RONDA, VERDAD IMPOSIBLE:libro del MUSICAL

 



CUADRO I: RONDA

(Empieza a sonar una serrana en la guitarra flamenca); a los 30 segundos y antes de abrirse el telón se oye en off la décima titulada RONDA, recitada por Pablo, mientras sigue sonando más tenue la guitarra) .

Ronda te invita a volar,

a trascender lo corriente,

a fundirte en la inconsciente

insensatez de soñar.

Ronda es lo mismo que amar

lo inaudito, lo intangible;

igual que la imprescindible

aventura de sentir,

la locura de vivir

al filo de lo imposible.

Coincidiendo con su final empieza a abrirse el telón; ya estará proyectada la imagen cenital de la ciudad y la banda empieza la introducción de la canción RONDA. 2 juglares estarán sentados en sendos bancos situados en cada lado del escenario, mientras dura la música. Los tres cantantes aparecen ya en escena al abrirse el telón).

ANA CRISTINA

Como caída del cielo

en medio de la montaña

de una forma natural

lo mismo que cae el agua.

ANA BELÉN

Ronda, encima de su Tajo

por la roca se derrama,

sueño de dioses que sueñan

una celestial morada.

JOSÉ MARÍA

Ronda de espaldas al tiempo

permanentemente clásica,

como una diosa de piedra,

de piedra con luz y alma.

ESTRIBILLO

Ronda, verdad imposible,

Ronda hermosa, Ronda clara,

Ronda pasión, roca firme,

Ronda azul, Ronda Romántica.

(Punteo de la guitarra flamenca).

ANA CRISTINA

¿En quién no florece un verso

cuando despiertas al alba?

¿Quién no se siente infinito

cuando el sol, triste, se marcha?

ANA BELÉN

Los poetas que te encuentran

han hurgado en tus entrañas;

buscan tu oculto misterio,

te han vestido con palabras.

JOSÉ MARÍA

Ronda de espaldas al tiempo

permanentemente clásica,

como una diosa de piedra,

de piedra con luz y alma.

ESTRIBILLO

Ronda, verdad imposible,

Ronda hermosa, Ronda clara,

Ronda pasión, roca firme,

Ronda azul, Ronda Romántica.

(Los cantantes se retiran por la parte izquierda, desde el punto de vista del espectador).

Aparece FALI, por el mismo sitio, cruzándose con ellos) para recitar la siguiente décima, mientras señala la imagen).

Deslumbrante sinfonía

de luz, color y paisaje,

silvestre, arisca y salvaje,

poderosa Serranía.

Y en el centro, la armonía

trenzada en sutiles lazos

y los postreros retazos

del sol brillando en la hiedra

de ese gigante de piedra

que la levanta en sus brazos.

AINHOA (Poniéndose de pie también y acompañando a su compañero en el centro de la escena).-

Ronda, hermosa tentación;

inagotable veneno

brota de su augusto seno,

igual que una maldición.

Asombrosa bendición,

maravilloso bocado

del firmamento colgado

que, en pirueta alucinante,

va dejando al caminante

ferozmente enamorado.

JUAN FCO.- (Señalando despacio la imagen y ajeno al lugar en que se encuentra) Esta maravilla, tan armónica en sus formas, tan airosa en su porte, tan elegante en su espléndido enclave, también se siente orgullosa de lo que a simple vista de pájaro no se ve: sus gentes, su historia, sus leyendas.

VICTORIA.- Tiene todo eso que despachamos con la palabra misterio y que es una suma de cosas tan distintas, que la convierten en una ciudad única, especial, cautivadora.

JUAN FCO.- Esa es la palabra que mejor la define. Todo el que por aquí pasa queda subyugado por su grandeza, por su esplendor, por su elegancia, por…

VICTORIA (La interrumpe señalando al público).- Perdona, mira…

JUAN FCO.- ¡Oh, cuánta gente! ¡Qué vergüenza! Y nosotros aquí, pensando que estábamos solos.

VICTORIA.- Solos no; estábamos con Ronda, pensándola, sintiéndola y amándola.

JJUAN FCO.- Es que cuando hablamos de esta ciudad perdemos el norte y no sabemos dónde estamos.

VICTORIA.- ¿Qué te parece si damos un paseo por sus rincones y por su historia? ¡Hay tanto que contar!

JUAN FCO.- Me parece estupendo; y, aún mejor, que ellos nos acompañen.

VICTORIA.- Pues vamos allá. (Empiezan a andar hacia la izquierda). Estamos llegando a una placita, que está flanqueada por dos lugares entrañables para casi todos: el colegio de Santa Teresa y la Casa del Gigante. (Se detienen para ver la imagen que va sustituyendo a la de Ronda). Aquí se han citado hoy, nada menos que Vicente Espinel, un rondeño insigne y un invitado de honor, que estuvo en Ronda y también se quedó prendado de ella, Miguel de Cervantes nada menos. (Los dos juglares se retiran, cada uno por un lateral).

(Curro, al piano, tocará la melodía de la sevillana a Vicente Espinel, mientras se renueva la foto y aparece FALI).

CUADRO II: CERVANTES Y ESPINEL

(La foto de Ronda es sustituida por la de la Plaza del Gigante, en cuyo banco y delante de la estatua de Espinel, se sentarán nuestros personajes. Los dos juglares se dirigen de nuevo al proscenio para recitar en común el siguiente soneto dedicado a Cervantes).

FALI

Ese manco preñaba sus entrañas

con las miserias y las desventuras,

que asolaban las lóbregas y oscuras

verdades de una pobre y triste España.

Y acometió la colosal proeza

de trocar la congoja en hermosura,

de mudar en juicio la locura,

de templar con los libros su cabeza.

Su pluma fue más fuerte que su espada

su ingenio más rotundo que su gloria,

su prosa tan audaz como su vida

y en su recia verdad idealizada

se palpa la derrota y la victoria

del hombre revolcándose en su herida.

(Al terminar, se sienta cada uno en los bancos de los extremos, mientras entra Ainhoa para cantar las dos primeras letras de la sevillana dedicada a VICENTE ESPINEL, que inicia la banda).

1. Guitarra, poemas, Ronda,

Vicente Espinel,

el alma de nuestra tierra

atrapada en un papel,

notas volando en el tiempo,

versos que ruedan en él.

Poeta primero

que Ronda engendró,

para seguir tu sendero

yo quiero ser tu escudero

como Marcos de Obregón.

2. Redondillas y cuartetas,

décimas enamoradas,

palabras que traen los vientos,

palabras, dulces palabras,

que como flechas caminan

y como dardos se clavan.

Poeta primero

que Ronda engendró,

para seguir tu sendero

yo quiero ser tu escudero

como Marcos de Obregón.

(Al terminar las dos primera letras de la sevillana, Ainhoa se sienta en uno de los bancos y los juglares hacen mutis por el foro; por el lado contrario hacen su entrada Cervantes y Espinel, que van a sentarse al banco central).

ESPINEL.- ¡Ay, mi viejo amigo, escribir en España es condenarse a morir de hambre.

CERVANTES.- Así es Vicente. No ha sido éste nunca un país de muchos lectores, pese a tantos escritores como ha dado su vientre.

ESPINEL.- Es verdad, Miguel. Aquí siempre ha habido pocos, aunque es verdad que buenos y provechosos lectores.

CERVANTES.- Mal pueden atender las cuitas del espíritu quienes tienen que ocuparse de la perentoria atención de las cosas materiales.

ESPINEL.- Este es un país pobre, es verdad. Y lo es porque siempre ha estado empobrecido por unos gobernantes golfos e incompetentes, que a lo largo de su historia han sido y son como una plaga depredadora de los recursos de todos.

