Casa DE LOS MARTOS

En la casa de los Martos
una veleta traviesa
dice dónde nace el viento:
en la campiña, en la sierra;
flama tibia  del levante,
hielo del norte que pela,
caricia del sur radiante,
del poniente, las tormentas.

.

La casa que conocemos hoy con el nombre genérico de “la Casa del Campillo”, es propiedad de la familia Martos, en la actualidad de las nietas de D. Francisco Martos Crooke y de su Esposa Dª Maria Avilés-Casco. La casa, en sus orígenes, era una casita corriente adosada a la puerta de los Molinos, que compró el padre de D. Francisco , abogado malagueño que se trasladó a Ronda con su familia.   Él mandó derruir la casa vieja y le encargó la obra a D. Andrés Ramírez, un constructor afamado de Ronda que subcontrató la casa al abuelo de Rafael Aguilera Hormigo, Rafael Aguilera. Su hijo Francisco, heredero de la casa, se casó con una muchacha muy adinerada de Ronda, llamada María Alejandra Avilés-Casco (ella se hacía llamar María-Alex y así firmaba sus óleos), mientras que sus hermanas se casaron, Dolores, con un militar que llegó a General,  Gómez López y Ana con  un miembro  de los Ramos Paul.
Como anécdota contaré que el abuelo de los Martos, el que mandó construir la casa, mantuvo un litigio con los hortelanos, porque destruyó la puerta que había donde actualmente empieza el camino y que era la  entrada y salida para acceder a los Molinos y  a las huertas. Esto no gustó a los hortelanos, que denunciaron el atropello, y la actitud del tal  Martos, que los apedreaba cuando subían por el camino.    Pero la puerta no volvió. En compensación se puso el azulejo que vemos hoy en día, con la inscripción “Ciudad de Ronda, Puerta de los Molinos”. 
La casa cuenta con una situación estratégica envidiable y es una mansión señorial con una estructura muy sólida y unos trabajos en madera de caoba, sobre todo puertas y zócalos. Este Martos,  que era muy buen abogado, ganó un litigio con una familia de Cuba y se trajo bastante madera de caoba que luego utilizó para su casa. Además de este detalle de las puertas, zócalos y muebles, la casa posee una riqueza importante en cerámicas de estilo sevillano y granadino.   
El jardín, aunque pequeño, es muy coqueto y posee unas panorámicas del sector norte de Ronda que son una maravilla; se procuró en alguna ocasión instalar algún tipo de actividad de tipo turístico por los nietos de la familia, pero todos los intentos han fracasado a más o menos plazo.    Por su situación, por sus instalaciones y sobre todo por la parcela importante que ocupa,, merecería la pena que se tuviera en cuenta, por parte del Municipio, la posibilidad de recuperarla y ponerla en valor como parte del Patrimonio rondeño.   Los bajos  estaban dedicados al servicio, las cocinas, los fregaderos, los gallineros y un pequeño huerto, que cuidaba la familia de los Carrasco, unos tíos de María de los Ángeles, mi primera mujer; así que yo, con determinada frecuencia acudía con mi novia a visitar a sus tíos, los caseros, de ahí que conociera un poco la casa.

Casa DE LOS DUQUES DE AHUMADA

En esta casa vivió
y escribió el gran Don Vicente
Espinel, aquel rondeño
de las letras un orfebre.
Gloria que Ronda dio al  mundo,
regio fruto de su vientre.

La casa de los Duques de Ahumada se encuentra justo a la derecha de la primitiva iglesia de los Salesianos y frente a la casa de D. Francisco Hinojosa. A pesar del título, se hizo la demolición con la intención de recuperarla, pero después de más de veinte años, nadie se ha preocupado de ese tema. Sin embargo, el Ayuntamiento de la época, permitió la demolición, después de haber segregado las caballerizas para hacer apartamentos y sin vigilar, para nada, la misma. De esta forma ha desaparecido de un “gruazo” una de las casa más emblemáticas de Ronda.
No debemos olvidar que el Duque de Ahumada fue el fundador del Cuerpo de la Guardia Civil, de tanto prestigio en España. Actualmente, es un solar lleno de hierbajos, con el brocal del antiguo pozo que había en el patio interior. La casa ocupaba toda la manzana, pero en su tiempo se segregó la parte trasera y las caballerizas y se hicieron unas casitas individuales en la parte posterior y en las caballerizas un bloque enorme, sin haber respetado los volúmenes que tenía. La parte posterior de la casa era, así mismo, propiedad de la familia Ahumada; se trataba de una serie de casitas adosadas; entre ellas, y en la del rincón, estuvo durante mucho tiempo el taller de un carpintero famoso de Ronda, llamado Juan González «El Sordo». Y, asimismo, la casa que lindaba con la anterior se restauró también, ya adquirida por unos privados.
En esta casa se cuenta, y así lo decía una plaza que había situada en la fachada, “vivió el beneficiario de Santa María, el Maestro Vicente Espinel”. Hoy se ha puesto una placa que rememora este detalle, aunque no está en la casa original, que era la de más abajo, sino en la de mi amigo Juan «El Sordo». El último Duque se llamó D. Diego Chico de Guzmán y Mencos, que estaba casado con Dª Ana María Girón y Canthal. Estos duques tuvieron mucho tiempo de caseros a la familia Troyano, familia muy querida y reconocida en Ronda y que habitaban la casa en las largas temporadas en que los Duques no estaban en Ronda. De hecho, los últimos moradores han sido ellos. Se ha conservado la fachada con la portada en piedra y el escudo de la familia de los Ahumada.

