Hojas caídas del cielo
sobre ramas trepadoras
desde un tronco que se escapa
de las infernales sombras.
¡Cómo añoráis unos ojos
para inundaros de roca,
rotunda, recia, bravía,
altiva, fuerte, gloriosa!
Raíces que estáis flotando
entre el misterio y la gloria..

Aquí reinaba un teatro,
el de Vicente Espinel,
aún se me ponen de punta
los pelos pensando en él.
Cuántas tardes en su seno
compartimos aventuras,
cuánto domingo tan bueno
con las estrellas, a oscuras.
Espacio de la quimera,
reino de la fantasía
que permitía dejar fuera
la vida de cada día.
Luego vinieron los coches
a convertir su escenario,
mañanas, tardes y noches
en un infierno diario.
Ahora es enorme explanada
para que la extranjería
haga sus fotografías
sin que les estorbe nada.

Escenario de suspiros
de enamorados sedientos,
de ilusiones infantiles
bajo los tejados frescos.
Reposo de almas cansadas
y de doloridos cuerpos.
Testigo de los furores
que llevan dentro los vientos.
Mítica estampa serrana,
celosa de sus secretos.
nido de besos robados
en procelosos encuentros.
Siempre al borde del abismo
siembre mirando hacia el cielo,
dulce Alameda del Tajo,
paraíso de mis sueños.

Estos son los jardices y espacios sagrados de mi infancia y mi juventud. A ellos vuelvo para encontrarme.

De tanto ver el Tajo,
los sueños de una reina
echaron primorosas
raíces en la tierra.
Vergeles donde Rilke
pintó de primavera
sus áridas montañas,
sus frágiles praderas.
Frondosas explosiones
de verdes que despiertan
la luz de los sentidos,
la voz de la conciencia

En estos jardines
retozan las nubes
y juegan alegres
las musas al sol.
En estos vergeles:
de rosas azules,
hay fuegos de nieve
y amores en flor.

jardinesdecuenca