EL CICERONE Y EL TROVADOR

Un paseo embriagador por nuestra RONDA, de ahora y de siempre

CASA DEL GIGANTE

El Museo de la Casa del Gigante, situado frente al Palacio de los Marqueses de Moctezuma, en la Plaza de su mismo nombre, era antiguamente la Casa de los Gómez de las Cortinas, familia noble de Ronda que participó en la reconquista de la Ciudad y que tenían varias viviendas en la misma, una de ellas ésta, ahora Museo.

La casa, de origen árabe, conserva en su interior un salón que estaba a la entrada de la misma y en el que se pueden ver una serie de estucados árabes bastante bien conservados y un artesonado en Madera, de estilo mudéjar, recuperado en la actualidad. Es la única casa en Ronda en la que se conservan estos restos de origen totalmente árabe.
La casa ha estado abandonada durante una buena parte del siglo XX, ya que ésta familia vivía habitualmente en la que tienen al lado de la Puerta de la Ecijara, aunque realmente su residencia la tiene D. Mariano Gómez de las Cortinas en Granada; la casa de Ronda se la ha cuidado tradicionalmente la Familia Sedeño Lara, más conocida en Ronda por los “Pepe mío”.

La Plaza del Gigante llevaba, antiguamente, el nombre de los Marqueses de Moctezuma, pero cuando las aguas de lluvia que bajaban por la calle de San Francisco, a veces en forma de riada, pusieron al descubierto la figura de un Hércules de piedra berroqueña del siglo VII a.C. (lo que se ha investigado hace pocas fechas por un equipo de arqueólogos de Madrid), D. Pedro Guerrero de Escalante, antiguo propietario, mandó poner en la esquina izquierda de su casa la citada figura, y el pueblo le empezó a llamar Casa del Gigante, por las dimensiones de la figura, y posteriormente Plaza del Gigante, que es el nombre que conserva en la actualidad.

Una vez expropiada la Casa por el Ayuntamiento, ha sido restaurada y abierta al público, hace dos años, como Museo. En él se encuentran principalmente restos de vasijas de la época árabe y una colección El Museo de la Casa del Gigante, situado frente al Palacio de los Marqueses de Moctezuma, en la Plaza de su mismo nombre, era antiguamente la Casa de los Gómez de las Cortinas, familia noble de Ronda que participó en la reconquista de la Ciudad y que tenían varias viviendas en la misma, una de ellas ésta, ahora Museo.
importante de la arqueología ára

Sarcófagos, estucados,
en la Casa del Gigante,
restos de un tiempo perdido,
de las grandezas de antes.
Ayer moros la moraron
con sus lujos deslumbrantes;
Casa que no es una casa,
gigante que no es gigante.


La casa, de origen árabe, conserva en su interior un salón que estaba a la entrada de la misma y en el que se pueden ver una serie de estucados árabes bastante bien conservados y un artesonado en Madera, de estilo mudéjar, recuperado en la actualidad. Es la única casa en Ronda en la que se conservan estos restos de origen totalmente árabe.
La casa ha estado abandonada durante una buena parte del siglo XX, ya que ésta familia vivía habitualmente en la que tienen al lado de la Puerta de la Ecijara, aunque realmente su residencia la tiene D. Mariano Gómez de las Cortinas en Granada; la casa de Ronda se la ha cuidado tradicionalmente la Familia Sedeño Lara, más conocida en Ronda por los “Pepe mío”.

La Plaza del Gigante llevaba, antiguamente, el nombre de los Marqueses de Moctezuma, pero cuando las aguas de lluvia que bajaban por la calle de San Francisco, a veces en forma de riada, pusieron al descubierto la figura de un Hércules de piedra berroqueña del siglo VII a.C. (lo que se ha investigado hace pocas fechas por un equipo de arqueólogos de Madrid), D. Pedro Guerrero de Escalante, antiguo propietario, mandó poner en la esquina izquierda de su casa la citada figura, y el pueblo le empezó a llamar Casa del Gigante, por las dimensiones de la figura, y posteriormente Plaza del Gigante, que es el nombre que conserva en la actualidad.

