Como una noche incendiada
mi barrio tiene la sangre:
azul de mirar al cielo,
dulce de tanto mirarse.
Mi barrio tiene una luz
que derrama por sus calles
como un tesoro infinito
de todos, pero de nadie.
Mi barrio está siempre lleno
de gentes de todas partes
que nunca comprenderán
sus secretos ancestrales,
esos que sólo conocen
los que sus sueños comparten.
 
Mi barrio tiene la piel
curtida por mil azares
y en sus venas fluyen gotas
de linajudos linajes,
por eso siempre parió
apellidos respetables:
testigos y testimonio
de indelebles lealtades.
En mi barrio hay cofradías
con aromas medievales,
amigas de las cadenas
y de dogmas seculares.

Mi barrio dibuja escudos
coronando los portales,
de muy rancios abolengos
y de oscuras vanidades.
Pero mi barrio también
sabe mirar adelante,
quiere encarar el mañana
y el presente más vibrante.
Mi barrio vive hacia dentro
y por sus poros se evade,
se proyecta hacia el pasado
y hacia el futuro se esparce.
En sus arterias, los piercings
se alinean con los trajes
y las severas beatas
con alegres colegiales.
 
Mi barrio aún se estremece
mirando al sol de la tarde
cómo dibuja en el cielo
arreboles impensables.
Mi barrio tiene fronteras
que limitan con el aire,
con murallas infinitas,
con tapices celestiales.
Mi barrio es parte de mí
como yo de mis verdades;
no puedo reconocerme
sin mirarme en su paisaje.

LA CIUDAD

Ronda, en sus orígenes, fue un asentamiento celta. Después de esta civilización, por esta tajada roca han pasado todas las posibles. Todas ellas se vinieron a vivir a la plataforma Sur. En ella hicieron un castillo y, alrededor del mismo, unos asentamientos que configuraron un núcleo de población muy pequeño, que a través de los siglos fue aumentado hasta finales del Siglo XII. Ese asentamiento que encontramos aún hoy en día, es el que se conoce como “La Ciudad”, porque fue el origen, el principio, el inicio de Ronda. Este conjunto de edificaciones, con ese urbanismo tan anárquico, con esa sucesión de callejuelas, de plazuelas, de blancos, de negros, de marrones, de empedrados, es el conocido como “Conjunto Histórico Artístico de Ronda”.
Siempre se ha dicho que en este sector de Ronda han vivido las familias nobles y adineradas de nuestra ciudad. Era un privilegio tener una casa solariega en Ronda en este sector. Cada una de ellas tenía necesidad de servicio, por lo que en el entorno de sus casas blasonadas había las de los vecinos donde, apiñados, vivían los miembros de aquél. Además, pegadas a las casas nobles, vivía la servidumbre más cualificada: mayordomos, amas de llaves, señoritas de compañía, etc. Éstos vivían en casas individuales cercanas a los señoritos para cuando estos los necesitaran. Por decirlo de otra forma, eran los medio-privilegiados de aquella sociedad.
Pero dejemos la mayor o menor marginación que sufrían unos en beneficio de otros y vayamos con el “Barrio de La Ciudad”. Un privilegio que sólo se podían permitir en aquellos tiempos, tan distintos y tan distantes en Andalucía, ese grupo de personas que vivían en Ronda. Porque Ronda es un privilegio que Dios le otorgó a los rondeños. Aquella fortaleza natural, que ya perdió su sentido, es un recinto de una belleza sin igual, de un encanto ¡encantador!, de una paz tranquila, de un reposo sin descanso, de un relajo desestresante, y… ¡Ronda! No se equivocó quien dijo y dice, que Ronda es la ciudad más bonita de España. ¡Lo es! Pasear por la Ciudad al atardecer, al anochecer, de noche y al amanecer, es un placer que solo se puede dar aquí. Disfrutar de sus mujeres, de sus calles, de su embrujo, de su gallardía, de su monumentalidad, de su hospitalidad, de su ambiente y su simpatía es algo que se da en Ronda y en pocas ciudades más. No es por tanto de extrañar que los rondeños estemos enamorados del “Barrio de la Ciudad”; no es de extrañar que yo esté enamorado de mi Ciudad. ¡Yo nací en este Barrio! 