Casa DE LOS CONDES DE SANTA POLA

¡Ay, ese rancio abolengo!
que envidiaban los vecinos;
que cuidaban los lacayos
con dedicación y mimo.
 
¡Ay, ese rancio prestigio!
de veranos en el pueblo
acumulando calores
para aguantar el invierno.
Aquel ilustreportal
aquella eximia nobleza
hoy es un trajín de platos,
solaz de la clase media.

Lo recuerdo como si fuese ayer. Justo enfrente de mi casa natal. Un hombre alto, elegante, pulcro y su señora bajita, igual de elegante, con estilo de mujer que “había tenido”, pero ¡ay! los años borran esas cosas a las que las mujeres se aferran tanto. Era el matrimonio que formaban los Condes de Santa Pola, los Antequera, familia de rancio abolengo nobiliario que habían elegido Ronda para vivir sus veranos. Cuando llegaban era una fiesta: los coches, los niños, las criadas y los criados y un sin fin de cosas que bajaban de aquellos coches. Felicidad Cabezudo y Miguel , su marido, que vivían en la casa todo el año salían con aquella alegría a recibir a sus señores que se habían acordado de regresar a este nido rondeño de sus reposos.
La casa de los Condes de Santa Pola, había formado parte de la Mina de Ronda en los tiempos antiguos. Hay que tener en cuenta que la estructura de la Mina ocupaba casi toda la cornisa oeste de la garganta. Después fue adquirido este espacio y privatizado, aunque conserva todavía en los bajos restos de estructuras árabes, con arcos y construcción en ladrillo que habían fabricado los árabes y que formaban parte de la citada estructura de la Mina. También se conservaba una aljibe que a los niños de entonces nos daba mucho miedo.
La casa es mas bien pequeña, pero suficiente para la familia. La portada es de piedra del Arroyo del Toro y tiene en el dintel el Escudo de Armas de los Santa Pola. Está distribuida de la siguiente manera: en la parte baja, un recibidor y a continuación un pasillo con una serie de habitaciones a la izquierda y un salón al fondo con unas vistas preciosas e impresionantes de la garganta. A la derecha estaba situada la cocina. En la parte superior, las habitaciones de los niños, los cuartos de baño y, al final de pasillo, como en la planta anterior, la habitación de los Condes, con las mismas vistas que el salón del piso bajo.
Posteriormente, la casa fue vendida a los Condes, que la convirtieron en su residencia de verano, o lo que en Ronda se ha conocido siempre como “casa solariega”. A Ronda acudieron, como ya hemos dicho en alguna otra ocasión, muchas de estas familias que vinieron llamados por la situación, por el clima y por la tranquilidad. Estos nobles acudían buscando la soledad de la sierra y el aire puro para los pulmones de sus hijos y de ellos mismos. Pero esta familia era muy accesible, humilde, simpática y se codearon con nosotros sin ningún tipo de dificultas. Sobre todo los niños éramos una pandilla de nervios gritones que podíamos volver loco al conde más pintado. Me acuerdo de Luciano, el mayor de los niños y cómo bajábamos por aquellas escaleras que conducían a los sótanos de la casa y con qué miedo entrábamos en los recintos estrechos y lóbregos. Recuerdo que ellos tenían agua corriente y servicios, cuando en nuestras casas de vecinos sólo había uno común y un grifo de agua para todos. Alrededor de estos nobles siempre acudían las personas del servicio que habitaban las casas de alrededor que eran más humildes, pero dignas.
En la actualidad, el Conde es Luciano Antequera, aquel que de niño jugaba con nosotros, que ha vendido la casa a José Muñoz, que la ha convertido en un restaurante asador que regenta mi amigo Nacho y su esposa, hija de mi amigo Tomás Mayo, gran profesional que conserva en Ronda, a través de sus hijos, su bien hacer en el mundo de la restauración que aprendiera en el Hotel Ritz de Madrid.

Casa DE LOS CONDES DE MONTELIRIO

Sobre alturas imposibles
entre El Tajo y la nostalgia
sigue brillando el encanto
y el resplandor de esta casa.

Hunde sus luengas raíces
en una roca dorada
y desde su altura el río
parece un hilo de plata.