Una vez expropiada la Casa por el Ayuntamiento, ha sido restaurada y abierta al público, hace dos años, como Museo. En él se encuentran principalmente restos de vasijas de la época árabe y una colección importante de la arqueología árabe.
La figura se sustituyó por una copia, y el original se expone, actualmente, en el Museo, como la pieza más importante del mismo.
Se hizo una restauración del artesonadoy también de la decoración en estuco del salón principal y de otros que se han encontrado en la casa. Hay una muestra de artesonado antiguo, de igual forma expuesto como pieza de museo. En la casa se encontraron unos recipientes en forma de sarcófagos, que se suponen de la época romana y que se encuentran expuestos. Con esta restauración se ha recuperado uno de los edificios más importantes que Ronda tiene de la civilización musulmana. Ha sido otro de los Buenos trabajos de recuperación que la municipalidad ha llevado a cabo.

CASA DE LOS HERNÁNDEZ

Justo por encima de la casa de vecinos donde yo naciera, en el número 2 de la calle Santo Domingo, han vivido tradicionalmente los Hernández.
Ya hablamos de la Duquesa de Parcent en varios lugares de este libro y de la importancia que esta señora tuvo con su aportación a las artesanías de Ronda. Ella, que era una inquieta y que además quería terminar de decorar su casa, trajo de Castilla a un buen número de artesanos; con ellos terminó su casa, hoy conocida como del Rey Moro, aunque la vivienda es muy moderna y nunca vivió en ella ningún Rey tal, pero esa es una historia que ya contamos en su lugar.

Ella, la Duquesa, trajo ebanistas, carpinteros, tallistas, tejedores, jardineros, bordadores, etc. Entre los tallistas se encontraba el padre de los hermanos Hernández, Juan, Manolo y Antonio. A aquél le encarga la Duquesa la decoración de su casa con artesonados, escaleras, puertas, muebles, etcetera, que aún hoy se mantienen a pesar de la ruina en la que se encuentra.

La duquesa le buscó hospedaje a esta familia cerca de su casa, en distintas ubicaciones; se trataba de casas que ella le alquilaba a esta familia, hasta que encontraron una que había al comienzo de la calle, una casa amplia, con un hermoso patio de columnas, habitaciones abajo, que Hernández padre, convirtió enseguida en taller de carpintería, talla, ebanistería y pintura. La parte alta la reservó para las habitaciones de su familia. Pasado el tiempo, los hijos la heredaron y en ella han vivido tradicionalmente.
Principalmente, Manolo y Juan, han sido los dos grandes artistas de la ebanistería y la talla y la pintura; de sus manos han salido algunas, maravillosas, para familias de Ronda y muebles castellanos para la incipiente Costa del Sol. Muchos pisos y apartamentos de la Costa salieron de las manos de los Hernández


Una casa en ruinas
es un sueño vencido;
una brutal venganza
que se toma el destino.
Una casa desierta;
sin risas ni gemidos
es un triste naufragio
donde habita el olvido.

Y también salieron de los pinceles de Juan verdaderas obras de arte.
 De sus manos salió, también, el antiguo trono del Cristo de la Sangre y algunos otros más que ellos realizaron para hermandades de Ronda, de Sevilla y Málaga.
 Al final desparecieron los hijos y quedó sólo la hija, Carmela Hernández, que ya muy avanzada de edad se retiró a Málaga a vivir con sus sobrinos, pues Manolo y Juan, como también Carmela, eran solteros.Yo mantuve una relación de vecindad con Manolo (él fue el carpintero que me hizo el dormitorio para mi primer matrimonio, un dormitorio castellano envidia de muchos) y mucha con Carmela. Ella me decía “Pepillo” y le gustaba que le recordara mis tiempos de niño, que eran sus tiempos de mozuela. Esta familia, con sus trabajos, hizo bastante dinero y cuando se presentó la ocasión, Carmela, compró la casa que su padre le había decorado y la que había traído a su madre, a ella y a sus hermanos a Ronda No sólo compró esa casa sino que hizo lo mismo con todas las de enfrente de la de la Duquesa y casi todo el Ruedo de Doña Elvira. 
Ella se dedicó a las antigüedades, a la muerte de sus hermanos e hizo una expoliación importante de los muebles y objetos de decoración para venderlos como tales. Descuidó la casa y así ha terminado en la ruina que es actualmente y que ha sido comprada por una compañía alemana para construir un hotel de cinco estrellas. Eso han dicho, al menos.
 Recuerdo lo mal que lo pasó cuando tuvo que dejar Ronda por causa de su mala salud y del disgusto que le dieron unos ladronzuelos que asaltaron la casa y la dejaron a ella en muy mal estado. A raíz de esto, se fue a vivir con sus sobrimos y Antonio restauró la vivienda y la habita actualmente.


