Tiempo de desolación, de desesperanza. Tiempo sin horizontes o, tal vez sea mejor decir, sin buenas perspectivas. Todo lo que uno aventura es negro, triste, insano. El mal rollo se ha instalado en nuestras cabezas y, lo que es peor, en nuestros corazones. ¿Cómo salir de esto? ¿Cómo aislarse y salir de esta espiral de locura, en la que damos vueltas sin parar al mismo y único tema. Nos hemos vuelto expertos en contar muertos y anunciar malos rollos. Abro aquí un espacio y un tiempo de reflexión. Los filósofos somos así: nos gusta sacarle punta a las cosas.

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He aquí un esbozo, un borrador, unas reflexiones provisionales que, en cuanto pase esta pesadilla y cojamos un poco de distancia, tendrán su desarrollo. Ahora pueden parecer un tanto deslabazadas. Luego, intentaré ordenarlas de la manera más apropiada para que trasladen exactamente lo que yo he querido decir. En cualquier caso, creo que ya valen como una primera aproximación.

19. OTRAS COSTUMBRES

Lo que aventuro para los espectáculos masivos, es posible trasladarlo a viajes, bares, restaurantes, pubs, conciertos, romerías y acumulaciones populares varias. La gente se lo va a pensar y eso va a repercutir, no solo en la psicología, sino también en los negocios. Todo va a cambiar. Aunque a mí la economía es lo que menos me preocupa, por la naturaleza de este estudio, es evidente que los negociantes, siempre alertas y vivos, pronto encontrarán otras formas eficaces para que el dinero fluya y, al fluir, cree riqueza y siga manteniendo el sistema. Ya ha salido muchas veces de atolladeros que parecían condenarlo al colapso. Por ahí, no creo que haya que temer. También pensamos que habría que repensar el capitalismo tras la última crisis, y lo único que ha ocurrido es que aquél se ha vuelto más salvaje y más proclive a inestabilidades recurrentes.
Lo que sí debemos lamentar es que las relaciones sociales cada vez van a estar sometidas a más presión y que la sospecha y la hipocresía ganarán terreno inevitablemente. Que las distancias, ahora físicas, se trasladarán al terreno afectivo y la confianza en los otros se verá seriamente mermada. ¿Cómo se traducirá eso en los comportamientos sociales? Habrá que esperar, con algo de esperanza y sin mucho escepticismo.

20. ESTAR SIN SER

Un mundo nuevo, más inestable,  que nos abre una posibilidad de convertirnos en más personas, cultos, cultivados, racionales, y, por tanto, razonables; generosos, dispuestos a entender a quienes no comparten ideas, ideales, creencias u opiniones. ¡Qué oportunidad!
Pero, me temo, que all fin se va a materializar algo que nos temíamos desde hace mucho tiempo los que le damos vueltas a estos asuntos: estaremos solitarios en compañía; estaremos sin ser, entregados a nuestras fobias, a nuestros odios irracionales y repugnantes. En definitiva, una degradación más en esta escalada hacia la barbarie.
Que seguiremos igual de vacíos, sin compromiso, sin empatía, sin capacidad para intentar comprender otras razones, otros sentimientos. Sin más argumentos que el insulto, la descalificación, sin más capacidad crítica que la que se merecen “los otros”, sin ningún espacio para la autocrítica o el cuestionamiento de “los propios”. Las bandas, el odio, la repulsa, el rechazo a lo diferente se seguirán imponiendo. Y, ahora, agravado por la sensación de que en “los propios” también hay peligro, también puede haber riesgo de que nos contagien cualquiera de esos virus que, por arte de magia, nos amenazan por doquier.
Malas perspectivas, en suma, pero una gran ocasión para coger por fin el tren de la luz, de la transigencia, de la comprensión, frente a esa pandemia que ha invadido los corazones de intransigencia, de fanatismo, de intolerancia…
Una oportunidad única. ¡No la dejemos escapara! Los paradigmas no son opciones inevitables; nosotros podemos hacer mucho por matizarlos, pulirlos y encauzarlos de la manera más humana posible.

