En la orilla del puente,
a cuatro pasos
y con vino corriente
llenos los vasos,
el bar Oliva llena
su buen ambiente
con cuatro tapas buenas
y mejor gente.
¡Ay qué penita,
que te fuiste pa siempre
por la Esquinita!

Ese perfume a aguardiente
que emanaba el Cafelillo
era un perfume sagrado
que embriagaba los sentidos.
Si entrabas dentro ya era
Entrar en el paraíso.

En este invento de El Bola
hubo riñones sabrosos,
jamón de lujo, buen queso,
poemas y cante jondo.
Hoy mantiene aquel prestigio
que Joaquín le supo dar,
en las manos de otro artista,
de Pepito El Criminal.

Que daban gato por liebre
es cosa que se comenta,
pero, ¡qué tapas ponía
Pascual el del Bar Valencia.

El agobio y los calores,
se alivian con su cerveza;
el dolor y la tristeza
te los quita Jesús Flores.
Entre vinos y licores
te encuentras a este serrano
que con el alma en la mano,
arte destila a granel.
Alzad la copa con él,
brindemos por el decano.

Los tiempos se llevaron
este bar que era nuestro
y detrás de la barra
los hermanos Cañestro
y en la puerta, elegante,
se sentaba un maestro.

Atmósferas cargadas
en sus salones;
ojos llorosos, tal vez,
del humo o de los licores.
Ojos que se posan,
fieros halcones,
en caderas altivas,
que, como flores,
se pregonan al ritmo
de las canciones.
Y la garganta rota,
al compás de las voces
se bate en retirada,
hacia la noche.
Y el pensamiento
hace lo que no pueden
hacer los cuerpos.

Elegancia y esplendor,
mucha luz y mucho bronce
y excesivo mostrador
para la talla de entonces.
Todo el mundo se citaba
en la puerta del Jerez,
¡qué bueno estaba el café
que el sheriff te preparaba.

¡Ay Sucio, como te añoro!
Yo que añoro pocas cosas
me acuerdo de tus chorizos
y me vence la memoria.
No es bueno mirar atrás,
hay que mirar adelante,
pero aún llevo esas delicias
cuando paso por tu puerta
lloro solo al recordarte.

En Ronda hay tapas sublimes
y primorosos bocados,
pero los callos de El Capri,
¡qué callos, madre, qué callos!

Pinchitos y champiñones,
Gambitas sabiendo a gloria
En Los Mariscos tenían
La mejor plancha de Ronda.

Cada bar merece un canto; los de antes y los de ahora. Me he limitado a los clásicos, por razones de espacio y porque ellos tienen toda una historia detrás. Alguna ya terminada.