Como caída del cielo
en medio de la montaña,
de una forma natural,
lo mismo que cae el agua,
Ronda, encima de su tajo
por la roca se derrama;
sueño de dioses que sueñan
una celestial morada.
Tus murallas son las huellas
de una historia febril, larga:
¡qué tiernas gentes sensibles
han dado tus duras lágrimas!
¿En quién no florece un verso
cuando despiertas al alba?
¿Quién no se siente infinito
cuando el sol, triste, se marcha?
Los poetas que te encuentran
han hurgado en tus entrañas;
buscan tu arcano misterio,
te han vestido con palabras,
palabras de amor que laten
en tu profunda garganta.
Por ti no pasan los siglos,
suspendida en tu atalaya.
Ronda, de espaldas al tiempo,
Permanentemente clásica:
eterna quietud cambiante
sin alterar su sustancia,
como una diosa de piedra,
de piedra con luz y alma.

Esta duda del cielo, intermitente,
este sol que saluda entre las nubes,
esta lluvia que baja y luego sube,
ese árbol que te mira indiferente.
Ese rostro dorado de la roca,
esa ristra de casa en hilera,
ese arbusto trapecista, esa chumbera
que nunca endulzará ninguna boca.
Esa muralla rota que no guarda, ese
molino en ruina que no muele,
esa garganta helada que no duele,
esa picha del moro tan gallarda.
Esa mirada cálida y hermosa
de ese tajo glorioso y ese puente,
ese río con color y sin corriente;
esa atracción fatal y poderosa.
Esas grietas de piedra que son nido
de esos símbolos negros y volantes;
la magia que hace nuevo cada instante,
el silencio del tiempo detenido.
Esa gasa que vela la montaña,
esa alfombra de verdes imposibles,
esa verdad recóndita, intangible,
esa forma de ser que la acompaña.
Estos vientos sin lazos y sin dueños,
esta tarde de encaje que agoniza,
este plomizo abril que simboliza
las luces y las sombras de los sueños.
Son los versos que acaban de nacer,
hechos con luz de una pureza extrema,
que componen los hilos del poema
que teje Ronda en cada atardecer.

ronda tajo

Tendremos que extremar la vigilancia,
hay un peligro en Ronda de perderse,
de alienarse, rendirse, someterse,
de quedar atrapado en su sustancia.

Hay un riesgo muy fuerte de estar fuera
de alejarse del tiempo y sus urgencias,
fuera de la razón y la conciencia,
más allá del espacio y sus fronteras.

Puede perderte el tajo con su puente,
puede asirte su cielo y su paisaje
puede perderte el genio de su gente

o la luz de sus recios personajes,
puede atraparte el sol en el poniente
o su misterio indómito y salvaje.

ronda

(Dedicado al maestro Pedro Pérez Clotet, en el año de su centenario).
Nacida del abismo más profundo
te alzas Ronda, sublime en tu estatura
y Reina, en lo más alto de tu altura
repartes tu grandeza por el mundo.
Con los hilos de luz de tu belleza
tejió Pérez Clotet su poesía,
enjambre de color y de armonía
forjado verso a verso, pieza a pieza.
Del tesoro que guardas con orgullo,
que sólo pueden ver los elegidos,
cogió Pedro, salvando del olvido
tu corazón que, al tiempo, lo hizo suyo.
Tu alma de piedra se enternece y llora
al recorrer las sendas de tu historia
si el arpegio sin fin de la memoria
se revuelve en la tumba donde mora.
Quiero cantar la Ronda que se eleva
del tópico ruin, de la rutina;
la que renace siempre de las ruinas,
la que reparte a sus hijos lo que lleva.
La Ronda de alma quieta no proclamo.
La que las musas del poeta enciende,
la Ronda que se escapa y que trasciende:
esa es la Ronda eterna que yo amo.
De esa Ronda yo quiero ser espejo;
de su fuego sagrado ser la llama
que se consume ardiendo y que reclama
ser de su majestad puro reflejo.
Si tus fronteras son el horizonte,
erizado de picos que te guardan,
llévate mis cenizas cuando ardan
para que sean vereda de tus montes.