CERVANTES.- Me enamoré de esta ciudad, en cuanto respiré su aire. Cuando recibí el beso de su sol me embebí de su misterio. Yo tuve una vida muy agitada: fui camarero de un cardenal; fui soldado y estuve en la famosa batalla de Lepanto; al volver a España, unos piratas me apresaron y me tuvieron 5 años prisionero en Argel; y fui recaudador de impuestos: yo tenía que requisar trigo a los campesinos para abastecer las bodegas de los galeones que iban a luchar contra Inglaterra.

ESPINEL.- Y ese no era un trabajo agradable.

CERVANTES.- No, porque los campesinos sabían que la Hacienda Real pagaba tarde y mal. Eso me ocasionó muchos problemas, denuncias, cárcel y hasta excomuniones.

ESPINEL.- Pues mi vida tampoco estuvo exenta de peripecias. Fui escudero del conde de Lemos y fui apresado por unos corsarios berberiscos y y estuve también esclavizado en Argel.

CERVANTES.- ¡Curiosa coincidencia!

ESPINEL.- Y también, como vuesa merced, tuve problemas con la justicia; mi vida disipada y un tanto al margen de la ley hizo que tuviera que esconderme más de una vez y acogerme a sagrado.

CERVANTES.- Pues yo no me salvé de ir a la cárcel. Por cierto, en la de Sevilla empecé la historia de ese loco maravilloso que respondía al nombre de Alonso Quijano.

ESPINEL. ¡Don Quijote! El personaje más mítico de la literatura universal, el más legendario…

CERVANTES (Interrumpiendo con delicadeza) El más flaco y enteco porque nació entre las extremas estrecheces que procura la vida en una prisión.

ESPINEL.- Yo di a luz a Marcos de Obregón, un pícaro travieso y aventurero. En sus páginas dejé una buena parte de mi biografía. Aquella Ronda era un lugar pintoresco en un emplazamiento encantador, pero lleno de pobreza y sin horizontes para alguien que quería aprender y formarse.

CERVANTES.- Yo estuve aquí el tiempo justo para ejercer mi tarea recaudatoria. Me alojé en la Posada de Las Ánimas. De lo poco que aquí vi y viví se quedó mi alma impregnada de aromas y luces imposibles.

ESPINEL.- Yo no estuve mucho más que vuesa merced; pronto me alejé de ella para emprender mis estudios y cuando volví como capellán lo hice por poco tiempo.

(Ainhoa se incorpora para cantar las últimas letras de la sevillana).

3. Con su sabia pluma en ristre,

su sotana y su bonete

caminó por los senderos

haciendo caminos siempre,

abriendo nuevas veredas

aun a costa de perderse.

Poeta primero

que Ronda engendró,

para seguir tu sendero

yo quiero ser tu escudero

como Marcos de Obregón.

4. Faro y guía de poetas

y de genios consagrados,

vivió Vicente en la Corte

como maestro de sabios

y Ronda siempre latiendo

en su corazón serrano.

Poeta primero

que Ronda engendró,

para seguir tu sendero

yo quiero ser tu escudero

como Marcos de Obregón.

CERVANTES.- Entonces (hace el gesto de levantarse mientras invita a su compañero a hacer lo propio), bueno será que aprovechemos esta oportunidad para descubrir espacios desconocidos y volver a solazarnos con aquellos con lo que ya lo hicimos hace más de cuatro siglos.

ESPINEL(Mientras van saliendo de escena).- Muy bien; como anfitrión y natural de esta ciudad voy a servir a vuesa merced de guía y norte para que termine de conocer esta maravilla que a nadie deja indiferente.

CUADRO III: TRAGABUCHES

(El final de la sevillana dedicada a Espinel y el mutis de Ainhoa, coincide con el cambio de imagen, que ahora va a ser la del interior de una casa del barrio de La Ciudad y la entrada del Juglar 1). (Guitarra flamenca).

FALI

Hombres tirados al monte,

al abrigo de los cerros,

huyendo de su pasado,

con lances de honor por medio.

Entre espinos y retamas,

desafiando a los vientos,

cercados por migueletes,

sin más armas que sus pechos.

Entre pinsapos y encinas,

entre chaparros sedientos,

negros presagios de muerte

habitaban su misterio.

Relámpagos en la noche,

esclavos de sus recuerdos,

corazones malheridos

marcados con odio a fuego.

Personajes de leyenda,

del destino prisioneros,

que trocaron a esta tierra

en patria de bandoleros.

MALENA (Entrando por la derecha y yéndose al centro a hablar con su compañero).- Muy cerca de aquí, en este barrio de La Ciudad, de casas señoriales y destartaladas, (con mucho misterio) un hombre está a punto de “echarse al monte”. Vamos a asistir al drama que lo arrastrará a tan terrible destino.

PABLO A.- Un lance de amor, una disputa cualquiera eran las causas habituales que empujaban a un hombre a “echarse al monte”, a enriscarse en los recodos de la Serranía para buscar refugio y esconderse de la autoridad.

MALENA.- José Balcázar Navarro (Tragabuches) es un ejemplo de esta estirpe de seres humanos abocados a la marginalidad y la delincuencia. Tragabuches toma el nombre taurino del apodo de su padre. Gitano de Arcos de la Frontera, se traslada hasta Ronda con su familia para hacer carrera en el mundo de los toros.

PABLO A.- Su padrino de bautizo había sido Bartolomé Romero, pariente de la familia de los toreros rondeños creadores de esta dinastía. Vivió en el barrio de “La Ciudad”, emblemático en la Ronda de entonces y de ahora. Fue matador y participó como banderillero y sobresaliente en las cuadrillas de Gaspar y José Romero, hermanos de Pedro. Tomó la alternativa en Salamanca en 1802, de manos del primero.

MALENA.- Vivió amancebado con una mujer de su raza, conocida como María “La Nena”. La escena se desarrolla en el patio interior de una vivienda típica de “La Ciudad”.

(Mientras los juglares están hablando, se prepara la escena con el mínimo de decorado; lo importante será, como siempre, la imagen del espacio escénico. Al terminar, los juglares se retiran por la derecha, mientras empieza a sonar de fondo el piano avanzando el tema “Alumbra, luna lunera”).

MARÍA – Pero, por favor, Pepe, ¿ahora, a estas alturas, te vas a ir a Málaga a torear? ¿por un compromiso, que ni siquiera es tuyo, sino de uno de los Romero?

TRAGABUCHES. – Mujer, es una corrida benéfica para celebrar la vuelta del Rey Fernando VII.

MARÍA. – ¡Ni Rey ni na! Que con eso perdemos un par de viajitos a Gibraltar para que me suministres de tabaco, azúcar, sacarina, whisky, jerséis de lana, quesos de bola y productos que debo vender para que podamos sobrevivir.

TRAGABUCHES. – Pero mujer, si yo me voy hoy, viernes, toreamos el sábado y el domingo por la noche estoy aquí.

MARÍA. – ¡Pues peor para mí! Un fin de semana, que está todo abierto en Gibraltar y que aprovechamos los que nos dedicamos a esto para hacernos con algunos productos. Y más ahora, que estamos en vísperas de agosto y que los señoritos demandan tabaco, puros y whisky para las celebraciones de bodas y fiestas veraniegas.

TRAGABUCHES. – Bueno, no vamos a discutir más por eso. Así que ahora mismo cojo mi caballo y a Málaga. Y se ha acabado la discusión.

MARÍA. – Como tú digas. Pero (enfadada) atente a las consecuencias.

TRAGABUCHES. – ¡María, por favor! Que parecemos recién casados. No vamos a pasar hambre porque yo falte un par de días. Tú tienes ahí material de Gibraltar, que te traje la última vez y no creo que te vaya a faltar, y menos en un fin de semana.

MARÍA. – Sí, pero es un fin de semana…

TRAGABUCHES. – …un fin de semana que yo no voy a estar. Esa es la justificación; que voy a echarle una mano a unos amigos, que nos han dado de comer durante mucho tiempo con el mundo del toro. Además, ellos sólo me piden un favor.

