LA SOLEDAD DEL NÁUFRAGO

La soledad del náufrago recoge 53 poemas, que giran como satélites alrededor de un extenso poema central titulado La caída. En él se trata el tema de la progresiva e inevitable degradación que ha ido sufriendo la autoestima del hombre (incluye a la mujer) a lo largo de la histgoria, desde la primera bofetada (el copernicalismo) a la última (la victoria del inconsciente) pasando por la afrenta antropológica que supuso el evolucionismo. Este libro no tiene prevista una fecha de salida en formato convencional y sólo está disponible en la imprenta de INTERNET LULÚ, en la cual tienen la delicadeza de hacer un libro para ti en cuanto reciben el pedido. Aquí abajo reproduzco el PRÓLOGO que encabeza su contenido. Prólogo Nuestro mundo está fundado en la precariedad. Lo somos nosotros y lo es todo lo que nos rodea, desde los otros seres humanos a todo aquello que es el fruto de su creación, las cosas, las relaciones, las creencias y los sistemas. No hay más que advertir la crisis global y profunda que afecta al mundo occidental para darse cuenta de que hasta el soberbio capitalismo es frágil y quebradizo, inestable y vacilante; precario en fin. Construimos nuestra realidad personal y social sobre bases tan endebles que, no sólo el producto es inconsistente, sino que, además, exige permanente atención, persistente construcción, perpetua edificación. Nunca llegamos a ser algo cumplido yterminado, porque la esencia de nuestro ser consiste en estar en perenne crecimiento, en permanente construcción. Ser es existir. Aunque vivamos en compañía, estamos radicalmente solos; así nacemos y así morimos. Nuestro paso por este mundo está marcado por la interinidad. Y sobre esa base tan poco firme, erigimos la esperanza. Pese a todo, nuestra vida se alimenta de ella, se orienta por ella y dubitativamente navegamos entre sus olas y vamos hacia ella. Aunque el naufragio sea inevitable, izamos las velas y nos aferramos al timón, para salvar temporales y marejadas con la seguridad de quien se sabe invulnerable e, incluso, nos hacemos la ilusión de morar un castillo interior inexpugnable. Y aquí está el milagro de la existencia: por mucho que pese, por mucho que duela la vida, a ella nos agarramos de forma desesperada y con fruición. Aunque sólo nos acompañe la soledad del náufrago. O lo que es lo mismo: El milagro de existir: estar y ser sólo siendo, vivir y sólo viviendo fabricarte tu verdad. Cargar con tu levedad, solo en mitad de un camino, repleto de peregrinos, que, con fingida alegría, soportan en compañía su radical soledad.
¡AY, EL AMOR! El amor es asunto delicado, caprichoso y sutil como la espuma, misterioso y temible como bruma que no puede entender el que no ha amado. Amar es un asunto peligroso, porque altera a su antojo los sentidos convierte en sinfonías los ruidos y al pifio más vulgar lo vuelve hermoso Perderse en el amor es lo probable, si apuestas a ganar puede perderte, puede llevarte a un cielo inolvidable, puede apretarte el cuello hasta la muerte, pero todos soñamos con la amable ilusión de perdernos a su suerte. A CIELO RASO En el terco vaivén de tus antojos, que vuelan desde el suelo hasta la luna, yo me pliego al azar de tu fortuna; un capricho mirándome a los ojos. Cierro con mil candados los cerrojos del cofre donde guardo tu oportuna imagen que refleja cual ninguna la pobre desnudez de mis despojos Así pierdo la vida lentamente, pero gano la gloria paso a paso, me desangro en la luz de la simiente que camina angustiada hacia el ocaso y dejo en el camino solamente el placer de vivir a cielo raso.
DETRÁS DE LAS PATERAS Detrás de las dramáticas pateras, detrás de los cayucos miserables hay poderes ocultos, formidables, decidiendo destinos y fronteras. Detrás de cada voz desesperada, detrás de cada historia sin destino, hay un mundo cegado y asesino, hay un todo que vive de la nada. Pero detrás de todo está la gente, la que sufre, trabaja y se ilusiona la que paga sin culpa, la inocente, que aguanta sus ardores de venganza, que vive, que disfruta, que perdona. En ella está la última esperanza. DESDE TU TRONO No te vi protestar contra la guerra, ni te he visto brindando por la gloria de los que sólo alcanzan la victoria sobreviviendo encima de esta tierra. No te vi levantando la bandera del que sólo dispone de sus manos, pese a llevar la cruz de los cristianos colgada de tu pecho y tu cartera. Ni te vi, ni te veo ni te veré sufriendo la avidez de los mercados, pero sí persiguiendo los pecados de la carne: ¡te quise, te querré! Luchando por los pobres olvidados ni te vi, ni te veo ni te veré.
¿A DÓNDE HAN IDO A PARAR? ¿Adónde han ido a parar aquellas calles desiertas? ¿Adónde fueron los besos robados en sus aceras? ¿cómo han dejado de ser sin que yo me diera cuenta? ¿Adónde fueron temblando las caricias intentadas, las ansiedades de fuego y las promesas tempranas? ¿Dónde habrán depositado sus existencias frustradas? BÚSQUEDA Así trascurren mis días, sacándole punta al tiempo, jugando con las palabras, lo mismo que juega el viento con las hojas en el parque, con los papeles sin dueño. Busco pequeñas verdades, desnudas como un lamento y extrañas como un estanque navegable en el desierto. No hay verdades infalibles que pueda aguantar el cuerpo; sólo breves golondrinas en perenne movimiento.