CASA DE DON BOSCO

En la calle Tenorio, descrita en otro capítulo, se encuentra, a la altura del número 20, la casa que fue propiedad de D. Francisco Granadinos Pérez y de su esposa, Dª Dolores Gómez Martínez, arquitecto él y ama de casa ella.
Este matrimonio sólo se rompió al morir, en el año 1.934, D. Francisco, quedando Dª Dolores desconsolada, pues se veía totalmente sola, ya que el matrimonio no había tenido hijos. Al poco, la señora cayó enferma y cuando se vio morir, mandó que viniese el representante de los Salesianos de la Inspectoría de Córdoba, que a la sazón lo era D. Francisco de la Hoz, y en el lecho de muerte le cedió en beneficio y como Fundación, a la Congregación de D. Bosco, su casa para que ellos la utilizaran como mansión de reposo para los salesianos enfermos o le dieran una utilidad según los principios de la Orden.

Entre los salesianos, la casa cogió mala fama, tanta, que le pusieron por apodo el “mortero”, así que ninguno quería venir a terminar sus días en ella, por lo que con el tiempo fue perdiendo su prestigio en la Congregación y sólo venían los que estaban muy mal o les recomendaban el aire de la sierra para sus pulmones.

La Inspectoría de Córdoba pensó en la posibilidad de venderla, ya que realmente no tenía ninguna utilidad, pero en un Consejo inspectorial, al que asistía D. Gonzalo Huesa,

éste propuso una iniciativa que entraba en los cálculos previstos por la Fundación y que era usar la casa para crear un centro juvenil, que es la filosofía de D. Bosco, entretener a los jóvenes, sacándolos de las calles y dándoles acogida y actividades para su enriquecimiento espiritual. Oratorios Festivos, ¡vamos!
Después de largas discusiones se le aceptó la idea y aquí tienen ustedes al inquieto «paridor de ideas», en su ciudad natal, a mediados del mes de septiembre de 1.970, creando el T.E.S. de Ronda (Teatro Español Salesiano). La base fue un grupo de cómicos que existía en Ronda bajo mi dirección, y que le sirvió para tomar la Casa de D. Bosco y convertirla en ese Centro Juvenil, que D. Bosco hubiera aplaudido; D. Gonzalo, como salesiano, estaba dispuesto a ofrecerla a D. Bosco como realización de recogimiento de la juventud rondeña, pero sus superiores, posteriormente, con la excusa de arreglarla, dejaron a la juventud en la calle y a D. Gonzalo también.
En la actualidad, los salesianos, después de ciento cinco años, han dejado Ronda, quedándose, tan solo, con la Casa y el Santuario de María Auxiliadora. Ni colegios, ni juventud. ¡Pena!, porque la casa hubiese tenido la utilidad que D. Gonzalo le quería dar y que la tuvo durante cinco años, pero… los intereses han ido por otros lares.


En tus jardines viven los mejores
instantes de ese tiempo irreverente,
primera juventud torpe, imprudente,
escarchada de dudas y temores.

Cupido disparó desde tu fuente
hacia mí la saeta envenenada
que dejó mi sustancia enamorada
de unos ojos y un cuerpo adolescentes.

Una guitarra, un micro y un piano,
y el ritmo y el calor de unos amigos
transformaron mi vida en melodía.

Aún llevo aquellas notas en mi mano
y para siempre vivirán conmigo
porque siguen sonando todavía.

CASA DE LOS MARTOS

La casa que conocemos hoy con el nombre genérico de “la Casa del Campillo”, es propiedad de la familia Martos, en la actualidad de las nietas de D. Francisco Martos Crooke y de su Esposa Dª Maria Avilés-Casco. La casa, en sus orígenes, era una casita corriente adosada a la puerta de los Molinos, que compró el padre de D. Francisco , abogado malagueño que se trasladó a Ronda con su familia. Él mandó derruir la casa vieja y le encargó la obra a D. Andrés Ramírez, un constructor afamado de Ronda que subcontrató la casa al abuelo de Rafael Aguilera Hormigo, Rafael Aguilera. Su hijo Francisco, heredero de la casa, se casó con una muchacha muy adinerada de Ronda, llamada María Alejandra Avilés-Casco (ella se hacía llamar María-Alex y así firmaba sus óleos), mientras que sus hermanas se casaron, Dolores, con un militar que llegó a General, Gómez López y Ana con un miembro de los Ramos Paul.
Como anécdota contaré que el abuelo de los Martos, el que mandó construir la casa, mantuvo un litigio con los hortelanos, porque destruyó la puerta que había donde actualmente empieza el camino y que era la entrada y salida para acceder a los Molinos y a las huertas. Esto no gustó a los hortelanos, que denunciaron el atropello, y la actitud del tal Martos, que los apedreaba cuando subían por el camino. Pero la puerta no volvió.

