nace ese atavismo,
ese ancestral atropello,
que marca siempre a los mismos
con una cuerda en el cuello?
Antes fue calle Real
y por ella entró Fernando
El Católico, aquel rey
que devolvió a los cristianos
aquellos reinos perdidos,
las posesiones de antaño.
Por ella anduvieron gentes
de ferias con su ganado:
vacas, bueyes y terneros,
mulos, burros y caballos.
Luego fue mudando el nombre
con el correr de los años
para llamarse hasta hoy
la del Espíritu Santo.
Todos estos poemas están en el libro RONDA. ROS MIRADA DIFERENTES SOBRE UNA CIUDAD ÚNICA.
Preñada de balcones
y soportales,
impasible ante el tiempo,
conserva el aire
de vidas cotidianas,
de alegres tardes
al calor del brasero;
cosas de antes,
de viejos resplandores
que ya no arden.
Este Tenorio
no era un don Juan,
ni un burlador
ni un vil truhán.
Era un político
de armas tomar
y un cargo bueno
en la capital.
Un clavel en la maceta,
la maceta en el balcón
y la mano de la dueña,
más hermosa que la flor.
Balcones de mi calle,
¿qué estáis mirando?
dejadme que yo siga
sus dulces pasos.
Que nadie nos vigile
Cerrad las puertas
Que quiero estar a solas,
solo con ella.
¡Ay, quién pudiera
recorrer a su lado
las alamedas!
Aquí nació el pintor Joaquín Peinado
en esta encrucijada de caminos,
donde abundan las tiendas y el buen vino,
solaz de corazones fatigados.
Aquí empezó a nacer la Ronda nueva,
la que voló orgullosa sobre el Tajo,
la que creció hacia arriba desde abajo,
la que ilumina al sol mientras se eleva.
Consuelo de estresados corazones
carrusel de mentiras y verdades,
pasarela de torpes vanidades
jolgorio de miradas y mirones.
Torrente de pequeñas ambiciones,
potente difusor de actualidades,
entre ofertas, rebajas, novedades
se afanan tremulosas emociones.
De encuentros fugitivos y constantes
se alimenta tu piel, músculo inerte;
de niños caprichosos y tunantes,
de ese sol que se asoma para verte.
De hombres y mujeres paseantes
que encuentran su placer en recorrer
Cuesta de Santo Domingo,
metáfora de la vida:
siempre subir y bajar,
cuesta abajo y cuesta arriba,
por un camino de piedras
que lacera y que lastima.
Cuesta de Santo Domingo,
metáfora de la vida.
Subir a tientas, subir,
bajar rodando, de prisa,
para volver a subir,
a empezar otra salida.
Alejado del mundo,
Ruedo Gamero
donde cada mañana
se para el tiempo,
porque en cada zaguán
reina el misterio
y los duendes se cuentan
viejos secretos.
Donde, ¡extraño milagro!
suena el silencio
y en su pecho resuenan
antiguos ecos.
En todos sus rincones
duermen mis juegos
infantiles de ayer,
de un siempre eterno,
a lomos de ilusiones,
que aún hoy conservo.
Sendas que la memoria
vuelve senderos,
caminos imposibles,
hechos recuerdos.
Laberinto de sombras,
Ruedo Gamero.
Laberinto sin sentido,
carrusel de callejones,
de lujuriosos rincones
y recovecos perdidos.
Aquí se instaló el olvido
a salvo de la memoria,
que va puliendo la historia
con su incansable cincel
para plasmar en papel
su fracaso y su victoria.
En esta Ronda que esconde
tantos pasos, tanta historia,
hay calles que sólo sienten,
al ritmo de sus farolas,
algún susurro escondido,
algunas risas sonoras.
Calles de Ronda, tranquilas
calles de Ronda, curiosas.
Manadas de caminantes
se afanan en otras zonas
más expuestas a la luz,
más deseosas de gloria.
Calles como muchas calles,
calles discretas de Ronda,
privilegio de sus gentes,
de señores y señoras
que amablemente discuten,
que torpemente se agobian;
que buscan ansiosamente
y con poco se conforman,
que beben vino corriente,
que disfrutan y que lloran.
Calles de Ronda preñadas
de ilusiones contagiosas,
de niños buscando juegos,
de viejos buscando sombras.
Hoy, inmenso comedor.
de forasteros hambrientos,
ayer, final de viaje
de toros y de toreros.
Desde la Alameda
arranca su historia
de asfalto y aceras,
buscando otros aires
desde la Alameda.
V. DE LA PAZ y P.ROMERO
Variopinta marejada
de festivos caminantes,
de asombrados paseantes,
de curiosos en manada.
Azarosa encrucijada
de destinos y colores,
de fugaces resplandores;
esta Torre de Babel
aún conserva el oropel
de los viejos esplendores.
Procede su nombre santo
de una pequeña capilla
que hay instalada en su orilla
y que le aporta su encanto.
Con respecto a la de antes,
ésta en cambio era otra ruta,
donde reinaban las putas
y pecaban los tunantes.