RONDA Y YO: PERSONAJES CLÁSICOS
Poeta primero
que Ronda engendró,
para seguir tu sendero
yo quiero ser tu escudero
como Marcos de Obregón.
Guitarra, poemas, Ronda,
Vicente Espinel,
el alma de nuestra tierra
atrapada en un papel,
notas volando en el tiempo,
versos que ruedan en él.
Redondillas y cuartetas,
décimas enamoradas,
palabras que traen los vientos,
palabras, dulces palabras
que como flechas caminan
y como dardos se clavan
Con su sabia pluma en ristre,
su sotana y su bonete
caminó por los senderos
haciendo caminos siempre,
abriendo nuevas veredas
aún a costa de perderse.
Faro y guía de poetas
y de genios consagrados,
vivió Vicente en la Corte
como maestro de sabios
y Ronda siempre latiendo
en su corazón serrano.
Poeta primero
que Ronda engendró,
para seguir tu sendero
yo quiero ser tu escudero
como Marcos de Obregón.
Que este hombre fue importante,
Ortega, no lo discuto;
pero a mí, ahora y antes
de una manera constante,
me sigue oliendo a instituto.
A días de amor y rosas,
a juegos adolescentes,
a notas, clases y cosas,
en su tiempo deliciosas
y en el recuerdo inocentes.
Diputado, pragmático y prudente,
erige su elegancia Ríos Rosas,
ocupado en cuidar las mismas cosas
que ocupaban al pueblo y a su gente.
Luchó como un jabato entre titanes
defendiendo la lógica y la ética
en una España escuálida y patética
de políticos zafios y rufianes.
Rondeño de talante y de talento
aún sigue vigilante en su tribuna
de la plaza de España, siempre atento;
su palabra certera y oportuna
sigue viva alentando el Parlamento,
brillante y sideral como ninguna.
Se conjuraban las musas
en noches de luna clara
cuando lloraban su llanto
las cuerdas de su guitarra
Sangre de fuego encendido
bordan sus dedos al alba
y la brisa se detiene
para entrar por su ventana.
Aniya, luz de bohemia,
mujer de miel y de rabia,
verano de sol ardiente,
linterna en la madrugada.
Por las esquinas del aire
retoza su voz quebrada,
mientras deslumbra la noche
la reina de las gitanas.
Ningún torero
pudo hacer lo que hizo
Pedro Romero.
Flor de leyenda
de aquella dinastía
que convirtió en historia
la torería.
Pedro Romero:
la joya más brillante
sobre el albero.
Y fue el primero
en matar a los toros
como un torero.
Maestro de maestros, visionario
en un pueblo con alma de opereta,
quiso rendir la hiel de la escopeta
a la cálida luz del diccionario.
Pero esta patria de raíz liviana,
del odio eterno y credos infalibles
fue enterrando en el mar de lo imposible
su germen portador de otro mañana.
Con hombres y mujeres liberados
de cadenas y dogmas seculares
soñó un pueblo de pulso atemperado
con el alma preñada y sin pesares
del frescor de los campos olvidados
y el vigor de los recios olivares.
He colocado en esta página a los personajes históricos o más antiguos. Y en otra página independiente colocaré a los personajes actuales, que son esos que te puedes encontrar por la calle, cualquier día y a cualquier hora. Yo lo hago muchas veces. Por cierto, son tan importantes como aquellos.
Luchó contra la España de alma quieta
y a favor de alumbrar otros senderos
ocultos por la historia, prisioneros
de miedos y verdades incompletas.
Se enfrentó a los fantasmas del pasado
con la esperanza puesta en el futuro
ante unos tiempos con el rostro duro
de rencores sin fin apasionados.
Pero esta patria, pródiga en quimeras
que juega con delirios de grandeza,
que cubre el fanatismo con banderas
y troca las razones en fiereza,
no lo dejó ni vislumbrar siquiera
la España que llevaba en la cabeza.
En contacto con su pecho,
como un trasunto del alma,
lanza sus flores al viento
la fuente de su guitarra.
Vuelan notas, teje sueños,
brotan duendes, cubre canas
y en los balcones del cielo
suenan celestiales palmas;
que siga tocando Diego
que siga sembrando magia
que siga ardiendo su fuego
dentro de cada guitarra.
Tu cuerpo se estremece, goza y gime
cuando tu mano traza la distancia
que media entre el valor y la elegancia,
que va desde la gracia a lo sublime.
Del alma del azahar y del romero
de la recia y vetusta serranía
se alimenta el volcán de la armonía
que brota por tu cráter de torero.
De Ronda se engrandece tu muleta:
del puente, su equilibrio y majestad,
del Tajo, vertical y sobria hondura
que recogió tu espada de poeta
para elevar al sol de la verdad
su firme y proverbial arquitectura.
Llega José en su caballo,
fatigado del camino
con una pierna maltrecha,
buscando en su casa abrigo.
Nadie le abre la puerta:
su mujer con «el listilllo»,
consuman el adulterio
que lo conduce al abismo.
En un momento tres vidas
de pronto se hacen añicos
y la muerte se apodera
del corazón malherido.
La leyenda se abre paso
y vuelve a los muertos vivos.
Él fue capaz de llenar
su apasionada cabeza
con la luz de las mañanas
y el brillo de las estrellas;
con el color de las flores
de jardines sin fronteras.
Y con inmensa ternura
depositó en su maleta,
el perfume de estos campos;
la desnudez de estas sierras,
el orgullo de sus gentes
y su natural nobleza.