La casa de los Condes de Montelirio es la que se ha reconvertido en Hotel y Restaurante con ese nombre, en la calle Tenorio. Esta casa es una de las muchas que entraron en las particiones que los Reyes Católicos hicieron; ésta le tocó a los Atienza, es decir a D. Mariano Atienza y Tello. Éste Atienza heredó de los Aguados una fortuna inmensa y de ahí también heredó el título de Conde de Montelirio. Estos Aguados eran banqueros en Londres y eran inmensamente ricos, así que con el dinero de su familiar, D. Mariano amplió su casa y la modernizó, haciendo una mucho más acorde con el dinero y la posición social que le correspondía. Cuando vino a ser Conde, el Atienza se convirtió en un dandy, y con su chofer Guillermo (William), que era inglés, se recorría en la época los lugares más importantes de juegos y carreras, incluidos Biarrizt y Niza, sin privarse, por supuesto, de sus flirteos con mujeres, a las que el dinero le hizo muy aficionado.
Los Condes de Montelirio eran los dueños de la finca del Duende, la que se conoce popularmente como Lourdes. Ahí mandaron construir una capilla dedicada a la Virgen de Lourdes, de la que ellos eran muy devotos y en la que siempre se tenían los ornamentos para la celebración de la misa. De igual forma construyeron un mausoleo, en el que se hacían los enterramientos de los Atienza.
La casa de los condes y sus propiedades las heredó D. Rafael Atienza, hermano del Marqués de Salvatierra, D. Pablo Atienza, al que denominaba el pueblo con el sobrenombre de “el marquesito”. El público, con el tiempo, fue entrando, forzando cancelas y candados y ultrajando aquel lugar, de manera que D. Rafael, mandó que los restos de sus antepasados se trasladaran a Ronda. Las últimas personas que yo recuerdo que han estado en ese lugar y han celebrado misa hemos sido los miembros del TES de Ronda que un buen día organizamos una excursión y allí, José Mustafá (Pepe “El Moro”) nos hizo un arroz de los suyos y D. Gonzalo Huesa ofició la Eucaristía.
En la actualidad, la casa ha sido vendida por los Atienza a una sociedad sevillana, que ha instalado en ella un hotel con el nombre de Montelirio. El Hotel conserva la estructura de la casa que estaba situada en la cornisa este del Tajo. Se ha hecho una restauración espléndida y se han conservado las terrazas exteriores con unas vistas del Tajo y del Puente Nuevo que son una maravilla. La fachada es la clásica de las casas solariegas de Ronda, austera, en piedra de cantería rondeña y con una arco decorado de medio punto.

Casa CUARTEL DE LA GUARDIA CIVIL

En tiempo de bandidos
y bandoleros,
en esta casa moraban
los picoletos.
Tricornios y guerreras
en los balcones
y detrás de las rejas
vidas de pobres.

En la Plaza del Ruedo de Doña Elvira, la Duquesa de Parcent compró una casa que había en la esquina, justo enfrente de la suya, para poner sus cocheras y, asimismo, hacer una pequeña casita para el servicio. También compró otra vivienda enorme, que estaba más arriba., en el rincón, que es la conocida como el cuartel.
La causa de su nombre viene dada, porque  la Duquesa la cedió  para que se alojara un batallón de caballería de la Guardia Civil que venía al mando de un teniente y que se alojaría en Ronda. Desde esas fechas la casa pasó a ser propiedad de dicho Cuerpo, hasta que casi arruinada se vendió a unos privados.
El cuartel, como nosotros lo conocíamos, era una Casa Cuartel de las típicas que existían en toda España. Eran casas muy mal dotadas y donde las familias de los
guardias malvivían. La ventaja era que tenían donde vivir y se ahorraban el pago de alquileres y con el efímero sueldo que ganaban mantenían de mala manera a la familia. En esta Casa Cuartel vivió una hermano de mi padre, cabo guardia civil, casado con una hermana de mi madre. Allí les conocí en una de las visitas que mi madre hacía a sus hermanos rondeños.
Por un suceso desgraciado que ocurrió en Ronda y en el que intervino una pareja de la guardia civil, el Ministro de Defensa de la época expulsó del cuerpo a todo el destacamento de Ronda, incluido el cabo al mando.  Al teniente lo trasladaron de puesto. Entonces los guardias  se vieron en la calle sin sueldo y sin oficio, menos mal, que se habían dedicado a perseguir a los contrabandistas


 que venían de Gibraltar con sus matutes llenos de café, tabaco, azúcar, sedas, penicilinas, quesos de bola, edulcorantes, conjuntos de lana,  etc. Así que algunos de ellos, que habían aprendido el oficio, se dedicaron a ser perseguidos por sus compañeros, pues no les quedó más remedio que dedicarse al contrabando.
Entre estos civiles hubo uno que era una persona maravillosa, que tenía tres hijos, estupendos ellos también, y que fueron durante muchos años compañeros de travesuras, e incluso ahora conservo una buena amistad con ellos. Entre nuestras aventuras estaba una muy arriesgada: como la guardia civil perseguía a los contrabandistas, estos, a la altura de la Estación de la Indiana, le tiraban los matutes de tabaco, café, etc. a sus mujeres o a sus hijos, que los tomaban y se veían a Ronda corriendo por los bajos del Tajo.
En más de una ocasión íbamos, estos amigos y yo mismo, a la estación y recogíamos la mercancía para huir, cual alma que lleva el diablo, cuesta arriba para evitar a los civiles. Éramos jóvenes y de pies muy ligeros, así que nunca tuvimos problemas, pero era demasiado arriesgado, en opinión de nuestras madres. ¡Qué remedio! Había que ayudar.
En la actualidad, las cocheras siguen siéndolo y la casa, muy deteriorada, la compraron al alimón Antonio Aguilera (El Farfollito) y su cuñado Antonio Troyano, así que, en la actualidad, son sus viudas las dueñas de esta espléndida casa, aunque esté en ruinas. 