MARÍA. – (Interrumpiéndolo) ¿Un favor? Y, a cambio, tú dejas a tu mujer sola y encima te expones al riesgo de que un toro te coja desprevenido y tengamos un disgusto mayor?

TRAGABUCHES. – ¡Bueno, ya está bien! Yo tengo que ir y voy a ir. No hay más que hablar. Así que prepárame la ropa que yo voy a “arreglar” el caballo. (Sale María y queda Tragabuches en escena, cabizbajo y meditabundo. Al poco, entra su mujer con un hatillo).

MARÍA. – Ahí llevas lo preciso para ese par de días y la chaquetilla, la palomita, el fajín, las zapatillas y los calcetines para la Plaza.

TRAGABUCHES. – ¡Gracias, María! Y no te preocupes que no me va a pasar nada.

MARÍA. – Espero que así sea.

(Tragabuches sale. María, cuando ha salido, se asegura, mirando por la ventana, que así haya ocurrido, y sale también. La escena queda vacía y suena de la sintonía de la obra. Por encima, se escucha la voz en off del Narrador).

NARRADOR. – Han pasado unas horas desde que Tragabuches se fuera, sin sospechar que “la corrida” (¡ay, la corrida!) estaba en su casa y no en Málaga. A la altura del Puerto del Viento, una víbora espanta a su caballo y nuestro personaje cae al suelo, con tan mala fortuna que se rompe un brazo. Como puede, penosamente, decide regresar a su casa, pues en esas condiciones mal papel iba a hacer en la corrida de toros. Así que da media vuelta al caballo y enfila para Ronda.

(En ese momento regresa María con José “El Vivillo”, Sacristán de la Iglesia Mayor, al que introduce sigilosamente de la mano, cuidando que nadie los sorprenda. Se trata de un hombre bien parecido, pero muy tímido y silencioso. Después de entrar, se muestran muy acaramelados).

MARÍA. – Pasa, José, que Pepe se ha empeñado en ir a Málaga, a no sé qué corrida de homenaje al Rey, y no va a volver hasta el domingo por la tarde. Así que tenemos tiempo para pasarlo lo mejor que podamos.

VIVILLO. – ¡Que bien, María! ¿Él no sospecha nada de lo nuestro, verdad?

MARÍA. – Nada, hombre, nada.
VIVILLO. – Es que con el genio que tiene y ese trabuco que guarda detrás de la puerta es para estar nervioso.

MARÍA. – No te preocupes, hombre y vamos a “lo nuestro”. (Salen ambos para dirigirse al dormitorio. La escena queda vacía; suena la sintonía. Al regresar, él viene arreglándose los pantalones y ella el vestido. Entonces llaman a la puerta. Pausa. Los dos se miran recelosos. María se asoma a la ventana y comprueba con terror que es su marido). Es Pepe, corre, escóndete; (el Vivillo intenta meterse debajo de la mesa) ahí no, hombre, en aquella tinaja, ¡rápido, por Dios! (El Vivillo se mete en un tinajón para el agua, que está en un rincón).

VIVILLO (Temblando y antes de agacharse).- ¡Espero que no mire aquí! Y en cuanto se descuide, salgo y me voy volando.

MARÍA. – (Insisten las llamadas. María contesta gritando.) ¡Voy, Pepe! ¡Voy!

TRAGABUCHES. – (Desde fuera) ¡Venga mujer, que vengo herido!

MARÍA (Muy sofocada). – ¿Herido? (Abriendo la puerta) Pero, ¿qué te ha pasado?

TRAGABUCHES. – ¡El caballo! , que me ha tirado al suelo y me he roto un brazo. Así que me he tenido que volver.

MARÍA (Intentando aparentar tranquilidad). – Si ya te decía yo que era mala idea esa de la corrida.

TRAGABUCHES. – Perdóname mujer. Pero cómo iba yo a pensar esto. Tráeme un jarrillo para el agua y unos trapos para curarme.

MARÍA (Disimulando como puede el terror). – ¿Con agua? ¿Te vas a curar con agua? Mejor será que avisemos al hospital y nos acercamos para que Narciso te arregle el brazo.

TRAGABUCHES. – Bueno, mujer, pero tráeme el jarrillo, que tengo sed.

MARÍA. – Está bien, te lo traigo. (María sale y vuelve al instante con el clásico jarrillo de lata. Intenta acercarse a la tinaja para llenarlo, pero Tragabuches se lo arrebata para hacerlo él mismo).

TRAGABUCHES. – (En el instante en que introduce el brazo se tropieza con algo más duro que el agua. Todo sorprendido, mete la mano y saca la cabeza del Sacristán.) ¿Esto qué es? ¿Tú que haces aquí? ¡María!… ¿Qué está pasando aquí?

MARÍA. – No es lo que tú piensas, es que José ha venido…

TRAGABUCHES. – ¿A darte la bendición? Yo os la voy a dar a los dos. (Tragabuches se dirige a la puerta, coge su trabuco y sin pensarlo le dispara en la cabeza “al Vivillo” y después a María. La cabeza del Vivillo desaparece en la tinaja y el cuerpo de María cae al suelo sin vida. Inmediatamente, Tragabuches cae de rodillas apoyado en el trabuco.) ¡Dios mío!, ¿qué he hecho?

(Empieza a sonar el ESTRIBILLO de ALUMBRA LUNA, LUNERA)

NARRADOR.- Consumada la venganza, a Tragabuches no le queda más remedio que «echarse a la Sierra», uniéndose, según cuentan, a la partida de “Los siete niños de Écija”, cuyo cabecilla era Juan Palomo, que estaba en pleno apogeo por ese tiempo.


NARRADOR.- Cuando se disuelve la partida de los Niños de Écija, a muchos de ellos se les concede el indulto, pero no así a Tragabuches. Desde ese momento desaparece y se deja de hablar de él, sin que nos hayan llegado más noticias de su persona, por más que se haya investigado; ni la fecha de su muerte, ni cómo ocurrió, ni cuándo. (La banda empieza la canción…)

ALUMBRA LUNA, LUNERA

INTRODUCCIÓN

3 veces (voz y percusión)

Alumbra luna, lunera,

alumbra a ese bandolero.

(3 veces voz y piano)

Alumbra luna, lunera,

alumbra a ese bandolero

Alumbra luna, lunera,

alumbra a ese bandolero,

que del amor prisionero

se transformó en una fiera.

Con vocación carcelera

entre los riscos se encierra

contra el mundo en feroz guerra

desigual y suicida

(PASAJE MUSICAL PARA CAMBIAR DE TONO).

Olvidado de la suerte

se alista en una partía

y jugando con la muerte

transita la Serranía

en su pecho está su herida

y su esperanza en la sierra.

(varias veces, apagándose)

Alumbra luna, lunera,

alumbra a ese bandolero

Ay, ay, ay…

(La melodía sigue sonando hasta que se cambia la imagen).

CUADRO IV: ANTONIO ORDÓÑEZ Y HEMINGWAY

(La imagen de la casa va desapareciendo para ser sustituida por la de la estatua de Pedro Romero en La Alameda; los juglares entran por la derecha).

JAVIER.-Ronda le dedicó este espacio a uno de los grandes rondeños de todos los tiempos.

MARÍA L.- Sí, ya lo sé, él es el inventor del toreo a pie, mató más de 5000 toros, nuestra gran feria de septiembre está dedicada a él…

JAVIER.- (Interrumpiendo) Delante del mítico torero han querido encontrarse otro rondeño ilustre, Antonio Ordóñez y un enamorado de Ronda, un grande de la literatura universal, Ernest Hemingway. (Soleá de la guitarra muy suave mientras dura el poema).

MARÍA L.-

Ningún torero

pudo hacer lo que hizo

Pedro Romero.