En compensación se puso el azulejo que vemos hoy en día, con la inscripción “Ciudad de Ronda, Puerta de los Molinos”.
La casa cuenta con una situación estratégica envidiable y es una mansión señorial con una estructura muy sólida y unos trabajos en madera de caoba, sobre todo puertas y zócalos. Este Martos, que era muy buen abogado, ganó un litigio con una familia de Cuba y se trajo bastante madera de caoba que luego utilizó para su casa. Además de este detalle de las puertas, zócalos y muebles, la casa posee una riqueza importante en cerámicas de estilo sevillano y granadino.
El jardín, aunque pequeño, es muy coqueto y posee unas panorámicas del sector norte de Ronda que son una maravilla; se procuró en alguna ocasión instalar algún tipo de actividad de tipo turístico por los nietos de la familia, pero todos los intentos han fracasado a más o menos plazo. Por su situación, por sus instalaciones y sobre todo por la parcela importante que ocupa,, merecería la pena que se tuviera en cuenta, por parte del Municipio, la posibilidad de recuperarla y ponerla en valor como parte del Patrimonio rondeño. Los bajos estaban dedicados al servicio, las cocinas, los fregaderos, los gallineros y un pequeño huerto, que cuidaba la familia de los Carrasco, unos tíos de María de los Ángeles, mi primera mujer; así que yo, con determinada frecuencia acudía con mi novia a visitar a sus tíos, los caseros, de ahí que conociera un poco la casa.

En la casa de los Martos
una veleta traviesa
dice dónde nace el viento:
en la campiña, en la sierra;
flama tibia del levante,
hielo del norte que pela,
caricia del sur radiante,
del poniente, las tormentas.
A los vaivenes del mundo
responde dócil su flecha.
Vientos que surcan los cielos,
vientos que agitan la tierra.

CASA  DE LOS CONDES DE MONTELIRIO

La casa de los Condes de Montelirio es la que se ha reconvertido en Hotel y Restaurante con ese nombre, en la calle Tenorio.
 Esta casa es una de las muchas que entraron en las particiones que los Reyes Católicos hicieron; ésta le tocó a los Atienza, es decir a D. Mariano Atienza y Tello. Éste Atienza heredó de los Aguados una fortuna inmensa y de ahí también heredó el título de Conde de Montelirio. Estos Aguados eran banqueros en Londres y eran inmensamente ricos, así que con el dinero de su familiar, D. Mariano amplió su casa y la modernizó, haciendo una mucho más acorde con el dinero y la posición social que le correspondía.
 Cuando vino a ser Conde, el Atienza se convirtió en un dandy, y con su chofer Guillermo (William), que era inglés, se recorría en la época los lugares más importantes de juegos y carreras, incluidos Biarrizt y Niza, sin privarse, por supuesto, de sus flirteos con mujeres, a las que el dinero le hizo muy aficionado.


Los Condes de Montelirio eran los dueños de la finca del Duende, la que se conoce popularmente como Lourdes. Ahí mandaron construir una capilla dedicada a la Virgen de Lourdes, de la que ellos eran muy devotos y en la que siempre se tenían los ornamentos para la celebración de la misa. De igual forma construyeron un mausoleo, en el que se hacían los enterramientos de los Atienza.

La casa de los condes y sus propiedades las heredó D. Rafael Atienza, hermano del Marqués de Salvatierra, D. Pablo Atienza, al que denominaba el pueblo con el sobrenombre de “el marquesito”. El público, con el tiempo, fue entrando, forzando cancelas y candados y ultrajando aquel lugar, de manera que D. Rafael, mandó que los restos de sus antepasados se trasladaran a Ronda. Las últimas personas que yo recuerdo que han estado en ese lugar y han celebrado misa hemos sido los miembros del TES de Ronda que un buen día organizamos una excursión y allí, José Mustafá (Pepe “El Moro”) nos hizo un arroz de los suyos y D. Gonzalo Huesa ofició la Eucaristía.
En la actualidad, la casa ha sido vendida por los Atienza a una sociedad sevillana, que ha instalado en ella un hotel con el nombre de Montelirio. El Hotel conserva la estructura de la casa que estaba situada en la cornisa este del Tajo. Se ha hecho una restauración espléndida y se han conservado las terrazas exteriores con unas vistas del Tajo y del Puente Nuevo que son una maravilla.
 La fachada es la clásica de las casas solariegas de Ronda, austera, en piedra de cantería rondeña y con una arco decorado de medio punto.