Casa DE LOS HERNÁNDEZ

Una casa en ruinas
es un sueño vencido;
una brutal venganza
que se toma el destino.
Una casa desierta;
sin risas ni gemidos
es un triste naufragio
donde habita el olvido.

Justo por encima de la casa de vecinos donde yo naciera, en el número 2 de la calle Santo Domingo, han vivido tradicionalmente los Hernández. Ya hablamos de la Duquesa de Parcent en varios lugares de este libro y de la importancia que esta señora tuvo con su aportación a las artesanías de Ronda. Ella, que era una inquieta y que además quería terminar de decorar su casa, trajo de Castilla a un buen número de artesanos; con ellos terminó su casa, hoy conocida como del Rey Moro, aunque la vivienda es muy moderna y nunca vivió en ella ningún Rey tal, pero esa es una historia que ya contamos en su lugar.
Ella, la Duquesa, trajo ebanistas, carpinteros, tallistas, tejedores, jardineros, bordadores, etc. Entre los tallistas se encontraba el padre de los hermanos Hernández, Juan, Manolo y Antonio. A aquél le encarga la Duquesa la decoración de su casa con artesonados, escaleras, puertas, muebles, etcetera, que aún hoy se mantienen a pesar de la ruina en la que se encuentra.
La duquesa le buscó hospedaje a esta familia cerca de su casa, en distintas ubicaciones; se trataba de casas que ella le alquilaba a esta familia, hasta que encontraron una que había al comienzo de la calle, una casa amplia, con un hermoso patio de columnas, habitaciones abajo, que Hernández padre, convirtió enseguida en taller de carpintería, talla, ebanistería y pintura. La parte alta la reservó para las habitaciones de su familia. Pasado el tiempo, los hijos la heredaron y en ella han vivido tradicionalmente.
Principalmente, Manolo y Juan, han sido los dos grandes artistas de la ebanistería y la talla y la pintura; de sus manos han salido algunas, maravillosas, para familias de Ronda y muebles castellanos para la incipiente Costa del Sol. Muchos pisos y apartamentos de la Costa salieron de las manos de los Hernández. Y también salieron de los pinceles de Juan verdaderas obras de arte. De sus manos salió, también, el antiguo trono del Cristo de la Sangre y algunos otros más que ellos realizaron para hermandades de Ronda, de Sevilla y Málaga. Al final desparecieron los hijos y quedó sólo la hija, Carmela Hernández, que ya muy avanzada de edad se retiró a Málaga a vivir con sus sobrinos, pues Manolo y Juan, como también Carmela, eran solteros. Yo mantuve una relación de vecindad con Manolo (él fue el carpintero que me hizo el dormitorio para mi primer matrimonio, un dormitorio castellano envidia de muchos) y mucha con Carmela. Ella me decía “Pepillo” y le gustaba que le recordara mis tiempos de niño, que eran sus tiempos de mozuela. Esta familia, con sus trabajos, hizo bastante dinero y cuando se presentó la ocasión, Carmela, compró la casa que su padre le había decorado y la que había traído a su madre, a ella y a sus hermanos a Ronda No sólo compró esa casa sino que hizo lo mismo con todas las de enfrente de la de la Duquesa y casi todo el Ruedo de Doña Elvira. Ella se dedicó a las antigüedades, a la muerte de sus hermanos e hizo una expoliación importante de los muebles y objetos de decoración para venderlos como tales. Descuidó la casa y así ha terminado en la ruina que es actualmente y que ha sido comprada por una compañía alemana para construir un hotel de cinco estrellas. Eso han dicho, al menos. Recuerdo lo mal que lo pasó cuando tuvo que dejar Ronda por causa de su mala salud y del disgusto que le dieron unos ladronzuelos que asaltaron la casa y la dejaron a ella en muy mal estado. A raíz de esto, se fue a vivir con sus sobrimos y Antonio restauró la vivienda y la habita actualmente.

Casa del GIGANTE

Sarcófagos, estucados,
en la Casa del Gigante,
restos de un tiempo perdido,
de las grandezas de antes.
Ayer moros la moraron
con sus lujos deslumbrantes;
Casa que no es una casa,
gigante que no es gigante.