AL AMANECER Yo me crié entre rastrojos, entre espinos y entre cardos. Al amanecer, mi madre ya estaba entre sus cacharros y el aroma de las ollas era un perfume sagrado: incienso para ese arte que se nos fue con sus manos. Aún tengo aquellos sabores guardados entre los labios, como un tesoro caliente de pucheros y garbanzos. Nadie llegaba a mi casa que no fuera bien llegado; todo el que a ella llegó tuvo en la mesa su plato. Mi padre, las pocas veces que se quedaba en el campo engordaba con el ojo los azarosos sembrados. El resto, de feria en feria ganándose cuatro cuartos con su mula, con su manta, su buen humor, su ganado; con su yegua “Milagrosa”, testigo de sus milagros. Todo el que lo disfrutó aún va evocando sus pasos. Todo el que a él se acercó se llevó llenas las manos. BUENOS TIEMPOS Tú sabes lo que yo quiero: ser primavera en otoño y ser verano en invierno. Bajar de los altos montes a los humildes terrenos que pisa la buena gente que pasa tejiendo versos de sudores, esperanzas, y solidarios empeños. Donde ponen otros sal, ellos depositan besos; donde unos ponen fronteras, ellos frondosos senderos; mientras otros dan tormentas, ellos, un dulce aguacero. ¡Ay, buenas gentes que pueblan las entrañas de mi pueblo! EN TU VIENTRE ESTÁ EL RUMBO En tu vientre está el rumbo, sólo tú conoces el destino. Hay tambores de guerra en la piel y una vana ansiedad cubre el océano. ¡Prohibido pasar! – rugen los tanques -. ¡De frente! – gritan los sentidos -.
EL PESO DEL DOLOR Y DE LA PENA El peso del dolor y de la pena es sin dudar el peso más profundo, es el peso más grande de este mundo, un peso que te aplasta y te envenena. El que más te embrutece y te condena. El que más se prodiga, el más fecundo, pues crece al contemplarse en su rotundo poder que te aniquila y enajena. Poder que tiene al hombre encadenado a una lucha sin tregua ni esperanza, a un destino fatal e ineludible, de pecador rendido a su pecado. Quijote sin rocín ni Sancho Panza al encuentro de un éxito imposible. EL TIEMPO Su máquina brutal e indiferente preside imperturbable nuestra historia con su sólida esencia perentoria marca el ritmo del cuerpo y de la mente. No conoce un poder equivalente que atente contra el feudo de su gloria. Seguro como está de su victoria, vive tal cual su prédica inconsciente Te ataca por detrás y por delante, paradigma sin par de la paciencia; su hachazo pertinaz, firme, constante destruye los embites dela ciencia. Terrible y pavoroso contrincante tenaz demoledor de nuestra esencia.
EL TONTO Se termina el carril y sigue el tonto, completo seguidor de su destino abocado al perpetuo desatino, el tonto nunca deja de ser tonto. El tonto vive loco de contento, tan feliz por ser tonto de remate. Seguirá siendo tonto aunque lo mates; el tonto no conoce el desaliento. El tonto se revuelca en su tontura a salvo del influjo del ambiente, y con una impensada cara dura se muestra como un genio impenitente y afirma con un rictus de amargura lo tonta y pamplinosa que es la gente.
ESTE SOL DEL INVIERNO Este sol del invierno reconforta como una dulce y cálida mirada, como una mano llena de ternura, como alienta a su tiempo una palabra. Este radiante sol llena la venas como una estimulante bocanada, como un aplauso el ego del artista, como un trago que alivia la garganta. Sus rayos multiplican la molicie lo mismo que un abrazo voluptuoso, como un beso cargado de lujuria o unas piernas surgiendo poco a poco. En su charca de luz bañas tu cuerpo, que vuelve a respirar adolescencia, que regresa a la noche de los tiempos, y se une a las entrañas de la tierra.
FE Fe no es creer con alma enajenada, creer es cuestionar abiertamente, enfrentarse al fragor de la corriente, es no dar la verdad por acabada. Fe no es creer en luz que no ilumina, creer es encender tu propia lámpara, llenar con tu verdad tu propia cántara con agua transparente y cristalina. Querer creer es toda la sustancia, querer es el poder de los cristianos, no seguir al que impone su ignorancia desde altivos fervores diocesanos. Creer es extremar la vigilancia para no renunciar a ser humanos.