17. Lo más probable

Las preguntas anteriores, lamentablemente, se responden por sí solas. No, no lo harán; se persistirá en la vida estéril, se insistirá en la irrelevancia. Pensar, cuesta; ser, duele. Por eso. Seguiremos como antes, cultivando el adocenamiento, siendo borregos en un rebaño de descerebrados insensatos.
Digo que es lo más probable, pero puede haber esperanza. No me refiero a esa élite que tira del carro espiritual y que suele cultivar un pensamiento libre y abierto, emancipado y autónomo. El ideal sería que hubiera todo un movimiento de regreso a lo auténtico, pero eso es una quimera; no se dan las condiciones. El mundo va por una espiral de estupidez que no alienta comportamientos elevados ni actitudes nobles.
Lo que sí habrá es una mayor desconfianza mutua. Nunca nos hemos fiado los unos de los otros; siempre nos hemos visto rodeados de un pequeño grupo de afectos firmes y confianza razonable. Ahora, además, nos vamos a temer. Son portadores de un riesgo real, en el que nos jugamos la vida.
Así que una de las opciones sería una vuelta hacia dentro, un regresar del afuera hacia el interior, en busca de lo auténtico, de los placeres espirituales, íntimos, del desarrollo de las facultades, del cultivo de la personalidad, de la inteligencia.

18. Otro ocio

El mundo del negocio vio un enorme potencial de ganancias en el mundo de los espectáculos multitudinarios. Al teatro tradicional, al cine en las salas, a los cabarets, discotecas y demás salas de placer, se fueron uniendo los deportas más populares: fútbol, baloncesto, tenis y demás modalidades fuero creando suficiente potencial como para congregar a auténticas multitudes en un mismo espacio.
¿Esto va a seguir así? Es cierto que muchos optimistas volverán a seguir con sus hábitos en cuanto se levante la veda, pero ¿cuántos serán? ¿Cómo equilibrarán el miedo a posibles contagios con la pasión por sus aficiones? Otra buena parte, yo entiendo que superior, abandonará por un tiempo, al menos, sus aficiones masivas, en las que una parte del disfrute es estar en masa, masificados.
Y habrá quienes, menos, abandonen para siempre estas exposiciones públicas, para llevar una vida más recogida, menos expuesta; es decir, gente que, de aquí en adelante, extremarán sus precauciones.
Lo mismo ocurrirá en otros ámbitos, que sería prolijo enumerar, pero que cualquiera puede calcular.
Son pronósticos al hilo de la actualidad, del estudio de los paradigmas y del habitual comportamiento de la gente. El tiempo dirá.

15. Dar la mano

De un gesto amistoso puede pasar a ser un acto de agresión. Nada más fácil si quieres contaminar a alguien y te sabes contaminado. No harán falta armas vulgares, ni siquiera sofisticadas, tan solo el leve y amistoso gesto de extender tu mano.
Es una exageración, lo sé; pero ¿quién estará a salvo de cualquier sospecha? ¿Quién quedará a salvo de la duda? Lo normal será recelar, temer, desconfiar, es decir, albergar sentimientos negativos, hostiles… hacia los demás. Uno de los elementos básicos del antiguo paradigma hecho trizas, añicos, reducido a migajas: el optimismo, la confianza, la euforia, la seguridad de que todo está controlado.
En realidad, nada está controlado. Estamos al albur de cualquier catástrofe. Somos prisioneros de cualquier malvada eventualidad. Nadie está a salvo. De todo se teme, de todo se sospecha. ¿Quién puede darnos seguridad? Los que hay que la esperan de su propio partido político, después de insultar y escarnecer al contrario. Otros la anhelan de la divinidad, ese ente abstracto al que se agradecen todas las bondades y a la que se exime de todos los males. Pero ese Ser no suele parecer demasiado, para desesperación de seguidores y adversarios.
Sin seguridad, pues, estamos expuestos materialmente a todo y, lo que es peor, psicológicamente, a cualquier cosa. Pero es lo que hay y por aquí irán los próximos tiros.