El Museo de la Casa del Gigante, situado frente al Palacio de los Marqueses de Moctezuma, en la Plaza de su mismo nombre, era antiguamente la Casa de los Gómez de las Cortinas, familia noble de Ronda que participó en la reconquista de la Ciudad y que tenían varias viviendas en la misma, una de ellas ésta, ahora Museo.
La casa, de origen árabe, conserva en su interior un salón que estaba a la entrada de la misma y en el que se pueden ver una serie de estucados árabes bastante bien conservados y un artesonado en Madera, de estilo mudéjar, recuperado en la actualidad. Es la única casa en Ronda en la que se conservan estos restos de origen totalmente árabe.
La casa ha estado abandonada durante una buena parte del siglo XX, ya que ésta familia vivía habitualmente en la que tienen al lado de la Puerta de la Ecijara, aunque realmente su residencia la tiene D. Mariano Gómez de las Cortinas en Granada; la casa de Ronda se la ha cuidado tradicionalmente la Familia Sedeño Lara, más conocida en Ronda por los “Pepe mío”.
La Plaza del Gigante llevaba, antiguamente, el nombre de los Marqueses de Moctezuma, pero cuando las aguas de lluvia que bajaban por la calle de San Francisco, a veces en forma de riada, pusieron al descubierto la figura de un Hércules de piedra berroqueña del siglo VII a.C. (lo que se ha investigado hace pocas fechas por un equipo de arqueólogos de Madrid), D. Pedro Guerrero de Escalante, antiguo propietario, mandó poner en la esquina izquierda de su casa la citada figura, y el pueblo le empezó a llamar Casa del Gigante, por las dimensiones de la figura, y posteriormente Plaza del Gigante, que es el nombre que conserva en la actualidad.
Una vez expropiada la Casa por el Ayuntamiento, ha sido restaurada y abierta al público, hace dos años, como Museo. En él se encuentran principalmente restos de vasijas de la época árabe y una colección importante de la arqueología árabe. La figura se sustituyó por una copia, y el original se expone, actualmente, en el Museo, como la pieza más importante del mismo. Se hizo una restauración del artesonadoy también de la decoración en estuco del salón principal y de otros que se han encontrado en la casa. Hay una muestra de artesonado antiguo, de igual forma expuesto como pieza de museo. En la casa se encontraron unos recipientes en forma de sarcófagos, que se suponen de la época romana y que se encuentran expuestos. Con esta restauración se ha recuperado uno de los edificios más importantes que Ronda tiene de la civilización musulmana. Ha sido otro de los Buenos trabajos de recuperación que la municipalidad ha llevado a cabo.

Casa DEL REY MORO

Besos de moros altivos
y moras enamoradas
se acurrucan en sus piedras,
ahnegados entre lágrimas;
leyendas que tejió Ronda
alrededor de esta casa,
que no conoció princesas
ni majestades islámicas.

La conocida como Casa del Rey Moro,fue  en origen una sucesión de viviendas, propiedad de los Marqueses de Salvatierra, que las vendieron a la Duquesa de Parcent, para que ésta construyera la Casa Palacio de su nombre.
Está construida sobre lo que fuera el antiguo acceso a la mina de agua que hay en su fondo, a unos cien metros de profundidad. La así llamada es un pasadizo que arranca de la propia casa baja, aprovechando una grieta de la roca, hasta el fondo. En la citada falla se hizo un pasaje de origen árabe por el que a través de más de doscientos escalones se accedía al nacimiento del río Guadalevín, del que retomaba agua para la ciudad y la casa.
En la actualidad se ha restaurado el pasaje y arreglado el acceso a la mina, que se puede visitar, como así mismo los jardines, que, aunque un poco deteriorados, tienen un encanto especial.
  Los jardines son obra del diseñador y botánico francés Forestier, personaje que fue traído por la Duquesa para diseñarlos y construirlos  y los de la Plaza de la Ciudad o de la Duquesa de Parcent. Como cosa curiosa, el citado Forrestier, diseñó los jardines de la Plaza utilizando la forma perimetral de la corona ducal, dándole en su interior la forma del escudo, hoy casi desaparecido, ya que al ser restaurados,  no se ha tenido en cuenta este detalle.
La Duquesa, cuando terminó su palacio, mandó poner en la puerta de entrada del servicio un mosaico con la figura, supuesta, del Rey Abomelic I, de ahí que el pueblo llano la apodara con el nombre de “Rey Moro”, con el que es conocido en la actualidad, más que por el de  su ilustre inquilina.
La casa se encuentra en la conocida como calle o cuesta de Santo Domingo, y se extiende su fachada,a lo largo de la misma aprovechando la curva que la cuesta hace y donde más de una vez  nos hemos estrellado con las bicicletas que alquilábamos en casa Peso. La casa posee una distribución muy irregular, ya que ha pasado por varios propietarios, que al ser tan grande, la han ido adaptando a sus necesidades y segregando apartamentos para   alquilar. Pese a ello, aún conserva las obras que en madera hiciese el maestro Hernández, principalmente escaleras y artesonados.
La casa posee, una vez que se accede por la puerta principal, un patio interior cerrado, ocho columnas de piedra, por el que, a través de una enorme puerta vidriera, se sale a los jardines; éstos están hechos en distintos niveles y con fuentes y caídas de aguas y un brocal de pozo en piedra de estilo clásico de un valor incalculable. A través de estos desniveles se accede a la puerta de entrada de la mina, y asimismo a la salida que se encuentra totalmente al este de la casa y que viene a dar muy cerca del Arco de Felipe V. La bajada por el jardín es una gozada de vistas del Paseo de Cuenca y de la cornisa oeste de Ronda, con la profundidad de la garganta, el espejo del río al fondo y la riqueza botánica que              
encierra.     
La casa tiene dos torretas que parecen dos minaretes por su forma y por estar construidos en ladrillo y en la fachada, un poco más arriba de la puerta de servicio, hay una hornacina con una imagen de la Virgen de la Paloma, patrona de Madrid, de donde era originaria la tal Duquesa.
La Puerta principal se encuentra un poco más abajo de la curva que forma la calle-cuesta y es de estilo barroco con un balcón espléndido en hierro de forja rondeña   y el escudo de la familia justo debajo,  que se encuentra destruido en la actualidad. La casa fue comprada al americano que la habitó después de la Duquesa,  por un banquero rondeño llamado D. Juan Girón que a su vez la vendió a Carmela Hernández, hija del ebanista y tallista que decoró la casa originaria.
       Esta compra se realizó por una cuestión romántica ya que Carmela Hernández, estuvo pagando la casa, los cinco millones que costó, en pequeños plazos durante muchos años, incluso después de fallecer D. Juan Girón.
En la actualidad se está especulando con la posibilidad de instalar en ella, y en el entorno de la misma, un hotel de lujo promovido por una firma alemana, que ha ido comprando casi todas las casas que se encuentran en el entorno.