Flor de leyenda

de aquella dinastía

que convirtió en historia

la torería.

J JAVIER.-

Pedro Romero:

la joya más brillante

sobre el albero.

Y fue el primero

en matar a los toros

como un torero.

(Los ju.glares se sientan en los bancos).

HEMINGWAY.- ¡Qué verano aquel! Un verano sangriento. Quise contar, maestro, en aquella novela el duelo descomunal que mantenías con tu cuñado, Luis Miguel Dominguín.

ANTONIO ORDÓÑEZ.- Un drama que cada tarde poníamos en escena; una lucha sin cuartel, que paseamos por todos los ruedos de España, regando con nuestra sangre la arena de algunos de ellos.

HEMINGWAY.- Yo estaba convencido de que la vida de alguno de los dos terminaría en alguna de aquellas tardes gloriosas. Nunca ha vivido el toreo una contienda semejante. Una tragedia griega, que reclamaba una muerte.

ANTONIO ORDÓÑEZ.- No hay que exagerar, Ernesto, ya otro rondeño como yo, el maestro Pedro Romero, mantuvo en su tiempo una rivalidad semejante con otro torero de época, Pepe Hillo.

HEMMINGWAY.- Y uno de los grandes genios de la historia del arte, don Francisco de Goya, inmortalizó aquella lucha. Ahora he sido yo el encargado de reflejar para siempre vuestra contienda. Yo estaba enamorado de esta ciudad. La tensión entre la vida y la muerte, tan presente en la vida española me atraía como un imán.

ANTONIO ORDÓÑEZ.- Es cierto, aquel fue un verano peligroso, como tú pusiste de manifiesto en tu novela. Aquel fue un verano a vida o muerte. O él o yo.

HEMMINGWAY.- Y yo tenía que contar para mi periódico aquellas batallas a tumba abierta. Y ahí me enamoré, Antonio, también de tu toreo: sobrio, simple, clásico, trágico. La escuela rondeña que tú representabas se acomodaba perfectamente a mi estilo literario.

ANTONIO ORDÓÑEZ.- Y conseguiste poner de moda en el mundo a España y los toros. Y como Goya inmortalizó la rivalidad entre otro rondeño como yo, Pedro Romero, con otro gran torero de su época, Costillares, así tú inmortalizaste la que había entre mi cuñado, Dominguín, y yo.

HEMMINGWAY.- (Señalando la estatua de pedro Romero). Pedro Romero fue el primer gran torero profesional y como punto de unión entre él y el más grande (con gran admiración), tú, el gran Antonio Ordóñez, está tu padre, Cayetano Ordóñez. ¡Ay, aquella cogida terrible, que lo llenó de temor y le hizo cargarse de precauciones cobardes!

ANTONIO ORDÓÑEZ.- Más cornás da el miedo,ya lo decía el gran maestro. (Señala la inscripción que hay en el pedestal de la estatua de Pedro Romero).

HEMINGWAY.- Y siguiendo la estela de esta estética sublime y clásica, por aquí apareció mi compatriota Orson Welles, otro enamorado de España y de su fiesta taurina y de tu toreo.

ANTONIO ORDÓÑEZ.- En mi finca, de San Cayetano, muy cerca de aquí, reposan sus restos. Fue su deseo y Ronda y yo estamos muy orgullosos de que eligiera esta tierra para descansar eternamente.

HEMINGWAY.- Y así fue. Ronda, cuna del arte y musa e inspiración de tantos y tantos creadores, de tantos y tantos viajeros, de tantos y tantos artistas.

ANTONIO ORDÓÑEZ (señalando a Pedro Romero).- Pedro Romero inventó el arte del toreo a pie. Él convirtió un espectáculo bárbaro de toreros-gladiadores, sin estética alguna, en un arte que conjugaba técnica y belleza. “El torero no debe contar nunca con sus pies, sino con sus manos”, decía. Quietud y temple.

HEMINGWAY.- Quietud y temple. Las virtudes que tú, Antonio, has llevado a lo más alto. Tú no eres un torero más, sino el mito inmortal del matador hecho carne y figura. Quietud y temple, como los atardeceres de esta ciudad, como el alma de esta ciudad, Ronda.

ANTONIO ORDÓÑEZ.- Quietud y temple que también inundan tu prosa. Prométeme una cosa, Ernesto, que jamás lidiarás un toro.

HEMINGWAY.- Y tú, Antonio, prométeme que nunca escribirás una novela.

(Se levantan y se retiran por la derecha; la imagen pasa a ser la tópica y mítica del paseo central de la Alameda; la banda empieza la introducción de la canción ¡Ay, mi Alameda”).

AY MI ALAMEDA

1

El niño que llevo dentro

sigue jugando en tu arena,

en tus calles y en tus fuentes

entre la risa y la pena.

Sigue soñando horizontes

y en tu regazo se queda,

mirando siempre hacia el monte

¡ay, mi Alameda!

2

Mi niño sigue en su sueño,

desde mis años lo miro,

mientras se ahoga un suspiro

en mi corazón rondeño.

El niño del alma mía

en tu frescura se queda

retozando su alegría,

¡ay, mi Alameda!

3

El joven que llevo dentro

sigue soñando contigo,

y entre tus árboles viejos

cultiva nuevos amigos.

El fuego de mi memoria

entre tus flores se quema,

encadenado a tu historia,

¡ay, mi alameda!

4

El joven que me acompaña

sigue tejiendo ilusiones

y en un banco, tercamente,

sigue hilvanando canciones.

Los hilos que a ti me unen

en tu nobleza se enredan,

mientras yo sueño en tu sombra,

¡ay, mi Alameda!

(La banda sigue con la melodía hasta que la imagen actual es sustituida por la siguiente).

CUADRO V: BALCÓN DE LA ALAMEDA

(La imagen del paseo central de la Alameda es sustituida por una vista de una puesta de Sol tomada desde un balcón, que puede ser el “del coño”, por ejemplo; a lo largo de la escena se alternarán 3 o 4 imágenes con el mismo motivo).

PABLO AP.- Estos balcones y estos bancos invitan al amor.

CRISTINA.- Cualquier banco de la alameda invita a enamorarse, a sentirse amado y enamorado.

PABLO A.- Aquí el protagonista es el Sol en su ocaso. El Sol mientra se despide va dejando una estampa imposible de repetir en ninguna otra parte del mundo.

CRISTINA.- Ni siquiera aquí se repiten esas imágenes; cada día ofrece nuestro poniente una distinta, un temblor diferente.

PABLO.- Y una nueva pasión se apodera del alma y nuevas ganas de vivir renuevan el corazón.

FALI

ATARDECERES

Anda buscando el Sol su madriguera

y en Ronda deja un rastro de primores,

un mosaico de plácidos colores,

un brochazo de eterna primavera.

Rompe el velo la clara cordillera

dibujando paisajes soñadores,

de tardes, de penumbras y de albores

vestidos por la gama arrebolera.

Lanza en su adiós un luminoso guiño

al Tajo que descansa bajo el Puente

y lo mismo que duerme y sueña un niño

con pesadez de sueño se retira.

La noche se presenta de repente

mientras la tarde sin dolor expira.

CARMEN

PUESTA DE SOL

La prudencia aconseja no llorar,

pero al llanto convida esta locura

de versos crepitando en la hermosura

de un Sol que se resiste a declinar.

Al otro lado espera el ancho mar,

la diosa del placer y la aventura,

suspendida en lo alto de su altura,

y el deber de seguir y no esperar.

Pero Ronda, ay, encima de su roca

lo cautiva, lo enreda, lo arrebata,

lo embauca, lo enmaraña, lo provoca

y el Sol desde su trono desbarata

la baraja de albores que convoca

con lágrimas doradas y escarlatas.

