La globalización es un proceso económico, tecnológico, político, social y cultural a escala mundial que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo uniendo sus mercados sociales, a través de una serie de transformaciones, que les brindan un carácter global.
El fin de la guerra fría, con la desaparición de un o de los contendientes, el comunismo, propició su implantación y desarrollo

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1. El capitalismo global

La globalización, o extensión de la economía capitalista en los últimos 20 años del pasado siglo, ha supuesto al menos tres cambios con respecto al capitalismo anterior. En primer lugar, la producción y la competitividad dependen del conocimiento (ciencia y tecnología) y del tratamiento de la información. En segundo término, las empresas y los territorios se organizan en redes de producción, gestión y distribución. Por último, las actividades económicas fundamentales tienen carácter mundial.
¿Qué ha hecho posible esto? Sencillamente, la liberalización de los mercados de capitales, es decir, la eliminación de barreras para los flujos financieros. Rentabilidad y beneficios ahora se calculan pensando en el mundo entero, sin restricciones.
En definitiva, lo que ha ocurrido es que las economías nacionales se han integrado en un único mercado capitalista mundial. Esto ha tenido consecuencia, que veremos en el próximo texto.

2. Consecuencias del mercado único

La globalización ha tenido como primera consecuencia la concentración de los capitales. Como segunda, la llamada “deslocalización” (el traslado de las empresas en busca de mano de obra barata, ventajas fiscales o regímenes que permiten una corrupción sin control). Y como tercer efecto, la globalización, lejos de contribuir a una mejor distribución de la riqueza, ha empeorado un poco más la pobreza y ha aumentado la concentración de la riqueza en pocas manos (las tres mayores fortunas del planeta equivalen a la riqueza de los cuarenta y ocho países más pobres. Las diferencias entre el 20 por ciento de la población más rica y el veinte por ciento de la más pobre no ha dejado de crecer (de 30 a 1 en 1960, de 60 a 1 en 199o y de 80 a 1 en la actualidad).
Las dos peores consecuencias las dejo para otro artículo. Pero éstas no han sido solo económicas; hay otros terrenos en los que su influencia se ha dejado notar de manera aún más brutal.

3. Consecuencias no económicas de la globalización

Quiero decir no estrictamente económicas, porque la realidad es que todo, absolutamente todo tiene en este mundo un fuerte componente económico. Pues bien, aunque la globalización es un proceso fundamentalmente económico tiene también reflejo en el terreno de la cultura. Por ejemplo, las pautas culturales norteamericanas se imponen en forma de tendencias dominantes arrasando las culturas propias de muchos pueblos y dejando en un plano secundario a las de los demás, que quedan totalmente subordinadas. Piénsese en la música, por ejemplo o en cualquier otro bien cultural de consumo, como el cine, los videojuegos o la moda.
Otra consecuencia bastante lamentable es que la desaparición de los mecanismos restrictivos ha propiciado también un considerable crecimiento de las redes de crimen organizado, que resultan mucho más complicado controlar y perseguir.

4. Los verdaderos centros de poder

Los tres centros del proceso globalizador son los tres grandes núcleos del capitalismo: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. Pero los gobiernos de estos países o uniones de países no tienen capacidad alguna en la gestión económica; esa corresponde a las gigantescas corporaciones económico-financieras, que son las que dictan las reglas del juego. Los diferentes ejecutivos han tenido que abandonar una buena parte de su soberanía en aras de entrar en un sistema que los ningunea en el apartado más importante de su gestión.
Esa pérdida de control económico ha hecho que muchos países hayan perdido su tejido industrial, como es el caso de España, lo cual supone depender de terceras para asuntos extremadamente delicados, como ha puesto de manifiesto el famoso coronavirus y la necesidad de comprar material sanitario, que no podemos fabricar aquí. Otra consecuencia lamentable, que habrá que ir corrigiendo.

5. Las peores consecuencias

Como hemos visto, frente a algunas ventajas, se acumulan los inconvenientes de este sistema globalizado. Pero he dejado para un capítulo aparte los que se indican como perjuicios más perniciosos entre todos. Es fácil colegir, al menos, uno de ellos. Sí, estamos pensando en lo mismo, en la destrucción de la Naturaleza, tema no grave, sino definitivo. Pese a ello, las leyes del capital y los entregados a la causa liberal no solo no le dan ninguna relevancia, sino que, en plan despectivo, lo ven como una majadería más de los “progres”.
Se trata de una posición realmente alucinante, que, a no tardar mucha, traerá consecuencias tan graves y tan irreversibles, que, para entonces, ya no habrá forma de dar marcha atrás.
La otra consecuencia demoledora es la desorbitada movilidad personal, que ha propiciado la globalización. El covid-19, que ha venido a cambiar nuestras vidas, tal vez como un último aviso, es una prueba de que esa desacerbada manera de estar en continuo transito por el mundo no podía traernos más que problemas en algún momento.

6. Movimientos antiglobalización

Otra consecuencia de la globalización es la cantidad de movimientos que, desde su aparición, han venido contestándola y advirtiendo de sus peligros y riesgos. Desde los primeros indicios hubo quienes alertaran de que las consecuencias del nuevo invento económico global iban a resultar más negativas que positivas.
Las cumbres del G.8, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial o de la Organización Mundial del Comercio, suelen ser contestadas por manifestaciones masivas de organizaciones sindicales y de otras agrupaciones en las que participan , ecologistas, campesinos, consumidores, indígenas, estudiantes, campesinos o intelectuales. Las principales reivindicaciones inciden en la necesidad de impedir las prácticas especulativas, los paraísos fiscales y la creciente ola de privatización mundial. Y, por supuesto, una imperiosa necesidad de volver a la democratización de las instituciones y a la recuperación de la soberanía d ellos Estados.

7. Lo que defienden estos movimientos

La solidaridad es un rasgo común de estos movimientos. Por eso reclaman la abolición de la deuda externa, la implantación de fórmulas de comercio justo, el desarrollo de la banca ética; y rechazan las patentes farmacéuticas y los transgénicos. Es decir, cosas que cualquier persona no contaminada por ideologías radicales estaría en condiciones de solicitar. Y, por supuesto, se reclama el cese d ellas agresiones indiscriminada de EEUU contra enemigos , por ejemplo, Irak. Las guerras no procuran nada más que calamidades y posterior terrorismo.
“Otro mundo es posible”, sería la idea base que convoca a estos activistas y organizaciones. Es la conciencia crítica que cabe defender ante cualquier movimiento, sobre todo, de la envergadura del que nos ocupa, puesto que la autocrítica no es común ni en las personas ni en los organismos simples o complejos.
Esto es importante, porque, sea como sea, es evidente que el sistema se ha globalizado, porque así ha vislumbrado más posibilidades de negocio y que, siendo el objetivo, obtener más ingresos, la causa de los desfavorecidos nunca va a estar entre sus, no digamos preocupaciones, sino ni siquiera su orden del día.