DEL MARQUÉS DE SALVATIERRA

Conquistadores de reinos:
nuevos mundos a sus pies,
salvajes indios que rezan
el rosario sin querer.
América sometida
con la espada y con la fe;
los blasones de Castilla
blasonando por doquier.

Testimonio de un imperio
apariencias y oropel,
restos de un trozo de historia,
lejanas gestas de ayer

Abolengos que se apagan
y glorias que desfallecen.
Ese es el sino de todo:
pasar del ser a la muerte.

 Esta casa se encuentra en la bajada de la «cuesta de Santo Domingo». Es, más que un Palacio, una casa solariega que han habitado tradicionalmente los Marqueses de Salvatierra desde su construcción en el año 1.798, según consta en el dintel del balcón.
           Se cree que los marqueses de Salvatierra y, así mismo, marqueses de Parada, fueron representantes de la Corona Española en  tierras incas, por lo que la Portada está llena de dichos motivos: los dos soles, como símbolo de su Dios; la máscara,que se encuentra en el dintel de su puerta; las cuatro figuras que hacen de medias columnas y la  guirnalda de medallones que decoran el balcón;en cada medallón hay una figura de inca. La puerta es de estilo renacentista, con cuatro columnas dóricas, dos a cada lado de la puerta y un balcón de cerrajería rondeña, que le dan a la casa un sabor de rancio abolengo, pasando  por ser una de las portadas más emblemáticas de Ronda.

 La Casa está situada sobre una roca enorme, cuya estructura se ve por su parte este. Así mismo desde su jardín se ven unas panorámicas espléndidas de las murallas, de la puerta Este de Ronda o puerta de la Ecijara y una panorámica de las sierras Este de Ronda, que nos conducen al mar. La casa es totalmente de piedra de cantería rondeña y se supone, por la inscripción del dintel del balcón, que se construyó a finales del siglo XVIII. Es una casa solariega, sin más pretensiones, con un patio central y, en torno a éste, salones, caballerizas y alguna habitación. En la  parte superior es donde se encuentran los servicios domésticos de la casa: recibidor, comedor, cocina, dormitorios y salas de reposo.
             Hace algunos años se podía visitar, por gentileza de la Marquesa Viuda de D. Pablo Atienza, padre del actual marqués.
El actual  es D. Rafael Atienza Medina, sucesor de aquel Gaspar Atienza que en el siglo XIX heredara el título de su tío D. Bartolomé Félix Atienza, al fallecimiento de éste. El actual Marqués está casado con Dª Soledad Becerril Bustamante. Ellos, habitualmente viven en Sevilla, y, de tiempo en tiempo, vienen a Ronda por las obligaciones que el Marqués tiene, al ser Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballerías de Ronda.
            Popularmente, en el entorno de ese barrio siempre hemos conocido la casa como la de los muñecos, por los cuatro personajes incas que se encuentran a los lados del balcón principal. Se supone que son dos chicas y dos chicos, por la postura de los mismos: las chicas tapan pudorosamente sus órganos genitales, mientras los chicos los muestran al descubierto. Bueno, los mostrarían si no se los hubieran destruido en los tiempos en los que la moral era más estricta.
            Los niños que vivíamos en el entorno de la casa siempre nos guaseábamos de la desnudez de estos muñecos, habiendo sido nosotros mismos los que nominamos la casa con ese nombre.

CASA DE DON BOSCO

En tus jardines viven los mejores
instantes de ese tiempo irreverente,
primera juventud torpe, imprudente,
escarchada de dudas y temores. 
Cupido disparó desde tu fuente
hacia mí la saeta envenenada
que dejó mi sustancia enamorada
de unos ojos y un cuerpo adolescentes.
 Una guitarra, un micro y un piano,
y el ritmo y el calor de unos amigos
transformaron mi vida en melodía.
 Aún llevo aquellas  notas en mi mano
y para siempre vivirán conmigo
porque siguen sonando todavía.