(Tras los poemas, Ainhoa se incorpora a la escena para interpretar la sevillana CADA ATARDECER EN RONDA, mientras los dos juglares permanecen sentados en sus bancos respectivos. Mientras dura la sevillana dos bailarinas acompañarán la música con su danza; la imagen será diferente para cada letra, siempre con el motivo de la puesta del Sol).

1. El cielo azul de la tarde

en Ronda se hace poesía

cuando el puñal de la noche

empieza a matar el día.

Empieza a matar el día

mientras la luna se esconde

detrás de la Serranía.

Y Ronda, siempre en el centro,

sueña con el horizonte,

ataviada de encinares

y circundada de montes.

2. Cada atardecer en Ronda

deja un lienzo diferente

y como un juego de magia,

la magia se hace presente.

La magia se hace presentes

y Ronda llora en silencio

extasiada en su poniente.

Y Ronda, siempre en el centro,

sueña con el horizonte,

ataviada de encinares

y circundada de montes.

3. Cuando va a acostarse el sol

una lágrima carmín

se derrama por su rostro

porque se tiene que ir.

Porque se tiene que ir

en busca de otro horizonte

que es lo mismo que morir.

Y Ronda, siempre en el centro,

sueña con el horizonte,

ataviada de encinares

y circundada de montes.

4. Cada atardecer en Ronda,

la voz se queda sin voz,

porque como si tal cosa

se hace un milagro de Dios.

Se hace un milagro de Dios:

¡silencio, mucho silencio!,

que se está poniendo el sol.

Y Ronda, siempre en el centro,

sueña con el horizonte,

ataviada de encinares

y circundada de montes.

CUADRO VI: LA DUQUESA Y EL ENFERMERO

(Leticia empieza la primera canción, titulada EN LA ALAMEDA ATARDECE).

(Aparece en escena una imagen de la Plaza Duquesa de Parcent. Entran los dos juglares para recitar el siguiente poema).

EL ENFERMERO Y LA DAMA

CARMEN

He aquí dos glorias de Ronda,

el enfermero y la dama,

flores del mismo jardín

de la Ronda más lozana.

Orgullo de los rondeños,

tanta grandeza en sus almas,

tanta pasión en su sangre

hubo, que sus mismas casas,

sus vidas y sus haciendas,

sus puertas y sus ventanas

siempre estuvieron abiertas

a las desdichas humanas.

FALI

Eran dos almas gemelas,

de cunas muy separadas

y de tiempos diferentes,

pero de idéntica raza,

la de las gentes valientes

entregadas a la causa

de servir a los demás,

de regalar esperanza.

(Los juglares se dirigen a sus bancos respectivos).

DUQUESA DE PARCENT (Entrando por la derecha, acompañada por Narciso).- Me llamo Trinidad y nací en Málaga. Mi abuela era de Ronda y pasé aquí con ella largas temporadas. Me casé dos veces. Yo amaba tanto a Ronda que me compré una casa, nada menos que la Casa del Rey Moro.

NARCISO.-¡Qué maravilla! Yo la veía desde mi hospital Viejo.

DUQUESA DE PARCENT.- Una escalera interior servía para que los esclavos de los musulmanes bajaran con odres al río para subir el agua necesaria para esta parte de la ciudad. Luego fui añadiéndole ya algunos solares, en los que hice construir un jardín, que diseñó Forestier.

NARCISO.- Perdone doña Trinidad, ¿este Forestier es el mismo que diseñó el Parque de María Luisa, en Sevilla?

DUQUESA DE PARCENT.- El mismo, sí señor: y el mismo que trazó el jardín del Palacio de Liria, en Madrid, y multitud de jardines, nada menos que en París. Y, efectivamente, el mismo que diseñó éste que estamos disfrutando en este momento.

NARCISO.- ¡Qué maravilla! Casi tan grande como su generosidad, duquesa, utilizando su dinero y sus influencias para favorecer a los jóvenes rondeños.

DUQUESA DE PARCENT.- No lo veo yo como generosidad; sí como obligación; hay que dar a los demás aquello que necesitan y que a una la sobra. En Ronda, efectivamente, creé el “Centro Benéfico Docente de Ronda”. En él invertí mi fortuna para que los jóvenes rondeños pudieran aprender diferentes oficios y tuvieran un futuro. No tenían que pagar nada; solo tenían que mostrar deseos de aprender y de trabajar. Aprendían chicos y chicas, en contra de la mentalidad de la época, que excluía a éstas de la educación. Todo lo hice por devolver a Ronda lo que Ronda me había dado.

NARCISO.- No es común eso, duquesa; lo habitual es que cada uno haga de su capa un sayo y prescinda de hacer suyos los problemas y carencias de los demás.

DUQUESA DE PARCENT.- Pero, querido amigo, el deber nos llama a entregarnos a hacer el bien. Quien pudiendo no lo hace no es un bien nacido. Ya te dije antes, es una obligación. Tú lo sabes bien, según tengo entendido. Espero que algo me cuentes.

NARCISO.- Pero antes, cuénteme cómo llegó usted a este lugar enriscado y de tan intrincados accesos.

DUQUESA DE PARCENT Yo ocupé un escaño en el Congreso español, nombrada por Primo de Rivera. Fui una de las primeras mujeres en hacerlo. Como mi abuela era de Ronda, pasaba largas temporadas en los veranos en esta ciudad. Sí señor. Cuando se inauguró el Hotel Reina Victoria, me invitaros a pasar unos días. Tanto me enamoraba esta tierra, esta ciudad, que terminé comprando una residencia en la que pasar largas temporadas. Y así fue, adquirí esta Casa del Rey Moro y mandé traer a Forestier para que construyera este precioso vergel.

NARCISO.- Usted trajo a Ronda maestros de la madera y de la forja para potenciar aquellos magníficos talleres.

DUQUESA DE PARCENT.- Yo quería que la labor social se completara con una buena formación profesional. Para eso había que contar con los mejores expertos en cada materia para que los aprendices recibieran la mejor formación. Traje de fuera de Ronda a aquellos que no pude encontrar aquí. Vinieron maestros de Granada, de Sevilla… Pero, no hablemos más de mí. Porque Hablando de generosidad, usted se lleva la palma, señor Narciso.

NARCISO.- No hay que exagerar, señora duquesa. En aquellos tiempos no había una Sanidad organizada. En los años 50 y 60 la salud de la gente dependía de médicos heroicos y enfermeros abnegados.

DUQUESA DE PARCENT.- Como usted.

NARCISO.- Y más gente. Recuerdo, por ejemplo, a don Federico trasponiendo a la grupa de un mulo en busca de un cortijo perdido en la Sierra, de madrugada y con los caminos embarrados, para atender a una parturienta. La medicina, entonces, era una aventura peligrosa.

DUQUESA DE PARCENT.- Usted ejercía muy cerca de mi casa.

NARCISO.- Sí. El Hospital Viejo le llamábamos, aquí en el barrio de La Ciudad, detrás del actual Ayuntamiento. Venían muchos niños con pedradas en la cabeza. A los chiquillo siempre les han gustado los juegos violentos.

DUQUESA:- Madre de Dios. ¡Qué salvajes!. Usted, Narciso, fue en ángel de la guarda de los rondeños. Muchos de ellos salvaron sus vidas gracias a la sangre que usted, generosamente, regalaba.

NARCISO.- Nada de importancia. Pura obligación de alguien entregado a preservar la salud de los demás.

DUQUESA DE PARCENT.- Pero, usted tampoco es rondeño, ¿verdad?

NARCISO. No. Yo era de Manilva. Llegué a Ronda para hacer el servicio militar; enfermé en el cuartel y les propuse a las Hermanitas de los Pobres, que me cuidaban, ayudarlas en su tarea. Ahí descubrí mi vocación.

DUQUESA DE PARCENT.- De servicio a los demás. Sí, señor, la vida no tiene otro sentido que el que le damos al entregarnos a nuestros semejantes.