16. Una oportunidad

Parece, pues, que habrá una retracción de ese anhelo por ser masa, por diferenciarse en la multitud, por amalgamarse en la inmensa cuadrilla. La pregunta consiguiente es: ¿eso hará posible una vuelta al interior, un regreso a las entrañas de la mismidad, esa que nunca debimos abandonar? Me temo que no; pero esta no es más que una predicción pesimista (realista) basada en unos antecedentes que no invitan al entusiasmo. Habrá un regreso al ensimismamiento, qué duda cabe, pero, ¿será una vuelta auténtica al interior, un buscarse verdadero dentro de uno mismo, un empezar, por fin, a disfrutar del auténtico placer de conocerse? Ojalá así sea. Uno, viendo el nivel de lo que nos rodea, se teme lo peor. Pero, a lo largo de la historia, sigue habiendo fenómenos inexplicables que llaman poderosamente la atención.
Quienes han cultivado la vacuidad durante décadas, es bastante improbable que detengan su mirada en algo que no sea el vacío. ¿Quienes apuestan todo su horizonte a la mediocridad, será posible que, de pronto, aunque urgidos y apremiados por tanto desastre, se eleven a la persecución de la excelencia? ¿Aquellos que han hecho de la vulgaridad su diosa suprema, abrazarán de pronto la religión del buen gusto y la nobleza? ¿Quienes han entregado su criterio a iglesias, partidos, sectas, estarán ahora dispuestos a asumir la dirección de su propia vida?

13. Y la duda fundamental

El riesgo está justo al lado. Quien antes era un motivo de pleno contacto emocional o de simple solaz momentáneo; de grave conversación o de leve pasatiempo, ahora será visto como un agente portador de gérmenes nocivos, perniciosos, perjudiciales, malignos y, quién sabe si letales.
A la desconfianza natural y consuetudinaria, esa que obligó a implantar el Derecho y las normas para que la convivencia fuera algo más que un deseo, hay que unir ahora la eventualidad de que quien tienes a tu lado, sea un almacén de elementos patógenos dispuestos a acabar, como poco con tu salud y, como mucho, con tu propia vida.
A lo largo de la historia, pues, hemos ido construyendo un mundo de relaciones, una red de compromisos aconsejados por el sentido común, aunque tejidos sobre la sospecha de que el otro no era ni mucho menos trigo limpio. Durante la segunda mitad del siglo pareció como si la coexistencia pacífica de los dos regímenes políticos dominantes calcaran como un espejo las de los individuos.
Pues ahora esa grieta se va a agrandar; ya no solo no nos fiaremos de la moralidad de los otro, sino ni tan siquiera de su cercanía.
Y la pinta, el aspecto no servirán como guía u orientación. Cualquier encorbatado puede ser tan portador del morbo como el más desarrapado de la tribu. No habrá forma de calibrar el nivel de riesgo que transporta cada uno.

14. El gusto por la masa

4. El gusto por la masa
El paradigma que ha regido hasta ahora tenía una especial predilección por la masa. Sacándonos de nosotros mismos, la industria de la diversión nos echó a la calle. En los “otros” había un potencial enorme de diversión. El gusto por la cultura de masas se ha venido manifestando en el placer por los grandes espectáculos, en la construcción de enormes contenedores de personas, en la invencible pulsión por estar donde están muchos semejantes, en sentirnos plenos tan solo porque hacemos lo que hacen los demás.
Ese gusto por la masificación conllevó inevitablemente el abandono de la opción individual. El encuentro con los otros vino a coincidir con un salirse de uno mismo. A primera vista hasta pudiera parecer una buena idea, pero lo cierto es que lo que devino, en lugar de un auténtico encuentro, fue, por el contrario un acercamiento superficial, anecdótico, aparente, sin profundidad ni enjundia. Se puede compartir un espectáculo en compañía de más de cien mil personas, sin que, al salir, tengamos ninguna capacidad de recordar a alguien de los que por allí andaban.
De ahí derivó esa terrible paradoja, que a antas criaturas martiriza, de estar y sentirse solos pese a estar rodeados de muchos. Esa ha sido rl drama social de nuestro presente: los otros no han venido a llenar el vacío del abandona interior de uno mismo. Estar sin ser, suma de soledades, vacío en lo atestado; y en lo colmado, ausencia.

