Una estrella que alumbra el escenario,
unas manos vibrando tras un chelo
una voz que acaricia, y un consuelo,
un sol que no precisa comentarios.

Una “agüita de abril” que empapa entero
a cualquier corazón enamorado,
una nana que mece, un dulce fado,
una pasión que grita “aquí te espero”.

Un pincel en la boca, una acuarela,
una explosión de luz y de armonía
prendida a sus raíces y a su abuela.

Una cálida y suave melodía,
una emoción traviesa que se cuela.
Todo eso y mucho más: así es María.