Tener la suerte de que un sabio te introduzca en las entrañas de nuestra querida Ronda es un privilegio sólo al alcance de turistas despistados, que en ningún caso se quedan con el cante en toda su profundidad, porque ellos andan de paso y con un interés no más que superficial en estos asuntos.
Pero nosotros, los que frecuentamos este espacio que nos permiten las nuevas tecnologías, estamos de enhorabuena. El mayor conocedor de su pueblo, el más enamorado de su tierra, el mayor adalid de sus virtudes y de su alma, está aquí, a nuestra disposición, para traernos su mirada audaz y penetrante, el palpitar de sus pies, gastados en recorrerla día tras día hasta imbuirse de su espíritu.
Pero sus retratos, sus impresiones, sus esbozos, no se quedarán en el dato, en la cifra o en la fecha, en los nombres o en las circunstancias; para eso están las historias, las enciclopedias y las páginas temáticas. José Mª Ortega trascenderá los detalles y nos transmitirá el alma palpitante de cada barrio, de cada calle, de cada rincón. Nos traerá el espíritu de cada templo, de cada monumento, de cada paisaje. Su mirada se fijará de forma especial en la sustancia, es decir, en el sentir del pueblo, en el sabor de lo popular, de lo que alienta y sustancia el modo de ser y la idiosincrasia de un lugar. El mito, la leyenda, la anécdota, que definen mejor que la fría estadística, serán el soporte de sus andanzas por estas páginas que queremos llenar de todo aquello que Ronda tiene en su piel y en sus más escondidos interiores.
Yo, (algo tenía que aportar), me encargaré de incitar con imágenes vivas y cálidas, los frescos que José Mª nos irá desglosando en cada uno de los momentos mágicos que nos esperan. Pondré, igualmente, un puntito de aliento poético a estos apuntes impresionistas, a estas imágenes de ensueño, que apenas necesitan de los versos, pues ellas en sí mismas ya son poesía de piedra y de luz.