En la calle Tenorio, descrita en otro capítulo, se encuentra, a la altura del número 20, la casa que fue propiedad de D. Francisco Granadinos Pérez y de su esposa, Dª Dolores Gómez Martínez, arquitecto él y ama de casa ella. Este matrimonio sólo se rompió al morir, en el año 1.934, D. Francisco, quedando Dª Dolores desconsolada, pues se veía totalmente sola, ya que el matrimonio no había tenido hijos. Al poco, la señora cayó enferma y cuando se vio morir, mandó que viniese el representante de los Salesianos de la Inspectoría de Córdoba, que a la sazón lo era D. Francisco de la Hoz, y en el lecho de muerte le cedió en beneficio y como Fundación, a la Congregación de D. Bosco, su casa para que ellos la utilizaran como mansión de reposo para los salesianos enfermos o le dieran una utilidad según los principios de la Orden.
Entre los salesianos, la casa cogió mala fama, tanta, que le pusieron por apodo el “mortero”, así que ninguno quería venir a terminar sus días en ella, por lo que con el tiempo fue perdiendo su prestigio en la Congregación y sólo venían los que estaban muy mal o les recomendaban el aire de la sierra para sus pulmones.
La Inspectoría de Córdoba pensó en la posibilidad de venderla, ya que realmente no tenía ninguna utilidad, pero en un Consejo inspectorial, al que asistía D. Gonzalo Huesa, éste propuso una iniciativa que entraba en los cálculos previstos por la Fundación y que era usar la casa para crear un centro juvenil, que es la filosofía de D. Bosco, entretener a los jóvenes, sacándolos de las calles y dándoles acogida y actividades para su enriquecimiento espiritual. Oratorios Festivos, ¡vamos!
Después de largas discusiones se le aceptó la idea y aquí tienen ustedes al inquieto «paridor de ideas», en su ciudad natal, a mediados del mes de septiembre de 1.970, creando el T.E.S. de Ronda (Teatro Español Salesiano). La base fue un grupo de cómicos que existía en Ronda bajo mi dirección, y que le sirvió para tomar la Casa de D. Bosco y convertirla en ese Centro Juvenil, que D. Bosco hubiera aplaudido; D. Gonzalo, como salesiano, estaba dispuesto a ofrecerla a D. Bosco como realización de recogimiento de la juventud rondeña, pero sus superiores, posteriormente, con la excusa de arreglarla, dejaron a la juventud en la calle y a D. Gonzalo también.
En la actualidad, los salesianos, después de ciento cinco años, han dejado Ronda, quedándose, tan solo, con la Casa y el Santuario de María Auxiliadora. Ni colegios, ni juventud. ¡Pena!, porque la casa hubiese tenido la utilidad que D. Gonzalo le quería dar y que la tuvo durante cinco años, pero… los intereses han ido por otros lares.

DE MARGARITA DE AUSTRIA

Han tenido que pasar
muchos años de mi vida
para que yo me enterara
que aquí vivió Margarita.
Por eso es bueno juntarse
de vez en cuando con sabios,
que saben todas las cosas
de los asuntos de antaño.