NARCISO.- Así debe ser, señora, así debe ser.

(Ambos inician la retirada por la misma puerta, mientra suena la introducción de PRÉSTAME, RONDA, TU BRISA, interpretada por Leticia.

CUADRO VII: NOCHE DE LUNA LLENA

(La foto última, poco a poco, va desapareciendo para convertirse en la portada de la Casa del Rey Moro. El Juglar 1 aprovecha para decir el siguiente poema mientras señala la imagen). (La banda insinúa brevemente una melodía con aire árabe).

TODOS

Besos de moros altivos

y moras enamoradas

se acurrucan en sus piedras,

anegados entre lágrimas;

leyendas que tejió Ronda

alrededor de esta casa,

que no conoció princesas

ni majestades islámicas…

VICTORIA.- Pero, ¡ay! Las leyendas tienen más fuerza que la historia y traspasan fronteras y razones. (Ambos juglares se marchan).

NARRADOR (en off).- La Luna se despereza, arrastrándose por Sierra Hidalga para, al escapar hacia el infinito, alumbrar la noche de Ronda. Noche llena, noche plena, noche plateada, noche blanca de luz. En la terraza de su casa recién terminada, Abomelic I, primer rey árabe de Ronda, pretende a su princesa favorita, Zoraida. Bajo sus pies, serpentea encañonado, (imagen) el Guadalevín, y la luna empieza a aparecer en el remanso de un meandro. Ella está extasiada con la imagen de la luna, el río y su exaltación romántica.

(Zoraida está mirando el río; él la mira a ella).

ESCENA I

Zoraida. – Rey mío, ¿no te sorprende y admira la estampa que tenemos a nuestros pies?

Abomelic. – (Sin dejar de mirarla) Me admira más, y más me sorprende, tu belleza.

Zoraida. – Gracias. Pero yo quisiera poder romper el encanto de la Luna reflejada en el río con una zambullida en sus límpidas aguas.

Abomelic. – Lejos lo fiais.

Zoraida. – Desde aquí, sí. Pero si pudiéremos atravesar la piedra y llegar al río, yo me desvestiría para hacer realidad el encanto de mi blanca piel en sus plateadas aguas.

Abomelic. – Hablaré con mis ingenieros para ver cómo podemos dar gusto a tu imposible pretensión.

Zoraida. – ¿Por qué imposible?

Abomelic. – Tal vez, como no hay imposible en la belleza, tampoco lo haya en la ingeniería. Lo intentaremos, para que la hermosura de tu cuerpo pueda disfrutar del agua del brillante río y de su fantasmagórico reflejo.

Zoraida. – Te prometo que podrás disfrutar de mi cuerpo si al salir de mi ”imposible” baño, tú estás presente.

Abomelic. – Te tomo la palabra. Pero como anticipo te pido un pequeño avance de mis desesperados deseos.

Zoraida. – Ahí lo llevas. (Se acerca a su rostro y le deposita un amoroso beso).

Abomelic. – Gracias, mi amor. Ahora, vayamos a alimentar el cuerpo con la cena que ya debe estar preparada.

(Salen de escena los dos).

ESCENA II

(La banda inicia la melodía de la escena, que es la de la canción “La princesa Zoraida. Al poco aparece Abomelic con dos ingenieros árabes).

Ingeniero.– En ingeniería no hay casi nada imposible, Majestad. Pero lo que pide la Princesa casi lo es por ser ésta una piedra muy poco fiable.

Abomelic. – Te doy una semana para que me traigas un primer anteproyecto de la viabilidad de acceder al fondo sin salir del palacio. Yo te compensaré de la mejor manera.

Ingeniero. – Haremos lo posible y lo imposible para colmar vuestros deseos y los de la Princesa.

Comenzaré de inmediato a estudiar y ofreceros soluciones lo antes posible. Hay que estudiar y empezar la labor y el cálculo de posibilidades. (Se retira dejando a Abomelic sólo; al poco el Rey se retira también).

III

(Suena brevemente la melodía, que interpreta la banda, y empieza el Narador su intervención en off).

Narrador.- Ha pasado una semana desde su encuentro con el rey y el ingeniero se ha afanado en preparar los proyectos para complacer a su majestad.

(Entra el ingeniero con su cartapacio detrás detrás del rey, que lo invita a hablar con un gesto).

Ingeniero. – Aquí os traigo, majestad, dos posibles soluciones, a cual más dificultosa. (Abre el cartapacio y enseña al Rey unos pliegos, que se supone son los proyectos). La primera sería una escalera, que iría en tramos colgantes por el exterior del Palacio y que llegaría hasta el propio cauce del río. Habría que hacer un pequeño talud al objeto de retener el agua para que formando un pequeño embalse quedara mejor reflejada la Luna en él.

Abomelic.- Prosigue.

Ingeniero.– El segundo proyecto iría totalmente por el interior de la roca y sería más costoso, aunque más seguro y no se correría el riesgo de que alguien pudiese resultar dañado en el transcurso. Incluso este segundo proyecto se podría completar con un juego de aljibes y dos salas de reposo que podrían servir como suministro de agua para el palacio que, como sabe Su Majestad, adolece de este líquido en buena medida.

Abomelic. – Veo que has hecho un buen trabajo, incluso en el menor tiempo posible. Yo estaba a la espera de que me pidieses más tiempo. Lo estudio y te daré mi opinión y orden de comienzo. Quiero que esté lista una de las dos soluciones en el verano para que la princesa pueda tomar sus baños. Aunque creo que la mejor solución sería la segunda, porque evita la fealdad de una escala exterior que no armonizaría bien con el entorno. Ve viendo las necesidades de personal, material y medios, sobre todo para el segundo proyecto y me presentas un presupuesto.

Ingeniero.– Como ordene Su Majestad. Haremos el estudio económico de ambos proyectos, incidiendo más en el segundo que en el primero. En un par de días lo tendremos listo. (Se retira. Se produce un oscuro, la banda vuelve con la melodía en oscuro y al volver la luz vuelven a aparecer los dos personajes).

IV

Abomelic. – (El Rey viene con los planos del pasaje interior. Se le ve feliz por el resultado.) Estoy muy feliz con el resultado del pasaje interior que has elaborado. El presupuesto no era lo más importante. Lo veo muy bien y en algunos tramos, incluso, con claridad del día; por los otros, de menos visibilidad, ya pondremos algunas antorchas. Ahora será el momento de que la Princesa lo inaugure y aproveche los últimos momentos del verano para sus baños. Te concederé el título de emir para que me aconsejes y ayude.

Ingeniero.- El trabajo se ha hecho sin esperar nada a cambio, aunque me siento muy agradecido con vuestra magnanimidad. Seré leal a Vuestra Majestad y a la Princesa Zoraida. Podréis ver que hemos previsto el suministro de agua no solo para el Palacio, sino que habría suficiente para gran parte de la ciudad, con lo que damos solución al estado precario de este elemento en la población.

Abomelic. – Es un detalle más, que se te pagará con medio millón de dírham. Gracias, te puedes retirar y ya te avisaré para la inauguración. (Se retira. Queda el Rey sólo. Al poco aparece Zoraida, que se abraza a Abomelic). Querida, gracias por venir tan presto; tengo una gran noticia que darte. Vamos a construir un pasaje escalonado para que puedas acceder al río y bañarte rompiendo el esplendor de la luna.

Zoraida. –(Sin soltarse del Rey, pero separándose de él para mirarlo) Gracias, mi rey. Ya ardo en deseos de verlo y comprobarlo, para pagar mi deuda y experimentar ambos placeres; ¡ay!

(Zoraida se coloca recostada de forma sensual en un sillón, Abomelic la contempla arrobado desde su sillón y el grupo empieza la introducción de LA PRINCESA ZORAIDA. Mientra dura la canción se irán sucediendo imágenes soñadoras y espectaculares del fondo del Tajo y de la escalera).

