Este es el manifiesto que he escrito para el Día del Teatro, a petición de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento. Desgraciadamente, los acontecimientos han hecho imposible su difusión.


(27 de marzo de 2020)
Cuando la vida cotidiana se vuelve una trampa, cuando los que tienen el poder utilizan miserablemente el miedo como una forma más de controlarnos, cuando la política se convierte en una trinchera en la que la única propuesta, el único programa consiste en acabar con el contrario, cuando en la vida diaria se usa la mentira para descalificar sin ningún pudor a quien se oponga a nuestros intereses, a quien opine de otra forma, a quien tenga otra forma de pensar… entonces es el momento de echarse en los brazos del arte. Por ejemplo, el que preferimos todos los que hoy estamos aquí reunidos a su alrededor, el teatro.
En sus brazos nos sentiremos mejor, nos sentiremos bien, más auténticos, más personas, más humanos. En estos tiempos livianos, el teatro puede proporcionarle un sentido a nuestra vida, aunque sea leve, aunque sea provisional. Algo es algo. Pero no solo puede tener ese valor terapéutico individual, personal, el teatro es capaz también de propiciar el entendimiento, la comprensión, la tolerancia con los demás; tiene, sin duda, una función social. El teatro nos pone delante de la única alternativa a la trivialidad, al mal rollo, a la insignificancia. Un arma que se despliega en dos frentes: el diálogo como única arma de combate y la pasión como aliento último de todas y cada una de las acciones humanas.
Solo el arte es capaz de hacernos entender que el objetivo no es acabar con los otros, sino entenderlos, comprenderlos e integrarlos; no hay que intentar someter a los demás, sino convivir con ellos, crecer junto a ellos.
El teatro es, además, una fuente inagotable de empatía, esa señora que nos permite vivir en otras vivas, sentir lo que sienten los demás, participar afectivamente de los problemas, las inquietudes y las esperanzas de los otros. Casi nada. Eso ya es mucho en estos tiempos de mezquindades y egoísmos variados.
Estamos viviendo tiempos difíciles; estamos asistienddo a un presente lleno de de banalidad Los docentes nos sentimos especialmente dolidos por esta trivialidad galopante que nos acosa por todas partes, así que yo os recomiendo que os enamoréis aún más de lo que ya lo estáis de este nuestro género sagrado. Muchos afirman y defienden que el teatro no puede ni podrá cambiar nada de ese estado de cosas, pero eso no es verdad, porque el teatro es un refugio seguro y eficaz contra la barbarie, la crueldad y las atrocidades a las que tantas veces el ser humano se suele entregar.
Y, por último, os voy a dar una buena noticia: el teatro no va a desaparecer, porque el teatro forma parte de la vida, lo mismo que el dolor, la alegría, el placer y la muerte.
Por cierto, la palabra teatro procede de la griega theatron, que significa “lugar donde se mira”. Parece querernos decir que al teatro se va a ver cómo discurren las vidas de otras personas, a contemplar pasivamente las historias que les ocurren a unos personajes que nos son ajenos. Nada más lejos de la realidad. La verdad es que al teatro se acude a vivir en otras vidas, a entender nuestra propia existencia, a sentir nuestra propia precariedad, nuestra consustancial fragilidad humana.
Pero el teatro es más, es mucho más…
El teatro es delirio, es fantasía,
es magia que se cuela por los poros,
es navegar usando la poesía
en el mar de la escena y de los foros.
El teatro es consuelo que te eleva,
es un gran despilfarro de emociones,
es bañarte en un río que te lleva
derecho a un maremágnum de pasiones.
El teatro es vivir en otras vidas,
el teatro es morir en otras muertes,
es nunca dar la vida por perdida,
es un siempre empezar a conocerte.
El teatro es abrir una ventana;
es miedo, es tensión y es agonía,
es reunir la noche y la mañana,
confundir la tristeza y la alegría.
El teatro es vivir esa aventura
que sueña cualquier alma enamorada;
es llegar al umbral de la locura,
es vivir en el filo de la nada.
El teatro es sacar de la chistera
los sueños que sembramos en el viento,
es empezar a ser el que quisieras,
es volar sin moverte del asiento.