ENSIMISMADO Dentro hay un león voraz, hay un león hambriento, que se come a sí mismo, que se alimenta de sus propios miedos, que se afana en la lucha imposible de hurgar en los secretos, con la ilusión del niño que aún retoza inconsciente en sus misterios, dentro. Dentro, hay un sol de justicia que inunda con su llama el universo, que quema cuanto toca, que se abrasa pletórico en su incendio. A un centro encadenado, a un prodigioso centro que corre tras su sombra, que grita en su silencio. Dentro. Dentro, brotando de la rabia, hay un volcán ardiendo, vomitando su lava sin descanso, trasunto del infierno. En su vientre crepita un coro combativo y sempiterno de voces infinitas clamando en el desierto. Dentro. Dentro, hay raíces amables, pero recias, profundas y leales a su suelo, al sabor de la tierra inundada de frutos y deseos. Prendidas al sagrado compromiso de sentir cuando late un sentimiento, del dolor y la angustia que agitan la memoria de los muertos. Dentro. LA SOLEDAD DEL NÁUFRAGO El milagro de existir: estar y ser sólo siendo, vivir y sólo viviendo fabricarte tu verdad. Cargar con tu levedad, solo en mitad de un camino, repleto de peregrinos, que, con fingida alegría, soportan en compañía su radical soledad.
AQUELLOS TIEMPOS Van pasando por las calles los muchachos bien vestidos en busca de sus parejas, hablando con los amigos. Llevan puestas las corbatas que se ponen los domingos y van dejando en el aire un perfume cutre y fino. Las muchachas los esperan en las puertas de sus casas, el corazón anhelante, las caras bien afeitadas. En el alma la esperanza de una boda deseada; en la mente la sospecha de un romance que se acaba. Los padres, que las contemplan, orgullosos y contentos, fingen estar distraídos cuando aparecen sus yernos. Con lágrimas contenidas, no les cabe en el cerebro, tanto luchar por sus hijas y que se las lleve un lerdo. Las madres, más precavidas, van sisando de la cesta: que le sobre en el ajuar aunque nos falte en la mesa. Con lágrimas desatadas, desahogando su pena piden a Dios que el mocito sea muy bueno para ellas. Y las abuelas sentadas, somnolientas, hacen punto, distraídas pero atentas a lo que hace cada uno. Los escarceos de las nietas los comparan con los suyos y se lamentan, turbadas: ¡hay que ver cómo está el mundo! Los abuelos, mientras tanto, hacen todo lo que pueden: refugiarse en las batallas que aún sus memorias retienen. Tienen claro, por supuesto, que en asunto de mujeres, estos niñatos de ahora dan más ruido que nueces.
EL HOMBRE SIN VOZ Como un beso sin destino, como una boca sin besos, igual que un cuerpo sin mente, que un atleta sin aliento, lo mismo que una utopía que no despega del suelo. Como un ardiente verano vestido de crudo invierno, una ingenua cenicienta sin baile y zapatos nuevos, como un príncipe encantado desalojado de un cuento, como un piloto sin nave y un pirata sin velero. Lo mismo que una memoria despojada de recuerdos. Como un fantasma sin noche, igual que un perro sin dueño, un abogado sin causa, un médico sin enfermo; igual que un árbol sin sombra, una escuela sin maestro, como una reina sin corte, como un patrón sin obreros, como una guerra sin odio o un romance sin “te quiero”. Como una nube sin agua, igual que un santo sin cielo, un ministro sin cartera y una religión sin clero. como una antorcha sin llama, igual que un nido sin huevos, como un castillo en el aire como una pluma en el viento. Lo mismo que un sol sin luz como un poema sin versos, igual que una luna negra, como una vida sin tiempo una verdad sin razón y un misterio sin misterio. Igual que un hombre sin alma, sin carne y sin esqueleto: así está el hombre sin voz, escarchado de silencios. LA VIDA Y LA MUERTE La muerte es la noche larga. La vida, breve, como una espada El corazón, silencio, la boca llorando clama. La vida es el silencio hacia el olvido, hacia la noche larga, a caballo del viento, en busca de la nada.
EXTRAÑO DESLIZ DEL CIELO Entre el misterio y la tierra voy fabricando mi historia: un ala apunta a la luz, la otra se esconde en la sombra. Y zozobrando en el viento, cabalgando entre las olas, sólo gano esas batallas que no dan brillo ni gloria. Voy pasando por el mundo entre el amor y las cosas. ¡Extraño desliz del cielo es el hombre y su memoria!
INEXORABLE Cuando el sol parece eterno y sabrosa la alegría, con su blanca melodía, llega el dolor del invierno. Hasta el retoño más tierno está penado a morir, encadenado a cumplir la inexorable partida. ¡mira que duele la vida! ¡Mira que gusta vivir!
HAY QUE MIRAR AL SOL Hay que mirar al sol directamente, a sus ojos de fuego, y a su cara. Mirarlo con descaro manteniendo en sus ojos la mirada. Sin temer su calor, sin miedo a la locura que lo arrastra. No hay que temer la luz, ni temerla ni odiarla. Alumbrarte con ella mientras andas. Aunque quemes tu cielo, tu ayer y tu mañana, hay que mirar al sol, directamente, a sus ojos de fuego, sin miedo a su mirada.
EL LLANTO DE LA TIERRA La tierra se envenena con el llanto doliente de sus pobres criaturas en el vértigo gris de las alturas de la niebla sin fin del camposanto. Bailan la danza del terrible canto, febril desolación de las locuras que tejen casimires de amarguras y visten los ropajes del espanto. Truena el cielo su amarga melodía y la luna sin luna se adormece; el sol ha comenzado su agonía, en plena ebullición desaparece y Dios sentado en su verdad sombría poco a poco se enturbia y enloquece.