LA PRINCESA ZORAIDA

En el agua del río,

la princesa se baña,

su cuerpo de sirena

es miel y leche blanca.

La princesa se mece

en la espuma de plata,

mientras luce en el cielo

la luna clara.

La Luna va alumbrando

la dulce madrugada,

mientras el rey suspira

y la princesa canta.

Esta noche el amor

se ha vestido de gala

y ha venido hasta el Puente

a bañarse en sus aguas.

ESTRIBILLO

Que no despierte el Sol

a la princesa

que nadie rompa el hilo del amor

que cante su canción

la luna llena.

CHELO

Desde el cielo la Luna

vuelve la noche clara

y Ronda se contempla

en el cristal del agua.

La princesa sonríe

feliz, enamorada,

mientras el rey suspira

mirándose en su cara.

ESTRIBILLO

Que no despierte el Sol

a la princesa

que nadie rompa el hilo del amor

que cante su canción

la luna llena.

(La melodía continúa hasta que se cambia la imagen).

CUADRO VIII: BLAS INFANTE

(Una imagen de la Plaza del Socorro aparece sustituyendo a la anterior. Los juglares aparecen y se dirige cada uno a las escaleras de acceso del patio de butacas al escenario, para, desde allí, recitar el siguiente romance).

Verde, blanca y verde.

TODOS

Porque en el alma se enciende:

verde, blanca y verde.

VICTORIA

Blanca como la inocencia.

verde como la esperanza.

Blanca albura que ilumina

la frescura de tus playas,

la nobleza de tus sierras,

el calor de tus entrañas.

JUAN FCO.

Verde excelencia que ciñe

tu abundancia de amalgama

de genios y de culturas

subyugados por tu causa,

la gloria de tu pasado,

los sueños de tu mañana.

TODOS

Porque en el alma se prende:

verde, blanca y verde.

MALENA

Blanca de nieves eternas,

verde de campos al alba.

Blanca de pueblos dormidos

al filo de las montañas.

PABLO A.

Verde de verdes campiñas

de espigas verdes doradas.

Blanca verdad que desciende

desde tus montes al alma.

JAVIER

Celestial Andalucía

recogida en sus tres franjas:

Desde Jaén hasta Huelva,

desde Sevilla a Granada,

de Cádiz hasta Almería,

desde Córdoba hasta Málaga.

CRISTINA

Orgullosa plenitud

en tu escudo se aquilata

como una verdad abierta

que hacia el mundo se derrama,

que hacia el universo mira

y al infinito se lanza.

PABLO AP.

Enseña que lleva a sangre

la quintaesencia bordada

de sus hombres y mujeres,

de sus risas y sus lágrimas.

MARÍA

Desde Ronda se dibujan

tus franjas acrisoladas,

que lucen como tres soles

alumbrando la mañana.

TODOS

Verde blanca y verde;

verde, verde…y blanca.

(Los juglares se retiran por la derecha).

BLAS INFANTE (Que ha escuchado con arrobo el poema dedicado a su bandera andaluza, se adelanta al proscenio y empieza su soliloquio).- La aventura empezó en Ronda; la aventura que tenía que llevar a Andalucía a reencontrarse consigo misma. (Aparece la imagen de la fachada del Casino) Yo quería devolver a esta tierra su conciencia de pueblo y decidí poner en marcha mi proyecto desde aquí (señalando la imagen), desde allí. Allí participé en el año 1913 en el primer congreso georgista. Luego, en 1918, hicimos la PRIMERA ASAMBLEA DE RONDA.

(Imagen de la sala donde se celebró la Asamblea) Aquí quise empezar mi obra, porque yo entiendo que Ronda es un símbolo de Andalucía. Aquí concebí la idea de crear el CENTRO ANDALUZ, para dar forma al andalucismo a partir del diálogo, sin enfrentamientos, usando como única arma la palabra. Era una época negra de España. En ella campaban los caciques y los malos políticos. Yo veía que hacían falta hombres nuevos, limpios de corazón, libres, dispuestos a recuperar Andalucía. (Cambia de tono). Recuperar Andalucía como la mejor manera de recuperar España. Yo no quería una Andalucía egoísta, separada, sino solidaria y alma de la patria española. Integrar desde la propia identidad, devolver a un pueblo el orgullo de serlo.

Y aquí llegué, desde Casares, mi patria chica, donde conocí el sufrimiento del campesino andaluz. Más tarde, en Granada, conocí la Andalucía culta, rica, hermosa, dominante, del mundo árabe. Luego, en Sevilla, me llené de la cultura andaluza en sus raíces. (Empieza el grupo a insinuar los primeros compases del Himno de Andalucía. Blas Infante, con aire soñador, sigue recordando).

(Imagen de Hércules y sus leones) En aquella famosa Asamblea de 1918 aprobamos el ESCUDO: Hércules ante dos columnas, sujetando a dos leones. (Señalando al Hércules de la fuente y sus dos leones). Hércules, el símbolo del hombre que solo cree en la providencia de su propio esfuerzo.

También elegimos el LEMA (imagen del mismo): Andalucía para sí, por España y la Humanidad. Un nacionalismo autonomista, fraternal, humano, integrador y universalista. Nada de separatismos ni independencias. Porque los andaluces somos un pueblo que presume de haber construido una personalidad propia sobre el mestizaje y su capacidad de asimilación. (Pausa y con énfasis). Un pueblo que ha sabido conquistar a quienes lo conquistaban.

Y la BANDERA (imagen ad hoc), la más antigua de Europa. Pacifista, con sus colores de paz y de esperanza. (Balcón del Ayuntamiento de Sevilla) El 14 de julio de 1936 la icé en el balcón del Ayuntamiento de Sevilla. (Pausa dramática). Solo cuatro días estuvo allí. (Otra pausa). Luego, al parecer, tuvo que esperar 40 años para volver a ondear en todos los pueblos de Andalucía. Yo, apenas sobreviví un mes a aquel acto. El odio y la furia de la intolerancia acabaron con mi lucha y con mis días en este mundo.

Pero el HIMNO, aquella melodía popular, aquella música sagrada que entonaban los segadores, sigue viva y latiendo en todos los corazones andaluces (Los arpegios primeros van dando paso al himno, que un CORO DE NIÑOS, que ha ido colocándose alrededor de Blas Infante, interpretará; todos van desapareciendo con las últimas notas).

CUADRO IX: ALDEHUELA, UN GENIO OLVIDADO

(Curro empieza con un breve fragmento de la canción RONDA, SU TAJO Y SU PUENTE, mientras la imagen que sustituirá a la anterior será una que refleje el Tajo coronado por el Puente, para pasar inmediatamente a los escenarios que pida el texto).

ESCENA PRIMERA

(Aldehuela, en su casa de Málaga, en la calle de los Hornos, solo y olvidado, pasa los últimos días de su vida, mientras conversa con María, la vecina a la que ha cedido su casa a cambio del mantenimiento alimentario hasta su muerte. Antes de que comience el diálogo suena una música española del siglo XVIII adornada por una décima dedicada al Tajo y al Puente, que recita José Mª).

JUGLAR 1

Cuchillo que corta el viento

desde lo alto hasta abajo,

certero y sublime tajo

inaprensible, incruento.

Etéreo y sutil lamento

que regresa eternamente

y brota de la corriente

quebrada y rota del río

y remata su tronío

con la corona del puente.

NARRADORA.- (Sigue la música, pero muy tenue) José Martín de Aldehuela, nació en la pequeña localidad turolense de Manzanera, un 14 de enero de 1724, en el seno de una humilde familia de labradores; sin apenas formación, su gran talento para las matemáticas y la física, más su tesón e inteligencia, hicieron de él, un genio de la arquitectura y la ingeniería. Ya viejo y achacoso, vive en la propia casa que ha cedido a una vecina a cambio de sus cuidados.