11.- Algo está fallando

El optimismo es, pues, imprescindible para que funcione todo este tinglado. Un ser optimista está dispuesto a todo; es renuente al pesimismo y al decaimiento. Todo está controlado y todo funcionará según lo previsto. La publicidad es el agente encargado de mantenerlo, de hacernos ver que, pese a todo, vivimos en el mejor de los mundos posibles.
Pero, ¡ay! Y ¿Y cuando todo ese equilibrio delicado y pueril falla y el tinglado se viene abajo? Entonces, ¿qué hacer? ¿Qué nos queda? Sin duda, el recuerdo de lo que fue, de lo bien que estábamos; la certeza de lo mal que estamos.
Es el caso que nos ocupa; algo único en la historia que ha puesto en alerta al mundo entero. Lo nunca visto. Una catástrofe; algo que ha sido capaz de paralizar el funcionamiento de un sistema que parecía bien engrasado y a punto.
Ahora nos falla el punto básico: el optimismo; acabamos de caer en su contrario y una corriente depresiva nos invade a todos. ¿Saldremos de ésta? ¿Cuál será la próxima? ¿Estaremos alguna vez a salvo? Y las dudas: ¿esto es provocado? ¿Forma parte de una guerra estratégica? ¿Otra forma de terrorismo?

12. Dudas

«Todo irá bien; todo está perfectamente calculado y controlado». Pues no. Primero las crisis económicas recurrentes; luego, la gripe aviar, el ébola, el terrorismo islámico. Y ahora, el coronavirus. Amenazas y más amenazas.
Y dudas y más dudas. ¿No estará esto provocado por los que controlan tos, es decir, por los poderes económicos? ¿Y las farmacéuticas, que desde siempre han sido un poder  siniestro y en la sombra? ¿Y los terroristas, harán encontrado la manera de proveerse de material biológico agresivo? ¿Y el propio sistema, no estará intentando deshacerse de pensiones y pensionistas? ¿Y…? Mil dudas; mis resquemores; otras tantas angustias y…más pesimismo. ¿Estamos seguros? ¿Nos protegen de verdad quienes están llamados a hacerlo?
De la duda a las sospechas hay un paso, un centímetro de ir un poco más allá. Y aquí entran los perfiles políticos: cada uno atribuye a sus contrarios ideológicos el desmán, de una manera infantil, de una forma irracional. Porque, con toda seguridad, el mal está en otra parte y obedece a otros intereses, que nada tienen que ver con quienes, circunstancialmente, ostentan el poder.

 

9. El ser consumista

El consumidor es un cliente, alguien dispuesto a cambiar bienes, necesarios o innecesarios, por dinero. Pero no solo es eso, es alguien, también, que de una manera natural, acepta unas reglas del juego de una forma absolutamente acrítica. «Esto es así y así debe ser». Que es exactamente el fruto de la semilla  que convenientemente han sembrado en su cabeza.
El consumista es un ser que ha aprendido a vivir hacia fuera, a salirse de sí mismo. Pero no para ubicarse en un espacio más rico, más enriquecedor. En absoluto: es despojado de su interior a cambio de nada, es decir, a cambio de una apariencia de vida fructífera y maravillosa.
El consumismo, pues, ni enriquece al individuo ni  propicia un verdadero encuentro con los otros. Eleva el nivel de vida de una mayoría afortunada por vivir en el primer mundo, pero disminuye su ser como persona, como ente pensante  y pensador.

10. El ser optimista

La necesidad de desear, de tener cosas corresponden a un ser instalado permanentemente en el optimismo. Nada arredra al optimista, nada lo desanima, nada lo detiene. Desea cosas, a ellas aspira, por ellas lucha y a ellas se entrega para conseguirla.
Otra cosa es la meta. No hay duda de que el placer está en el camino, en el recorrido hasta alcanzar los que se desea. Una vez conseguido, el nivel de tensión desciende de manera abrupta y, tras un tiempo en el que nos obligamos a sentirnos geniales con nuestra adquisición, lo logrado pasa, indefectiblemente, al lugar donde le corresponde  estar para dejar paso a un nuevo objeto o bien anhelado.
No esto calificando desde ninguna perspectiva estas conductas, y mucho menos desde un punto de vista moral; me limito a describir u proceso que, a poco que indaguemos dentro de nosotros, reconoceremos en seguida.