LA NOVIA DEL VIENTO Entre espinos y besanas, entre rastrojos sedientos creció mi alma serrana y se hizo novia del viento. Y hacia el viento alzó sus alas y hacia el cielo navegando entró en las etéreas salas siempre volando, volando. Y sacó del aposento de la reina de los cielos ese azul del firmamento que va sembrando en sus vuelos. En su celestial viaje al lado de los luceros llenó de luz su equipaje para alumbrar sus senderos. Y del seráfico río que al aguacero alimenta robó gotas de rocío y el furor de la tormenta. Entre espinos y besanas, entre rastrojos sedientos creció mi alma serrana y se hizo novia del viento. Y volando todavía en el aire se mantiene sin mirar lo que conviene a su torpe economía. MI MUNDO, EL MUNDO Mi mundo, el mundo: extraños universos, esferas que rebotan sin entenderse, sin armonía, a contratiempo. Sin pasillos, sin puertas; destinos paralelos, islas desiertas; soledades que gritan, infinitas distancias. Distintas dimensiones, ajenas realidades, pieles impermeables, contrapuestas ideas. Vecinos imposibles, amor desordenado, imanes que repelen las fuerzas en conflicto
LA RONDA DE AYER Una tormenta de piedras te mece en el horizonte entre el cielo y el abismo, entre la luz y la noche. Un terremoto prendido por las entrañas te corre; ferocidad en tus venas con riachuelos de bronce. Tierra regada de rabia, de sal dura de los hombres, de lágrimas de mujeres vertidas en negras noches. Historia de peregrinos, viajeros, perdedores, gente tejiendo un futuro con dramáticos acordes. Penumbras en las miradas, reseca piel de los montes, huesos rendidos del peso de dolorosas labores, de batallas sin futuro, de tragicómicas voces. Labios quemados y bocas desdentadas y feroces desasosiegos rendidos a un destino que se come las cálidas esperanzas desdichadas de los hombres. Pueblo de recios poetas, de fieros salteadores de bandidos bondadosos, de soberbios arreboles. Pueblo poblado de nobles y gallardos corazones. Ronda merece un presente que le haga honor a su nombre. MELANCOLÍA Ese puñal de fuego, ese dolor terrible que no sangra, que se mete por dentro y que llena de piedras la garganta. Que se instala en el pecho, que no deviene en fugitivas lágrimas, que mancha cuanto toca, y febril se derrama como un aceite amargo, que no encuentra su lámpara. Esa lengua asesina, esa furiosa y persistente lava, ese hielo infinito destruye cuando ataca, el verde del sendero la flor y la hojarasca, la orilla suculenta del camino, la piel de la mañana. Esa bruja indecente esa fiera infinita que no sangra.
EL CALOR DE UNA BARRA Señor de los infiernos infinitos, tú que siempre reclamas mi adhesión más profunda, mi maldad más profana. Tú que enturbias mi vida, Tú que ensucias mi casa: déjame a mano siempre el calor de una barra. Cuando los escorpiones de tus dedos envenenen el alba me quedaré sentado en el cielo de plata, donde el ruido es silencio, en la gloria bendita que desprende la barra. Cuando tu mano negra manche con su tiniebla la almohadas, dibuje nubarrones que atacan por la espalda, yo repondré las fuerzas en el vientre más dulce, al lado de la barra. Cuando tu cataclismo inunde el mundo y echen fuego las flores… y fango las acequias y bilis las palabras; cuando el rencor se esparza con el viento como una lluvia fría, como una injuria gélida, colocaré me hoy y mi mañana al abrigo del mundo, al calor de una barra. Cuando Dios se convierte en tu enemigo y escupen sal las fuentes y hielo las miradas y en el hogar del corazón del hombre ya no queden rescoldos, ni pasión, ni esperanza… Déjame a mano siempre El beso de una barra. Si en tu infierno infinito hay algo que simule el calor de una barra (¡fuego no ha de faltarte!), me olvidaré del cielo y de salvar mi alma. Cuando tu triste sueño esté soñando nuestra historia más triste nuestra noche más larga, yo te estaré esperando como al sol la mañana: hay libre un taburete para ti en esta barra.
LA MEMORIA Me invento en cada instante, me construyo partiendo de los hilos impalpables, unas veces de seda y otras sables que me tienen atado y me hacen suyo. A lomos de una sed meditabunda como una exhalación cambio de rostro y encuentro el porvenir en los calostros del pretérito amargo que me inunda. Con los sueños de ayer vivo el presente (inestable bufón enajenado) contra los miedos de mañana juro, siguiendo sin quererlo la corriente: soy un hijo doliente del pasado que apunta insobornable hacia el futuro.
NO BASTA LA RAZÓN No basta la razón, no es suficiente, hace falta algo más que un argumento, hay que poner delante el sentimiento, hay que armarse de él hasta los dientes. No vale calcular ni ser cobardes, hay que ponerlo todo en la partida, hay que jugarse el resto de salida sin esperar, que puede hacerse tarde. Hay que darle a la vida una ocasión hay que plantarle cara a los más fuertes hay que dejarle un sitio a la pasión y no plegarse al reino de la muerte, poner en cada lid el corazón y no olvidarse nunca de la suerte.