PADRE JESÚS


Este sector de Ronda no está muy marcado topográficamente, aunque si nos atenemos a su denominación, es sólo el que saliendo del puente de San Mi­guel (Viejo), va hasta la Iglesia de Padre Jesús y rodea ésta hasta el plano alto, conformando las siguientes calles importantes: Real, Santa Cecilia, Los Vicente, Los Remedios, Cantos, Toma, Tomilla, Peñas Altas, Peñas Bajas, Callejón de la Monjas, Escalona y La Mina.
El pueblo ha conocido siempre este barrio por el “Hoyo del Bote”, debido a los recipientes de barro, que los alfareros de la zona fabricaban y ponían a la venta en el sector del Mercadillo. Posteriormente se dedicó la Iglesia a Santa Cecilia, para en el siglo XIX romperle con el nombre de Padre Jesús, debido a la enorme devoción que El Nazareno con la cruz a cuestas despertó en el barrio.
Siempre se consideró a éste como el Arrabal de Ronda y realmente lo era en la época árabe y posterior, donde vivían las familias más pobres y los más marginados de la sociedad pudiente del barrio de la Ciudad. Se trata de un enclave típicamente árabe y que se levanta por el suelo pedregoso hacia la parte alta del plano, donde está en la actualidad toda la vida social, comercial y cultural de Ronda. Sus calles son muy empinadas, muy típicas y carece de grandes casas solariegas, aunque sí dispone de casas de vecinos, unifamiliares y algún asomo de mansión importante, que era donde se vinieron a vivir los comerciantes que se instalaron en este lado del puente.
La población era mínima, porque siempre eran casas matas y no estaban constituidas más que de la planta baja y un piso. Posteriormente, ya en el siglo XX, se han construido algunos bloques de pisos, sobre todo en lo que eran los antiguos patios de vecinos, que, sin perder su estilo, son construcciones de tres plantas, muy bien distribuidos y con gran profusión de flores y vegetación en general.
El Barrio de Padre Jesús tiene un sabor especial; aún existe la “Fuente de los Ocho Caños” y el abrevadero para animales, el convento Madre de Dios y la antigua espadaña de los Trinitarios Calzados. Los habitantes son gente humilde, pero honrados trabajadores que han superado la mala fama del antiguo Arrabal y de los pícaros que en este sector de Ronda vivieron hace ya mucho tiempo.

¡Cómo sube el nazareno
por la cuesta del calvario
siguiendo el itinerario
de su destino! Sereno,
con su cruz. El caminar
grave, amoroso, entregado
a la misión de salvar
al mundo de sus pecados.
La fe de este barrio en Él
les hizo tomar su nombre,
barrio de hembras y hombres
con un apellido: Fiel.

Con sus calles empedradas
y su dilatada historia,
con “El Sucio” en la memoria
y sus tremendas heladas.
 
Su Llanete y sus pendientes,
con sus bares y sus dueños
y Paquillo “el Pujarreño”,
paradigma de sus gentes.
 
Con su santa cofradía:
Hermandad del Santo Entierro,
sus balcones y sus cierros,
su tristeza y su alegría.

Con su pilar centenario,
con su Iglesia y sus conventos,
su falta de aparcamientos
y con su trajín diario
 
Con sus viejos y sus niños,
con su alameda y su feria,
su sabor a periferia,
sus monjas y sus pestiños.
 
Con sus osados empeños,
con su propia idiosincrasia,
él es por antonomasia
el barrio de los rondeños.