Sobre alturas imposibles
entre El Tajo y la nostalgia
sigue brillando el encanto
y el resplandor de esta casa.

Hunde sus luengas raíces
en una roca dorada
y desde su altura el río
parece un hilo de plata.

CASA DE LOS DUQUES  DE AHUMADA

La casa de los Duques de Ahumada se encuentra justo a la derecha de la primitiva iglesia de los Salesianos y frente a la casa de D. Francisco Hinojosa.
 A pesar del título, se hizo la demolición con la intención de recuperarla, pero después de más de veinte años, nadie se ha preocupado de ese tema. Sin embargo, el Ayuntamiento de la época, permitió la demolición, después de haber segregado las caballerizas para hacer apartamentos y sin vigilar, para nada, la misma. De esta forma ha desaparecido de un “gruazo” una de las casa más emblemáticas de Ronda.

No debemos olvidar que el Duque de Ahumada fue el fundador del Cuerpo de la Guardia Civil, de tanto prestigio en España.
 Actualmente, es un solar lleno de hierbajos, con el brocal del antiguo pozo que había en el patio interior. La casa ocupaba toda la manzana, pero en su tiempo se segregó la parte trasera y las caballerizas y se hicieron unas casitas individuales en la parte posterior y en las caballerizas un bloque enorme, sin haber respetado los volúmenes que tenía.

La parte posterior de la casa era, así mismo, propiedad de la familia Ahumada; se trataba de una serie de casitas adosadas; entre ellas, y en la del rincón, estuvo durante mucho tiempo el taller de un carpintero famoso de Ronda, llamado Juan González «El Sordo».
Y, asimismo, la casa que lindaba con la anterior se restauró también, ya adquirida por unos privados.
En esta casa se cuenta, y así lo decía una plaza que había situada en la fachada, “vivió el beneficiario de Santa María, el Maestro Vicente Espinel”. Hoy se ha puesto una placa que rememora este detalle, aunque no está en la casa original, que era la de más abajo, sino en la de mi amigo Juan «El Sordo». 
El último Duque se llamó D. Diego Chico de Guzmán y Mencos, que estaba casado con Dª Ana María Girón y Canthal. Estos duques tuvieron mucho tiempo de caseros a la familia Troyano, familia muy querida y reconocida en Ronda y que habitaban la casa en las largas temporadas en que los Duques no estaban en Ronda. De hecho, los últimos moradores han sido ellos.
 Se ha conservado la fachada con la portada en piedra y el escudo de la familia de los Ahumada.


En esta casa vivió
y escribió el gran Don Vicente
Espinel, aquel rondeño
de las letras un orfebre.
Gloria que Ronda dio al mundo,
regio fruto de su vientre.

DE LOS CONDES DE SANTA POLA

Lo recuerdo como si fuese ayer. Justo enfrente de mi casa natal. Un hombre alto, elegante, pulcro y su señora bajita, igual de elegante, con estilo de mujer que “había tenido”, pero ¡ay! los años borran esas cosas a las que las mujeres se aferran tanto. 
Era el matrimonio que formaban los Condes de Santa Pola, los Antequera, familia de rancio abolengo nobiliario que habían elegido Ronda para vivir sus veranos. Cuando llegaban era una fiesta: los coches, los niños, las criadas y los criados y un sin fin de cosas que bajaban de aquellos coches. Felicidad Cabezudo y Miguel , su marido, que vivían en la casa todo el año salían con aquella alegría a recibir a sus señores que se habían acordado de regresar a este nido rondeño de sus reposos.
La casa de los Condes de Santa Pola, había formado parte de la Mina de Ronda en los tiempos antiguos. Hay que tener en cuenta que la estructura de la Mina ocupaba casi toda la cornisa oeste de la garganta. Después fue adquirido este espacio y privatizado, aunque conserva todavía en los bajos restos de estructuras árabes, con arcos y construcción en ladrillo que habían fabricado los árabes y que formaban parte de la citada estructura de la Mina. También se conservaba una aljibe que a los niños de entonces nos daba mucho miedo. 

La casa es mas bien pequeña, pero suficiente para la familia. La portada es de piedra del Arroyo del Toro y tiene en el dintel el Escudo de Armas de los Santa Pola. Está distribuida de la siguiente manera: en la parte baja, un recibidor y a continuación un pasillo con una serie de habitaciones a la izquierda y un salón al fondo con unas vistas preciosas e impresionantes de la garganta. A la derecha estaba situada la cocina.