PALABRAS VACÍAS No te dejes llevar por las palabras grandiosas, venerables y vacías mira mejor la luz, la melodía del leve diccionario que tú labras. No permitas que voces sin sustancia dejen la tuya ajándose a lo lejos úsala con valor y sin complejos, derrámala hacia afuera en abundancia. De nada sirve lo que tú no sientes, no dejes tus murallas indefensas, disponte a disfrutar lo que te toca y olvídate de glorias aparentes. si no puedes decir lo que tú piensas, mejor que calles de una vez la boca.
MI TIERRA Esta tierra de mi infancia, cálida, fértil, quebrada tiene la sangre agotada de regalar su abundancia. Tierra firme, tierra santa de este Sur abandonado, por los dioses olvidado, por tanta injusticia, tanta. Ella guarda el frágil barro que puso en pie mi esqueleto, sobre incómodos guijarros y entre espinos majoletos. Llevo dentro sus trigales y ella encierra mis angustias: juveniles, torpes, mustias zozobras primaverales. Ella me ha dado el sabor agridulce de su seno, esa matriz del terreno que te arrulla en su calor. Yo le he devuelto canciones, lágrimas, sueños, sudor y muchos gramos de amor y algunas desilusiones. y un gran canasto de fallos y toneladas de dudas y mis verdades desnudas que por dignidad me callo. Y en perfecta convivencia unimos ambos destinos: yo, construyendo caminos, ella, forjando mi esencia. VA GALLARDO Y PINTURERO Va gallardo y pinturero con su pipa y con su capa, y su insignia en la solapa de su pueblo bandolero, Allí va, a los extranjeros sus rincones explicando y las calles pateando con sus incansables pies; y en su cabeza tramando la nueva obra del TES.
LA ÚLTIMA CENA Se citaron por la noche, oscura como el momento, para colocar un punto y final a sus recuerdos. A media luz, las miradas iban trazando el misterio de las triples volteretas que sufren los sentimientos. Lo mismo que unió una vez, hoy produce desencuentro; las olas, que ayer bañaban, hoy ocasionan siniestros; la nave ufana no es más que un barco a merced del viento. Las palabras se hacen dardos, que lastiman el silencio y las horas se hacen áridos, interminables desiertos. La claridad se oscurece y lo blanco se hace negro; La terrible tempestad hizo estallar los veneros, reventó los manantiales, cegó los abrevaderos. Se evaporó la ternura y el desamor se hizo el dueño, y se comió la alegría el voraz aburrimiento. ¡Cómo se alteran los ritmos cuando se cambian los tiempos! La terrible saciedad se bebe al frágil deseo y la lujuriosa carne se vuelve impasible acero y entre la duda y la nada crece un insondable océano. Entre velitas doradas brindaron con duros verbos, encendieron los reproches y apagaron los encuentros. Trocaron la común senda por caminos paralelos; y así cerraron un mundo para abrir un universo.
LAS SOMBRAS Debajo de las sombras se encuentra el verso, el verso que aniquila todo lo eterno. sus manos no pretenden ser inocentes, son el grito de risas, llantos y muerte. Debajo de las sombras se esconde el beso que desprecia lo justo y rechaza el gesto, generoso y humilde, donde lo bueno se afana por ser agua que apague el fuego. Debajo de las sombras está tu verso, siempre dispuesto a helarse, siempre dispuesto a convertirse en cauce de un frío invierno, de luces apagadas y oscuro infierno. Debajo de las sombras hay otro cuerpo que lucha por sentirse parte del viento. ¡Cuánta riqueza esconde la sombra inmensa! ¡Cuánta miseria aflora triste e intensa. Y NO ACABA LA NOCHE Sale el sol y no amanece el día; canta el gallo y no acaba la noche. Negra luna cabalga el horizonte. Todo es oscuridad. Reina el silencio.
ODA A PAQUILLO «EL  PUJARREÑO» Cuando truena en el cerebro y llueve en el corazón; cuando nieva en las entrañas, cuando se rinde el valor. Cuando un nudo en la garganta impide lanzar la voz, arrímate a don Francisco, él tiene tu solución. Cuando vayas al barrio de los rondeños pregunta por Paquillo “El Pujarreño”. Él tiene arte y gracia suficiente para curarte. Prosigue sus senderos y olvídate de sabias y curanderos. Cuando se hayan dormido todos tus sueños, te los despierta Paco, “El Pujarreño”. UN HOMBRE, UNA BANDERA Nacer aquí o allá es accidente, lo esencial es sentir en cualquier parte que no puede valer un estandarte mucho más que la vida de la gente. Es hermoso sentirse en la corriente del río que nos baña y nos comparte, gozar de las riquezas de aquel arte que nos dio de beber la misma fuente. Mas sin partes no se hace ningún todo, es pura ensoñación, una quimera, pretender imponer que de ese modo se fabrica sin montes cordillera, y hay que aceptar que siempre y sobre todo un hombre vale más que una bandera
PLENITUD Vas andando por el campo, el sol besándote el rostro, la brisa sopla ligera, la luz lo contagia todo. Mañanas dulces de Ronda que vuelven nuevos los ojos; mañanas tibias que arrojan las sombras a los arroyos. En cada palmo de tierra hay un ardiente rescoldo; en cada rincón del alma hay un inmenso jolgorio. Y los árboles te miran con su presencia de mosto, manchas verdes que respiran -como lo hacemos nosotros- ese soplo de la sierra preñado de mil calostros; ese soplo recio y fuerte que nos invade hasta el fondo. Al otro lado del cerro hay un romance de lobos; aquí dentro, aquí en el pecho hay un silencio de oro. Vas andando por el campo y el mundo parece otro. UN BESO Jugando a razonar he razonado que nada vale lo que vale un beso, que nada es más valioso y que por eso más vale ser “besero” que soldado. Un beso es un mensaje enamorado, un abrazo que damos con los labios, un gran demoledor de los agravios, una gota de sol alborozado. Es fácil encontrar la conclusión que tal verdad en su misterio encierra: si un beso alivia más que una oración a los pobres nativos de la Tierra, una caricia, más que un batallón y más arregla un polvo que una guerra.