SAN FRANCISCO

Cuando en el año 1485, el día de Pentecostés, el Rey Fernando El Católico, dejó su asentamiento cerca del Predicatorio o almacenamiento de aguas, para entrar en la ciudad, le cedió a la Orden de San Francisco aquel lugar, para él, casi sagrado, con el fin de que allí los Franciscanos se instalaran de por vida. De ahí el nombre de San Francisco de este barrio más moderno y extramuros de la ciudad.
Rota la muralla por donde había estado la torre del homenaje, por el alférez Yáñez Fajardo y sus valientes, empezó la caída de Ronda. Así pasó de manos musulmanas a manos cristianas. El rey recibió las llaves de la ciudad del Alcaide árabe Hamet el Zegrib, allí en la puerta conocida por los árabes como puerta del cementerio (Almakabir-Almocábar), pues éste estaba justo a la salida, es decir, en la que se conoce ahora como Alameda de San Francisco.
Delante de la ruinas de la torre del homenaje, el rey dio gracias al Espíritu Santo y a la Virgen de la Encarnación por aquella recuperación para el cristianismo de esta bella ciudad. Y allí, ante aquellas ruinas, mandó que se construyese una iglesia en memoria del santo del día, el Espíritu Santo. El monarca empezó a subir por aquel terraplén que lo separaba de la Alcazaba y mandó nominar aquel como calle Real. Había dejado atrás lo que sería con el tiempo un barrio privilegiado de Ronda, pues partiendo del asentamiento de sus tropas, empezó a construirse un pequeño poblado promocionado por los Franciscanos y su santo protector, que hoy configura una pequeña población extramuros, pero anexionada a la ciudad de Ronda.
Un anexo muy particular, pues social y culturalmente, son como una pobla­ción aparte y así se han sentido ellos siempre: ¡del barrio de San Francisco, pero rondeños! Al principio fue un barrio de agricultores y ganaderos, auspiciado por los Franciscanos. Hombres trabajadores, mujeres bellísimas, barrio encantador con sus dos bastiones cerrándolo, San Francisco y el Espíritu Santo.

EL MERCADILLO

Ronda, a partir de principios del siglo XIX, una vez que se construye definitivamente el Puente Nuevo, se escapa hacia el Noroeste y Norte del gran plano de la roca Norte, empezando un desarrollo que no se había producido anteriormente por las dificultades orográficas desde sus puentes viejos hacia arriba.
Se le llamó Barrio del Mercadillo, porque es en este sector de Ronda, en este llano enorme, donde se instalan los comercios de nuestra ciudad, habiendo sido desde principios del siglo XIX, el centro comercial, social, financiero y cultura de Ronda. A partir del Puente Nuevo se empiezan a construir las grandes arterias de la ciudad: calle Virgen de la Paz y Jerez, calle Carrera Espinel (La Bola), Nueva y Tiendas, calle Sevilla, calle Lorenzo Borrego, el Cristo e Infantes, calle Almendra y Roger de Lauria (Ejército Español), avenida de la Estación, etc.
Ronda empieza a crecer, no solo a lo largo sino también a lo alto. Menos mal que, aunque se inició un principio de especulación del suelo con edificios de siete plantas, esto se pudo parar y se normalizó la altura a unos criterios más adecuados al tipo de ciudad que Ronda debería tener. En la actualidad, este barrio es un hervidero de gentes que van y vienen por el centro comercial, que se ha ido adaptando lentamente a los tiempos más modernos y de aquello comercios vetustos de principios y mediados de del siglo XX hemos pasado a una serie de negocios modernos y actualizados que son envidia de los que nos visitan.
Han proliferado los bancos, los bares, los restaurantes, los negocios en general, que han convertido a Ronda en una de las ciudades más visitadas de Andalucía. Con una serie de calles peatonalizadas, sobre todo la de la Carrera Espinel (La Bola) que se encuentra en fase de ser un Centro Comercial abierto, según nos vienen diciendo desde años atrás. La verdad es que esta “Ciudad Serrana” se ha constituido en la actualidad como un centro turístico importantísimo hasta haberse convertido en la forma de vida de los rondeños y de muchas familias de la Serranía. Aún necesitamos un penúltimo empujoncito para mejorar nuestras comunicaciones y dotar a Ronda definitivamente de las estructuras necesarias para que se convierta en el corazón de la Comarca en el siglo XXI. .

elmercadillo

La nueva Ronda arranca desde el Tajo,
vencido por el Puente,
impresionante atajo,
conjunción entre el Este y el Poniente.
Una nueva ciudad,
otro horizonte,
un buen camino hacia la actualidad.
Desde aquí no ha parado de crecer,
como un adolescente,
buscando las alturas,
preñando de simiente
los llanos y los cerros,
pero poniendo a salvo en su viaje
su sustancia de reina,
su valioso equipaje.
La nueva Ronda arranca desde el puente,
por sus venas se esparce
inundando a su gente
de nobleza serrana,
de rondeñismo sólido y caliente.