En la parte superior, las habitaciones de los niños, los cuartos de baño y, al final de pasillo, como en la planta anterior, la habitación de los Condes, con las mismas vistas que el salón del piso bajo.
Posteriormente, la casa fue vendida a los Condes, que la convirtieron en su residencia de verano, o lo que en Ronda se ha conocido siempre como “casa solariega”. A Ronda acudieron, como ya hemos dicho en alguna otra ocasión, muchas de estas familias que vinieron llamados por la situación, por el clima y por la tranquilidad. Estos nobles acudían buscando la soledad de la sierra y el aire puro para los pulmones de sus hijos y de ellos mismos.
 Pero esta familia era muy accesible, humilde, simpática y se codearon con nosotros sin ningún tipo de dificultas. Sobre todo los niños éramos una pandilla de nervios gritones que podíamos volver loco al conde más pintado. Me acuerdo de Luciano, el mayor de los niños y cómo bajábamos por aquellas escaleras que conducían a los sótanos de la casa y con qué miedo entrábamos en los recintos estrechos y lóbregos. Recuerdo que ellos tenían agua corriente y servicios, cuando en nuestras casas de vecinos sólo había uno común y un grifo de agua para todos. Alrededor de estos nobles siempre acudían las personas del servicio que habitaban las casas de alrededor que eran más humildes, pero dignas.

En la actualidad, el Conde es Luciano Antequera, aquel que de niño jugaba con nosotros, que ha vendido la casa a José Muñoz, que la ha convertido en un restaurante asador que regenta mi amigo Nacho y su esposa, hija de mi amigo Tomás Mayo, gran profesional que conserva en Ronda, a través de sus hijos, su bien hacer en el mundo de la restauración que aprendiera en el Hotel Ritz de Madrid.

¡Ay, ese rancio abolengo!
que envidiaban los vecinos;
que cuidaban los lacayos
con dedicación y mimo.

¡Ay, ese rancio prestigio!
de veranos en el pueblo
acumulando calores
para aguantar el invierno.
Aquel ilustreportal
aquella eximia nobleza
hoy es un trajín de platos,
solaz de la clase media.

CASA DEL REY MORO

La conocida como Casa del Rey Moro fue en origen una sucesión de viviendas, propiedad de los Marqueses de Salvatierra, que fueron vendidas a la Duquesa de Parcent para que ésta construyera la Casa Palacio de su nombre.
 Está construida sobre lo que fuera el antiguo acceso a la mina de agua que hay en su fondo, a unos cien metros de profundidad. La así llamada es un pasadizo que arranca de la propia casa baja, aprovechando una grieta de la roca. En la citada falla se hizo un pasaje de origen árabe por el que a través de más de doscientos escalones se accedía al nacimiento del río Guadalevín, del que retomaba el agua para la ciudad y la casa. 
En la actualidad se ha restaurado el pasaje y arreglado el acceso a la mina, que se puede visitar, como igualmente los jardines que, aunque un poco deteriorados, tienen un encanto especial.
Éstos son obra del diseñador y botánico francés Forestier, personaje que fue traído por la Duquesa para diseñarlos y construirlos y los de la Plaza de la Ciudad o de la Duquesa de Parcent. Como cosa curiosa, el citado Forrestier, diseñó los jardines de la Plaza utilizando la forma perimetral de la corona ducal, dándole en su interior la forma del escudo, hoy casi desaparecido, ya que al ser restaurados, no se ha tenido en cuenta este detalle.
 La Duquesa, cuando terminó su palacio, mandó poner en la puerta de entrada del servicio un mosaico con la figura, supuesta, del Rey Abomelic I, de ahí que el pueblo llano la apodara con el nombre de “Rey Moro”, con el que es conocido en la actualidad, más que por el de su ilustre inquilina.

La casa se encuentra en la conocida como calle o cuesta de Santo Domingo, y se extiende su fachada,a lo largo de la misma, aprovechando la curva que la cuesta hace y donde más de una vez nos hemos estrellado con las bicicletas que alquilábamos en casa Peso.
La vivienda posee una distribución muy irregular, ya que ha pasado por varios propietarios, que al ser tan grande, la han ido adaptando a sus necesidades y segregando apartamentos para alquilar.


Besos de moros altivos
y moras enamoradas
se acurrucan en sus piedras,
anhegados entre lágrimas;
leyendas que tejió Ronda
alrededor de esta casa,
que no conoció princesas
ni majestades islámicas.