NO HAY QUE RENDIRSE JAMÁS Guárdate de líderes y de profetas. Sólo sigue la corriente si hay flores en la ribera. Tienes que andar el camino usando sólo tus pasos, métele mano al destino y no temas al fracaso. Camina siempre de frente, no te escondas. Ni te adhieras a mentiras y quimeras. Ante los dogmas, detente. A la verdad entregarse, dócilmente y sin criterio: ese es el modo más serio de errar y de equivocarse. Guárdate de líderes y de profetas. Sólo sigue la corriente si hay flores en la ribera. Encontrarás zancadillas, en abrazos disfrazadas y terribles pesadillas, complacientes y educadas. Y fantasmas y cabrones por arriba y por abajo, y ese atajo de ladrones que viven de tu trabajo. Y te pincharán espinos, y hasta solo te herirás, mas tú sigue tu camino y no te rindas jamás. Guárdate de líderes y de profetas. Sólo sigue la corriente si hay flores en la ribera.
SABIDURÍA Hoy empiezo a mirar de otra manera las espléndidas flores, las espinas; ya no usan mi balcón las golondrinas ni pasan las princesas por mi acera. Mi esperanza se ha ido, ya no espera milagros acechando en las esquinas, ni tesoros guardados en divinas estancias de eterna primavera ya sé bien lo que guardan las caretas que esconden nuestras pálidas verdades: estancias tenebrosas y secretas derrotas, frustraciones, soledades aguzan sus terribles bayonetas, asesinas de pobres vanidades.
PÁSALE, OH SEÑOR, A SATANÁS Pásale, Oh Señor, a Satanás la perpetua inquietud que me domina, no me bastan tu cruz ni tu doctrina, necesito unas cuantas cosas más. Dame un poco de fe del carbonero, dale un poco de luz a los cristianos. Pon mucha caridad entre sus manos, convéncelos que amar es lo primero. No permitas que el néctar de tus frutos se pudra entre sagradas convicciones, entre falsos valores absolutos, entre juegos absurdos del lenguaje. Pide a tus siervos obras, no oraciones y aclárales por siempre tu Mensaje
RESISTIR Aunque reine febril el desamparo, siempre queda un resquicio a la alegría; la insaciable y voraz melancolía pliega velas al gozo más preclaro. Aunque triunfen los lobos esteparios, siempre quedará un gramo de ternura que nos venga a salvar de la locura de sentirnos rapaces adversarios. Siempre quedará un soplo del aliento que procura la gloria de estar vivos, de sentir el latido del momento por mucho que en la red, pobres cautivos, respondiendo al eterno desaliento nos soñemos fugaces fugitivos,
PORVENIR El cauce de la tarde arrastra con su lengua grasienta los sueños que nuestra inocencia teje febril en la mañana y que han sido incubados en el útero fecundo de la madrugada. Suave y dócilmente irán a sucumbir en las sordas y negras entrañas de la noche, donde pasarán a convertirse en una gota más de la amargura que sin tregua nos cerca. O servirán de desengañada simiente para volver a nacerse en otras formas, en otras sementeras; que seguirán germinando eternamente en el apasionado crisol de nuestra etérea, insustancial sustancia, que es preñada en las tinieblas y que vienen a ser con cada nuevo día.
SU LIBERTAD Del azul de las olas en verano se pintaba la cara, de terciopelo cálido de abril sembraba su mirada. Nadie la vio salir de su celosa y plácida mañana. Ni las lluvias de otoño empañaron su alma. Ni el lobo de la noche se ocultó en los rincones de su casa. A salvo de las cosas que enmarañan las vidas cotidianas y que enredan los labios en confusas y pálidas palabras. Aunque tuvo motivos para blandir el hacha, la que todos empuñan, empuñamos en la vida diaria para poner a salvo dignidades oscuras, vanidades extrañas. Pero ella no tenía pleitos con su almohada. Y por eso vivió como le dio la gana.
SIEMPRE PIERDEN LOS MISMOS En las flores y en los cardos, en parroquias y en prostíbulos, en calles y en azoteas, entre padres y entre hijos; en poblados y en aldeas, en ciudades y caminos, en la izquierda y la derecha, en la virtud y en el vicio, en el amor y en la guerra, entre adversarios y amigos; en la gloria y el infierno, en la tierra, en el Olimpo, entre presos y guardianes, filósofos y científicos; en Atenas y en Pekín, en el Islam o el Budismo, en la playa y en la sierra, entre peces y entre anfibios. En la radio y las revistas, en ateneos y en casinos, en la prensa y en la red, aquí y en el quinto pino; en los parques y en el bosque, entre escritores y críticos, entre tirios y troyanos, entre griegos y entre asirios; en palacios y en chabolas, entre pobres y entre ricos: en todas partes hay clases y siempre ganan los mismos.