7. Nuevos tiempos

No hablo de política, sino de relaciones sociales, que son válidas tanto para los que hipostasian la tradición como para los que consideran que solo vale el progreso (con lo fácil que es darse cuenta de que ambas variables son imprescindibles para el desarrollo de la humanidad). Basadas, pues, en la desconfianza desde hace mucho tiempo, ahora, con los nuevos acontecimientos, cabe pensar que se profundizará aún más en ese recelo, en esa suspicacia, que conducirán, indefectiblemente, a la sospecha, a la prevención, a la cautela ante la presencia de los otros.

El siglo XX ha sacado al individuo de sus predios y lo ha dirigido hacia su exterior, hacia la masa. Plazas, estadios y demás construcciones deportivas; teatro, auditorios y demás monstruos capaces de albergar miles y miles de almas, se han construido para albergar el nuevo ocio, las nuevas formas de esparcimiento.

Ya el terrorismo islámico alertó de la fragilidad de tales espacios cerrados y la enorme amenaza que suponían para la seguridad de la gente.

8. Todo sea por el negocio

Nos sacaron de nosotros mismos con la aviesa intención de convertirnos en seres consumistas. El sistema económico necesita de nuestra participación, no solo como trabajadores, sino como consumidores de aquello que colaboramos en fabricar. Eso nos sacó de la precariedad y nos convirtió en seres humanos decentes, más o menos limpios y con un aceptable nivel de vida general. Pero, a la vez, nos despojó de nuestro interior para arrojarnos fuera, a vivir una vida superficial, mediocre, alejada de de nuestra mismidad entrañable.

La conversión del ser humano en ser de consumo vino propiciada por una simple extensión de la primera ley de nuestro sistema económico: la movilidad del capital. El dinero tiene que moverse, porque solo cuando lo hace genera riqueza, sin que proceda entrar ahora en análisis morales o de cualquier otro tipo transeconómico. Podemos, pues, considerar al paradigma que nos ha acogido hasta ahora como el paradigma consumista.

5. Novedades

Recapitulando un poco el sentido de estos textos, la idea básica que defiendo es que la actual crisis terminará trayéndonos un nuevo paradigma, es decir, una nueva forma de pensar las relaciones sociales y una nueva manera de enfrentarnos a la realidad común. Y, por supuesto, todo ello vendrá dado por unas diferentes y novedosas formas de pensamiento, de pensar la realidad.
Los paradigmas son, pues, estructuras que, durante un tiempo, al ser universalmente reconocidas, proporcionan a la ciencia modelos de problemas y soluciones. En definitiva, una constelación global de convicciones, valores, modos de proceder, etcétera, compartidos por los miembros de una comunidad determinada.
Extrapolando a otros territorios no científicos, se trata de estructuras, modos de actuar, de pensar y hasta de sentir que comparten los miembros de una comunidad
Quien quiera profundizar en el tema tiene abundante bibliografía a su disposición. Pero para el objetivo que yo me propongo desde el origen de estas reflexiones, creo que puede bastar con lo ya apuntado. Pienso que la crisis que nos asola nos aboca a un cambio profundo de paradigma. Intentaré analizar el que nos ha sustentado hasta ahora y a lo que nos conducirá el inmediato porvenir.

6. El viejo paradigma

¿Qué paradigma ha regido durante los últimos cincuenta o sesenta años? Sin duda, el que surgió desde las últimas conflagraciones bélicas, que dejaron secas las conciencias y mudos los corazones, allá por la mitad del siglo XX. Un nuevo orden social trajo consigo la persistencia y la amenaza de una guerra fría, que terminó también congelando las relaciones sociales.

Desconfianza, prevención, desasosiego, son las notas que han caracterizado nuestro trato con el mundo. Lo que ocurrió, a su vez, es que un aumento espectacular del nivel de vida y la incorporación de las clases medias a las ventajas de la modernidad, trajo consigo, como contrapartida, un estado de optimismo, que venía a moderar, en cierta forma, aquel estado general de recelo y de sospecha.

Bien es verdad, que la desconfianza se manifestaba más bien a nivel, general, político y que las gentes vivían en un estado aceptable de tranquilidad. Así que, un poco a lomos de la mejora de las condiciones de existencia y otro poco, a caballo de un alto grado de hipocresía, hemos ido trampeando los problemas cotidianos de la existencia social.