Pese a ello, aún conserva las obras que en madera hiciera el maestro Hernández, principalmente escaleras y artesonados.

La casa posee, una vez que se accede por la puerta principal, un patio interior cerrado, ocho columnas de piedra, por el que, a través de una enorme puerta vidriera, se sale a los jardines; éstos están hechos en distintos niveles y con fuentes y caídas de aguas y un brocal de pozo en piedra de estilo clásico de un valor incalculable. A través de estos desniveles se accede a la puerta de entrada de la mina, y asimismo a la salida que se encuentra totalmente al este y que viene a dar muy cerca del Arco de Felipe V. La bajada por el jardín es una gozada de vistas del Paseo de Cuenca y de la cornisa oeste de Ronda, con la profundidad de la garganta, el espejo del río al fondo y la riqueza botánica que encierra. 
La casa tiene dos torretas que parecen dos minaretes por su forma y por estar construidos en ladrillo y en la fachada, un poco más arriba de la puerta de servicio, hay una hornacina con una imagen de la Virgen de la Paloma, patrona de Madrid, de donde era originaria la tal Duquesa. 
La puerta principal se encuentra un poco más abajo de la curva que forma la calle-cuesta y es de estilo barroco con un balcón espléndido en hierro de forja rondeña y el escudo de la familia justo debajo, que se encuentra destruido en la actualidad. La casa fue comprada al americano que la habitó después de la Duquesa, por un banquero rondeño llamado D. Juan Girón, que a su vez la vendió a Carmela Hernández, hija del ebanista y tallista que decoró la casa originaria.
Esta compra se realizó por una cuestión romántica ya que Carmela, estuvo pagando la casa, los cinco millones que costó, en pequeños plazos durante muchos años, incluso después de fallecer D. Juan Girón.
 En la actualidad se está especulando con la posibilidad de instalar en ella, y en el entorno de la misma, un hotel de lujo promovido por una firma alemana, que ha ido comprando casi todas las casas que se encuentran en el entorno.

CUARTEL DE LA GUARDIA CIVIL

En la Plaza del Ruedo de Doña Elvira, la Duquesa de Parcent compró una casa que había en la esquina, justo enfrente de la suya, para poner sus cocheras y, asimismo, hacer una pequeña casita para el servicio. También compró otra vivienda enorme, que estaba más arriba, en el rincón, que es la conocida como el cuartel. 
La causa de su nombre procede de que la Duquesa la cedió para que se alojara un batallón de caballería de la Guardia Civil que venía al mando de un teniente y que debía alojarse en Ronda. Desde esas fechas la casa pasó a ser propiedad de dicho Cuerpo, hasta que casi arruinada se vendió a unos privados.

El cuartel, como nosotros lo conocíamos, era una Casa Cuartel de las típicas que existían en toda España. Eran viviendas muy mal dotadas y en las que las familias de los guardias malvivían. La ventaja era que tenían donde vivir y se ahorraban el pago de alquileres, y con el efímero sueldo que ganaban mantenían de mala manera a la familia.
En esta Casa Cuartel vivió una hermano de mi padre, cabo, casado con una hermana de mi madre. Allí les conocí en una de las visitas que ella hacía a sus hermanos rondeños.
 Por un suceso desgraciado que ocurrió en Ronda y en el que intervino una pareja de dicho Cuerpo, el Ministro de Defensa de la época expulsó a todo el destacamento de Ronda, incluido el cabo al mando.
Al teniente lo trasladaron de puesto. Entonces, los guardias se vieron en la calle, sin sueldo y sin oficio.

Menos mal que por haberse dedicado a perseguir a los contrabandistas que venían de Gibraltar, con sus matutes llenos de café, tabaco, azúcar, sedas, penicilinas, quesos de bola, edulcorantes, conjuntos de lana, etcetera, algunos de ellos, que habían aprendido el oficio, se dedicaron a ser perseguidos por sus compañeros, pues no les quedó más remedio que dedicarse al contrabando.