TU MIRADA La noche lánguidamente por el cerro se derrama. ¡Cuántos ansiosos suspiros refleja la luna clara! Y cuando el sol se despierta y descorre la mañana, un ejército de sombras se esconde detrás del alba. Y una luz despierta al mundo, lo mima y lo pone en marcha; por el brillo de tus ojos madruga la madrugada. Amores que están ardiendo, consumiéndose en su llama, dejad que pasen sus vientos dejad que inunden mi casa. Dejad que cerquen mi cuerpo los chopos y las acacias, que puede el sol esconderse si me alumbra tu mirada.
VOZ DE TERCIOPELO Como un cristal transparente que deja entrever el pecho como una sutil corriente, como un amor satisfecho. Tu canto, dulce lamento, abrigando lo que toca, pasa del alma a la boca y de la boca a los vientos Se esparce como semilla fecunda, que de la tierra se levanta hasta la sierra y desciende hasta la orilla. María, danos tu canto, no lo arrojes al olvido, con él aventan su llanto los corazones heridos. Danos el vidrio sagrado que atesoras en tu pecho y llévate por derecho nuestro oído enamorado. Besa el mundo despacito con tu voz de terciopelo para que alcance en su vuelo los espacios infinitos.

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LA CAÍDA I La afrenta cosmológica Antes de zozobrar en las tinieblas, soñaste un universo a tu medida, a tu imagen heroica, a juego con tus ínfulas. Imaginaste un mundo muy pequeño, cerrado, perentorio, proyección de tu dicha, amorosa extensión, generosa guarida. Poderosa ficción de un mecanismo de esferas en perfectas armonías, insondables y eternas, fruto y reflejo de la luz divina. Te figuraste un sol, fiel guardián de flores amarillas, eterno y arrogante, testigo luminoso de tus días, exclusiva candela para el gran soberano absolutista. Y en el centro tu casa, exigiendo a los astros pleitesía. Vanidades gloriosas que la noche adivina y secuestra villana en su mazmorra de negra rejería. Antes de encaminarte a los abismos de grandezas marchitas, fuiste el dueño de un orbe delicioso, forjado pieza a pieza desde arriba, donde un ser infalible, con humildes arcillas modelaba sustancias orgullosas, dirigiendo la febril maniobra, ordenando la fausta sinfonía. Un mundo solitario, de suaves colinas, de oasis deliciosos, circundado de arcángeles y glorias, de acuarelas benditas. Un orbe en una historia con punto de partida, destinada a una meta luminosa, a una triunfal conquista, a un final de los tiempos, a una intrépida y titánica partida. Un bastión donde osabas orgulloso enfrentarte a la deriva, jugando con ventaja, ingenuas potestades pervertidas. Mas un rayo de hielo te despertó brutal, te congeló en la boca la alegría y con el verbo claro de la ciencia te ofreció sus espinas, te movió desde un trono a una pobre y redonda pesadilla; te trasladó del centro luminoso a una banal orilla, alejada de todo, inapreciable brizna olvidada del mágico infinito, un átomo, una chispa del eterno equilibrio que el universo esconde en su agonía. Nada que ya recuerde al glorioso vergel vuelto cenizas, minucias en medio de un vacío cargado de mundos sin noticia, de navegante amor por esos orbes de importancias perdidas. Sereno paraíso convertido en vulgar melancolía, en un limbo sin dueño, en una lucha sin cuartel y sin salida. II La afrenta antropológica Antes de naufragar en esta noche de brillantes esferas, de soles semejantes a aquel que acariciaba tu cabeza, te miraste supremo soberano, elegido del Cielo, el dueño de la Tierra. Te apropiaste del fruto y del misterio, del fuego luminoso, de la verdad postrera. Reinaste sobre plantas y animales, pasiones y espejismos, montañas y mareas. Soberbio en tu ambición, te adueñaste del reino, izaste vanidades y fronteras y sobre charcos cárdenos de sangre erigiste un imperio de tinieblas. Y lejos de amigarte, convertiste el invento en una guerra., en un trágico invento, en una triste página siniestra, el corazón de un mundo solitario, el centro de una fábula escrita a mano por un dios a ciegas. Antes de andar sin rumbo, antes de tu inefable decadencia, con tu cetro dorado golpeaste venturas y promesas, corduras y rincones, mancillaste los mares y las sendas. El mejor y el más grande de los seres usando su poder contra sí mismo, contra su propia mismidad ajena. Un monarca entregado a destruir su reino y su vivienda.