La hasta hace poco sede de los Juzgados de distrito de Ronda, fue antiguamente la del Ayuntamiento y la cárcel de Ronda. A mediados del siglo XIX se convirtió sólo en prisión, ya que se había hecho el Consistorio o casa Capitular en la Plaza de San Carlos (1.847), después de la Constitución y hoy Plaza de España. Cuando se reconquista Ronda, en el año de 1.485, por el Rey Fernando el Católico, éste cede a su hijo primogénito, Juan (Príncipe de Asturias), el Principado y Señorío de Ronda, decreto que se firmó en 1.495, y que el Príncipe recibió en Salamanca el 16 de enero del año 1.596, de manos del Bachiller Rui Gutiérrez de Escalante, al que el Príncipe encargó de trasladarse a Ronda para organizar su venida. El Príncipe no llegó a tomar posesión del tal Señorío, ya que en el año 1.497 se casó con la Princesa Margarita de Austria (de la Casa de Saboya) y ese mismo año, el día 4 de octubre murió en la ciudad de Salamanca, sin haber podido disfrutar de su recién estrenado matrimonio. Por lo tanto, no dejó herederos. Ronda tuvo que suspender todos los actos y festejos, que a lo largo de un año se habían preparado, con arreglo y decoro de fachadas, de plazas, de calles, de edificios públicos, etcetera, que se habían programado para recibir a Su Señor, con lo que la ciudad sufrió un importante varapalo, en lo referente a los beneficios que le hubiera reportado este Señorío.
La Viuda, Margarita de Austria, vino a Ronda y tomó posesión de la casa, que la Reina le había donado al Príncipe como vivienda en su Señorío, de ahí que se lo conociese como Palacio de Margarita de Austria. La Princesa, no obstante, al poco tiempo se marchó de Ronda y de España ya que otras obligaciones le esperaban en los Países Bajos, donde murió en el año 1.630.
Quedó como justificación de su estancia la decoración exterior que tenía la casa, que era el Escudo de Armas de los Austrias, hoy casi desaparecido, pues al ser restaurada para convertirse en edificio de los Juzgados, se trasladó la puerta a la calle Armiñan, habiendo estado en su tiempo original en la plaza de la duquesa de Parcent, o mejor Plaza Mayor, en aquel tiempo. Al trasladar la entrada al lugar actual, se destruyeron portada y escudo que, al rehacerlos fueron colocados otra vez pero con el águila unicefálica y no la bicefálica típica de los Austrias. La Puerta principal estaba en el rincón, a la derecha, una vez se ha subido a la Plaza.
Mientras fue cárcel, se cuenta que de ella se escapó por última vez el célebre bandido Juan Mingolla Gallardo, “Pasoslargos”, que posteriormente, fue localizado por la Guardia Civil, que le dio muerte en la Cueva conocida como el Parmito, cerca del Burgo, que era su ciudad natal. Como curiosidad histórica diré que el pequeño pelotón de la Guardia Civil estaba formado por tres números, el cabo Antonio Ramírez Gil, su hermano Manuel y mi tío Miguel Ortega Molina, que era guardia segundo y el que disparaba a Pasos Largos ( el otro número había sido herido), desde el frontal de la cueva para que se pusiera a descubierto y el cabo le disparara desde arriba. Al final Pasoslargos se defendió con sus dos escopetas y recibió en total ocho disparos entre fusiles y pistola del cabo. El cabo y mi tío no recibieron ninguna herida, pese a la buena puntería que tenía el bandido.

DE MONDRAGÓN

Conquistadores de reinos:
nuevos mundos a sus pies,
salvajes indios que rezan
el rosario sin querer.
América sometida
con la espada y con la fe;
los blasones de Castilla
blasonando por doquier.

 

Testimonio de un imperio
apariencias y oropel,
restos de un trozo de historia,
lejanas gestas de ayer

Abolengos que se apagan
y glorias que desfallecen.
Ese es el sino de todo:
pasar del ser a la muerte.

Esta casa se encuentra en la bajada de la «cuesta de Santo Domingo». Es, más que un Palacio, una casa solariega que han habitado tradicionalmente los Marqueses de Salvatierra desde su construcción en el año 1.798, según consta en el dintel del balcón. 

           Se cree que los marqueses de Salvatierra y, así mismo, marqueses de Parada, fueron representantes de la Corona Española en  tierras incas, por lo que la Portada está llena de dichos motivos: los dos soles, como símbolo de su Dios; la máscara,que se encuentra en el dintel de su puerta; las cuatro figuras que hacen de medias columnas y la  guirnalda de medallones que decoran el balcón;en cada medallón hay una figura de inca. La puerta es de estilo renacentista, con cuatro columnas dóricas, dos a cada lado de la puerta y un balcón de cerrajería rondeña, que le dan a la casa un sabor de rancio abolengo, pasando  por ser una de las portadas más emblemáticas de Ronda.

La Casa está situada sobre una roca enorme, cuya estructura se ve por su parte este. Así mismo desde su jardín se ven unas panorámicas espléndidas de las murallas, de la puerta Este de Ronda o puerta de la Ecijara y una panorámica de las sierras Este de Ronda, que nos conducen al mar. La casa es totalmente de piedra de cantería rondeña y se supone, por la inscripción del dintel del balcón, que se construyó a finales del siglo XVIII. Es una casa solariega, sin más pretensiones, con un patio central y, en torno a éste, salones, caballerizas y alguna habitación. En la  parte superior es donde se encuentran los servicios domésticos de la casa: recibidor, comedor, cocina, dormitorios y salas de reposo.
             Hace algunos años se podía visitar, por gentileza de la Marquesa Viuda de D. Pablo Atienza, padre del actual marqués.
El actual  es D. Rafael Atienza Medina, sucesor de aquel Gaspar Atienza que en el siglo XIX heredara el título de su tío D. Bartolomé Félix Atienza, al fallecimiento de éste. El actual Marqués está casado con Dª Soledad Becerril Bustamante. Ellos, habitualmente viven en Sevilla, y, de tiempo en tiempo, vienen a Ronda por las obligaciones que el Marqués tiene, al ser Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballerías de Ronda.
            Popularmente, en el entorno de ese barrio siempre hemos conocido la casa como la de los muñecos, por los cuatro personajes incas que se encuentran a los lados del balcón principal. Se supone que son dos chicas y dos chicos, por la postura de los mismos: las chicas tapan pudorosamente sus órganos genitales, mientras los chicos los muestran al descubierto. Bueno, los mostrarían si no se los hubieran destruido en los tiempos en los que la moral era más estricta.
            Los niños que vivíamos en el entorno de la casa siempre nos guaseábamos de la desnudez de estos muñecos, habiendo sido nosotros mismos los que nominamos la casa con ese nombre.