3. Cambio de paradigma

De lo que no cabe duda es de que estamos asistiendo a lo que los estudiosos de la historia denominan «un cambio de paradigma». Se trata de momentos de especial relevancia en los que saltan por los aires aquellos valores y usos sociales, que se consideraban inalterables, inviolables, invencibles. Pero nada lo es. Ya ha ocurrido más veces y, entonces, se abren nuevos tiempos, nuevas voces y nuevas perspectivas. El coronavirus ha sido el colofón, pero este derrumbe de un tiempo ya venía siendo anunciado por otros y variados síntomas, siendo el más destacable el de la universalización del terrorismo, la globalización de la barbarie.Invito a cada uno de nosotros a analizar con seriedad y sin sectarismo lo que nos rodeaba y nos rodea. Mañana sigo. Esto es denso y no conviene empachar con dosis demasiado elavadas.

4. Paradigma

Es muy conocida la noción de paradigma que nos ha legado Thomas Khun, en su libro «La Estructura de las revoluciones científicas», aparecido en la década de los sesenta del siglo XX; en dicha obra, el autor  define “paradigma” como un modelo o patrón aceptado por la comunidad científica en sus tareas rutinarias. Pero no se queda ahí y, además, le atribuye más tarde otros significados; entre estos, lo asocia a un conjunto de normas, valoraciones, reglas y procedimientos que utiliza un marco teórico y quie hace posible la elección de problemas y  la selección de   técnicas con las cuales analizar los observables de interés científico.
Se trata, como veis, de un concepto, asociado en principio  a la ciencia experimental.. Pero ya sabemos que ahí es donde se cuaja y se curten los grandes conceptos.

1. Un poco de nobleza

Digo yo, ni en estos momentos cabe un poc denobleza y generosidad en esta miserable manifestación de odio en el que se ha convertido el ¿debate? político. ¿No es esta una buena ocasión para guardar los cuchillos? De verdad, esta España me deja sin aliento. Es difícil sentirse españoles en estas condiciones. Ni siquiera este momento nos puede exigir un cierto grado de cordura, de respeto al adversario?
Aquí no hay rivales; aquí solo hay enemigos. Enemigos a muerte, que no merecen respirar el aire español que respiran. ¡Quien no piensa como yo es un mal nacido, del que solo hay que esperar que desaparezca, o hacerlo desaparecer. Pobre España. triste España. Esta no es la España que yo quiero. Si pudiera, me bajaba.   
Pero no hay manera d eludir la realidad. Yo, de todas formas, tomo nota y para siempre tendré claro quiénes no merecen ningún respeto. Y, desde luego, lo que no haré es atender a mensajes de odio y descalificación gratuita. Desde hoy y en adelante, sacaré de mis predios  a quienes no hacen otra cosa que sembrar rencores, descalificaciones e insultos sin justificar.
¡Asco de política de dinosaurios!

 

2. Cultura de masas

Nos quedamos sin ese espectacular homenaje a nuestro rockero mayor, Miguel Ríos. Aunque supongo que volverán a intentarlo, pero me temo mucho que ya nunca más seremos los mismos. Demasiadas puñaladas lleva ya nuestra confianza y nuestras ganas de vivir.
Era una estupenda ocasión para darnos un baño de energía, de vitalidad, de ganas de vivir. Ahora, cómo retomamos todo eso. No será fácil.
Hemos construido una sociedad que encuentra su máxima satisfacción en el manifestaciones masivas de personas. Todo está montado para que den rienda suelta a su superficial alegría grandes masas de seres enfervorecidos y adocenados.
Esto era ser feliz: estar con muchos, compartir pulsiones con grandes masas. ¿Cómo nos volvemos ahora hacia adentro, si todo se ha organizado para que nos volcáramos hacia afuera? La industria del espectáculo tendrá que reconvertirse. Como hay dinero por medio, lo hará sin muchos problemas. Pero, nuestras cabezas y nuestros corazones acusarán durante mucho tiempo este golpe.
Un nuevo tiempo está naciendo y, mirándolo con un poco de esperanza infundada, sin duda, se tratará de una nueva oportunidad.​