Entre estos civiles hubo uno que era una persona maravillosa y que tenía tres hijos, estupendos ellos también, y que fueron durante muchos años compañeros de travesuras y con los que aún conservo una buena amistad. Entre nuestras aventuras estaba una muy arriesgada: como la guardia civil perseguía a los contrabandistas, éstos, a la altura de la Estación de la Indiana, le tiraban los matutes de tabaco, café, etc. a sus mujeres o a sus hijos, que los tomaban y se veían a Ronda corriendo por los bajos del Tajo. 
En más de una ocasión íbamos, estos amigos y yo mismo, a la estación y recogíamos la mercancía para huir, cual alma que lleva el diablo, para evitar a los civiles. Éramos jóvenes y de pies muy ligeros, así que nunca tuvimos problemas, pero era demasiado aventurado, en opinión de nuestras madres. ¡Qué remedio! Había que ayudar.
En la actualidad, las cocheras siguen siéndolo y la casa, muy deteriorada, la compraron al alimón Antonio Aguilera (El Farfollito) y su cuñado Antonio Troyano, así que, hoy, son sus viudas las dueñas de esta espléndida casa, aunque esté en ruinas.

En tiempo de bandidos
y bandoleros,
en esta casa moraban
los picoletos.
Tricornios y guerreras
en los balcones
y detrás de las rejas
vidas de pobres

MUSEO DEL VINO

Este museo se encuentra enclavado en la calle González Campos, número, 2. Es un callejón que sale de la calle Armiñan, a la derecha y llega a las espaldas de la catedral. 
En la antigüedad se llamaba «Alrededores de Santa María». Pues ahí está enclavado este museo, en esta antigua bodega de Ronda, de la familia de los Narváez. La sede, en su época árabe, formó parte de la conocida como Casa del Gigante. Fue también propiedad del Duque de Ahumada, que la segregó para hacer una casa de vecinos, que los Narváez, en el siglo XX, convirtieron en bodega. Los dueños actuales son los propietarios de las bodegas «La Sangre de Ronda», instaladores del Museo.
La casa conserva algunos restos de la época romana y árabe. Fue un pequeño palacete Nazarí en el siglo XIV. En la actualidad se ha recuperado el patio columnado que poseía y que estaba tapado por necesidades de espacio y, de igual forma, la galería alta con unas balconadas en madera de muy buen gusto.
 Todo lo que es museo verdadero está situado en la parte alta de la casa, cerrado por esa galería de madera y cristal que le da un determinado caché de calidad y recogimiento.
A los visitantes los suelen invitar a una degustación de sus vinos, lo cual va incluido en la entrada. El Museo hace, a través de paneles de información escrita, un recorrido por la historia del precioso néctar en nuestra zona y se remonta ésta a casi 6.000 años de tradición. Hace una reseña a la ciudad romana de Acinipo (en griego quiere decir el lugar del vino), por existir en esa zona una cantidad importante de viñedos, hoy desaparecidos, aunque se empieza a retomar la labor, que ya los romanos explotaban para enviarlos a la capital del Impertio.


Hay unas ánforas, supongo que recuperadas de las muchas que quedaron tragadas por el mar, como demostración e aquellos envíos. También utiliza la palabra guadalevín, de origen árabe y nombre de nuestro río, para hacer un símil entre huad, río en árabe, y levin, que ellos dicen vino. Pero esto está cogido por los pelos y con demasiado interés, ya que el Guadalevín de Ronda quiere decir en árabe “río del requesón” o de la leche agria, que es como lo llamaron los árabes.
Están expuestos una serie de utensilios que se utilizaron en su tiempo para la recogida de la uva, para el tratamiento de las cepas, la construcción de las barricas, la fabricación de corchos para los tapones y alambiques para la extracción de alcohol de los que en la Serranía eran muy célebres y los había en gran abundancia.

Habla luego de los distintos tipos de vinos y del tratamiento que se sigue para llegar a ellos, desde los blancos, los rosados a los tintos que son los más famosos y los de más calidad.
Lo cierto es que a través de los siglos nos ha llegado este legado que los rondeños teníamos olvidado por el castigo que sufrimos con la filoxera, que hizo que desaparecieran las pocas bodegas que quedaban en Ronda a mediados del siglo pasado. Nombraré como recuerdo, la ya mencionada de los Narváez, la de los Pérez Sánchez y su famoso Fino PUSA, la de Romero, la Verdad y alguna otra que me habré dejado en el tintero.

Es néctar que refuerza los olvidos,
que aviva y edulcora los recuerdos,
que apaga la prudencia de los cuerdos
y da marcha a los tristes y aburridos.

Enturbia la razón y el buen sentido,
se cisca en la abstinencia y en la dieta,
convierte en libertino al sobrio asceta
y en bufón al gendarme desabrido.

Es campana que llama a la pereza,
sirena que convoca a la alegría,
que sienta en un columpio a la cabeza

y alienta la amistad y la armonía,
que espanta poco a poco la tristeza
y transforma la prosa en poesía.