Desolado paisaje, programada miseria va dejando tu pie por donde pisa, tierra quemada y muerta. Aquel globo perfecto se desinfló sin más, “porca miseria” y poco a poco se nos fue alejando, se convirtió en un punto de un paisaje pletórico de estrellas. Un agravio insufrible, una injuria imposible y delirante, una penosa ofensa para el glorioso príncipe, para el rey de la fiesta. Pero aquel empujón evolutivo emparentó tu gloria con las fieras, te convirtió en momento, en un instante de la cruel y azarosa contingencia; en un vulgar anillo de la indeleble y pertinaz cadena; sin un soplo divino, simple conglomerado de moléculas, de infinitos caminos, de innumerables dones en potencia. Vulnerable a los vientos, expuesto a las sorpresas, vinculado a un proyecto controlado sin rumbo desde fuera. Ángel desalojado, delirante cabeza, imperceptible y ardoroso átomo, espíritu sin reino, lacrimosa materia punto y seguido y no punto y final de un texto que se escribe por su cuenta. Sin planos y sin plan, al puro azar se entrega y al azar se dirige para acatar sus fortuitas reglas. III La afrenta psicológica Antes de tu derrota prematura, antes de que perdieras los espejos, de que te abandonaran las certezas, de caer en el reino de los ciegos, te soñaste piloto, señor de tus adentros, conductor racional de tu conciencia, director de tu feudo, capitán de una nave controlada hasta el último extremo. Delirios de grandeza de una mente sin límites ni obstáculos, entregada al albur de sus deseos; señora de sus actos y sus obras, tirana de sus voces y sus ecos; ufana de su origen, ángel forjado con cincel del cielo. Animada materia vencida, desolada, perdida en un inhóspito desierto que no encuentra raíces donde poner su tronco y sus anhelos. Tras aquella aventura, te venció la nostalgia dormida en los sonidos del silencio. Antes de resignarte a la obediencia, antes que esclavo de sus propios miedos controlabas los hilos del presente, dominando el pasado y sus efectos, presintiendo el futuro, desvelando misterios. Estabas convencido de llegar al fondo de las cosas, al mar de los secretos, explicando las causas, desvelando sucesos, proponiendo razones objetivas, milagrosos milagros de otros tiempos. Llegaste donde nadie osó jamás llegar, ni lobos ni corderos fueron una amenaza para ti, para tu orgullo en celo. Nadie diría mirando tu semblante que algún día moverían tus cimientos, los pasos sigilosos de los monstruos larvados del cerebro, nadie iba a prever que moverían tus hilos que activan los motores de tu cuerpo. Pero un día, de pronto, los freudianos conceptos echaron a volar todas las dudas, remontaron el vuelo, los pálidos fantasmas de las sombras, los trágicos ello, ego, super-ego y empezaste a notar que el inconsciente pesa más que tus lógicos desvelos, que se te estaban yendo de las manos tus razones, tus credos, tus falsas esperanzas de un futuro cerrado y halagüeño. ynoacabalanoche
Y empezaste a notar que no hay caminos, sino sueño constante de senderos, que las cosas no cuadran, que vivir es jugar un juego incierto, que la verdad se embarra cada vez que se erige en privilegio. Notas que estás perdido, que te has vuelto un juguete al capricho de impulsos negros, ciegos, de instintos que someten tu natural tendencia al devaneo, tu inocente arrogancia, tu triste condición de prisionero. IV La afrenta psicológica Ahora en vano revuelves los escombros, buscando el esplendor de aquella casa entre granzas que ocultan invisibles partículas manchadas de aquellas frondosas apariencias que antes te rodeaban. Buscas en un océano de arena un grano de nostalgia, una estela fugaz de aquellos tiempos, un gramo de nobleza acrisolada, alguna explicación, una respuesta que te enjuguen las lágrimas. Pero el reino perdido no regresa, se resiste a volver, no soporta la claridad del alba, porque era un espejismo una ilusa entelequia alucinada, una promesa rota, una mentira amarga. La tremenda caída te dejó para siempre en la estacada a merced de una leyes infalibles, impasibles, impávidas. En la noche agitada no hay recuerdos que consuelen el alma. Buscas sin ilusión y sin descanso y encuentras que el tirano que reinaba es una sombra errante, una queja vencida, desahuciada, un enfermo incurable que sólo encuentra alivio en las palabras. Buscas sin descansar y sólo encuentras Vacilantes certezas y verdades amargas, en permanente fuga deshaciendo su esencia en la distancia. Ahora quieres volar, pero te faltan alas, apenas tienes fuerzas suficientes para llenar de fuego tu mirada, abatido y cansado de cargar con la insufrible levedad del alma. Buscas, pero tu ejército se ha quedado sin balas, a merced de un contrario que sin cuidado y sin temor avanza. Buscar y no encontrar es la terrible maldición humana, buscar para seguir buscando más allá de la esperanza. A bordo de tus pálidas desdichas transportas las carencias que te lastran y llevas como un torpe costalero una existencia vaga, un querer sin poder encontrarle sentido a esta maraña, a esta fronda que ciega los caminos, a esta tibia existencia macerada. Has de llevar a cuestas tu esqueleto rendido, tu lamentable estampa, el halo que engalana al quebrantado y tu insignificancia. Vencido por tres fieras invencibles, sin brújula que oriente tu escapada. Muñeco del destino, has de sufrir la sin igual desgracia de estar encarcelado siendo libre, de no saber tu sitio en este drama. Sobrellevar en soledad con otros, con indeleble dignidad humana la mortal y terrible paradoja el insensato sino que desarma al que es capaz de presentir el todo, no siendo más que un soplo de la nada.