ALDEHUELA.- (Cesa la música y se ilumina la escena, en la que ya están Aldehuela y María). Ya

nadie se acuerda de mí, María. En Málaga hice tantas, que ya mi memoria no alcanza a recordar mis obras. Pero también dejé mi huella en Antequera, en Vélez-Málaga, en Nerja… Hasta el cementerio de Cortes de la Frontera es hijo mío. (Muy satisfecho) Pero mi obra mayor, al menos de la que me siento más orgulloso es el Puente Nuevo de Ronda. Aquella obra me obligó a lidiar entre el misterio y la realidad.

MARÍA.- No se haga usted mala sangre, maestro, no está usted solo. Aquí ando yo cuidándolo y proveyendo sus sustento. ¡Vive Dios, aún no se ha dado cuenta!

ALDEHUELA.- No me refería yo a tus atenciones, (irónico) que buen dinero me cuestan, por cierto: te entregué mi casa a cambio de que cuidaras mi alimentación. Estaba lamentando yo la situación en la que he venido a caer después de haber sido rico y famoso, sobre todo en mi tierra, Teruel y, también, en Cuenca.

MARÍA.- Mi pobre cabeza no puede entender cómo alguien que ha hecho tanto por los demás se vea en esta situación. Alguien que ha construido catedrales, presas, puentes, acueductos, plazas de toros…

ALDEHUELA (interrumpiéndola).- Así son las cosas, mujer. Este país es ingrato. Aquí, o no te pagan o te olvidan en cuanto consiguen aprovecharse de ti. Eso me pasó en Ronda.

MARÍA.- Nunca me ha contado usted eso. ¿Cómo vino a caer en ese pueblo, tan precioso como olvidado por la historia?; olvidado casi como usted, maestro. ¡Que Dios consienta estas cosas!

ALDEHUELA.- Cuando llegué a Ronda para hacerme cargo de las obras del Puente tenía 61 años. Ya había firmado casi todas mi obras; venía de Málaga donde había construido las cajas del órgano y algunas otras obras en el interior de la catedral y, sobre todo, había traído el agua a todos los malagueños a través del acueducto de san Telmo. A Málaga me trajo el hombre más bueno que yo he conocido, el obispo José de Molina Lario, que era de mi tierra.

MARÍA.- Y entre tantas y tantas obras tuvo usted tiempo de traer al mundo muchos hijos.

ALDEHUELA.- Dos veces me casé, María; tuve once hijos, pero todos murieron, menos el tarambana del primogénito. Antonio se llama, y no ha hecho otra cosa en su vida más que reclamarme la herencia.

MARÍA.- Y sus comienzos no fueron fáciles.

ALDEHUELA.- Mis padres tenían pocos recursos económicos, y fue mi tío, Gerónimo Marco, maestro carpintero en Teruel, la persona que cambió mi vida. En su taller, situado en la villa de Aldehuela me formé como carpintero, retablista y escultor.

MARÍA.- Por eso cambió usted su apellido Lizanda por el de esa villa.

ALDEHUELA.- Cierto; por el tiempo que estuve allí y lo que aprendí, me sentía más identificado con Aldehuela que con Manzanera, el pueblo donde nací.

MARÍA.- También ganó usted mucho dinero.

ALDEHUELA.- Así es. Mucho dinero gané en los tiempos en los que trabajé en Teruel y en Cuenca. Fueron muchos trabajos y casi todos pagados. No fue así cuando me vine a Málaga. Aquí me costó más cobrar y en Ronda, en concreto, no logré cobrar absolutamente nada. Ni por el Puente ni por la traída de las aguas a la ciudad. Nada.

MARÍA.- Pues cuente usted cómo fue aquello. (Yéndose y con exageración) ¡Madre mía, qué desfachatez, no pagarle a este hombre! (La escena pasa a negro y empieza a sonar de nuevo la melodía de la canción).

ESCENA SEGUNDA

(En el Concejo de la ciudad están reunidos el vizconde de Luzón, el corregidor y el cura de la parroquia de Santa María la Mayor. Una vez terminado el cambio de escena, cesa la música).

NARRADORA.- Como él bien ha explicado, José Martín de Aldehuela llegó a Málaga reclamado por su obispo para hacerle unos trabajos en la catedral y para construir el que sería famoso y mítico acueducto de san Telmo, que hizo posible que Málaga tuviera agua potable.

Ronda, en aquel tiempo tenía dos graves problemas; por un lado, era una ciudad físicamente dividida por el abismo telúrico del Tajo y, por otro, la población, que iba creciendo, tenía graves dificultades al no encontrar agua potable. El corregidor, preocupado, no cejaba en su empeño de buscar una solución y para ello se reunía habitualmente con las fuerzas vivas de la ciudad, en especial, con el Vizconde de Luzón y con el cura de Santa María.

VIZCONDE.- Tiene que haber una solución para estos problemas, señor corregidor.

CORREGIDOR.- Buscándola estamos. Hace seis años se derrumbó el intento de superar ese abismo que nos separa desde la noche de los tiempos.

VIZCONDE:- Los arrieros y demás encargados del transporte de mercancías se quejan de que mulos y caballos sufren graves problemas en sus remos como consecuencia del esfuerzo ímprobo que han de hacer para subir la Cuesta de Santo Domingo, la única vía de comunicación con el Mercadillo.

(En ese momento suenan golpes en la puerta).

CORREGIDOR.- Adelante. (Aparece por la puerta la oronda figura del sacerdote de la iglesia Mayor).

DON ANTONIO.- Dios os bendiga, hermanos; (dirigiéndose a cada uno de ellos) señor Vizconde, señor Corregidor.

CORREGIDOR.- Tome asiento, don Antonio. Lo he mandado llamar porque tenemos a la ciudad en estado de alerta. Ronda está dividida, físicamente dividida; sus barrios están tan alejados por el abismo del Tajo, que parecen aldeas distintas. Por otra parte, la población no deja de crecer y el riesgo de epidemias es grande por la falta de agua potable.

DON ANTONIO.- Así es, don Luis, desde el año 1601 Ronda no dispone de una acometida de agua potable municipal y los que vivimos o ejercemos nuestra tarea en uno de los barrios tenemos imposible desplazarnos hasta los demás.

VIZCONDE. Yo estoy dispuesto a sufragar parte de los gastos que suponga solucionar este atolladero.

CORREGIDOR.- Tengo entendido que el obispo de Málaga ha traído a un arquitecto de su tierra aragonesa, que es además ingeniero. Creo que con un poco de suerte podríamos matar los dos pájaros de un tiro y salvar los dos graves problemas que tiene nuestra ciudad.

DON ANTONIO:- Hablaré con don José de Molina Lario, el obispo de Málaga. Conozco la historia. Ese ingeniero se llama José Marín de Aldehuela y lo hizo venir para construir el órgano de la catedral y para traer el agua corriente a la ciudad a través del faraónico acueducto de San Telmo.

VIZCONDE.- Parece que es un genio y que su prestigio en Cuenca y Teruel no conoce límites. Sus obras son grandiosas y de tanta utilidad que han resuelto grandes problemas en todas las ciudades y villas por las que ha pasado su talento.

CORREGIDOR.- Es preciso explicarle nuestra desesperada situación.

VIZCONDE. En la misma obra del Puente podríamos acometer los trabajos de acometida del agua.

CORREGIDOR.- Pues pongámonos a la tarea. Traigamos a ese hombre cuanto antes.

(Se hace la sombra en escena; suena la melodía de la canción, se prepara la siguiente y entra en acción el Narrador).

ESCENA TERCERA

(La escena muestra el interior de la casa del Vizconde de Luzón, donde se ha habilitado un despacho para que Aldehuela y sus ayudantes celebren sus reuniones de trabajo como centro de operaciones. Aldehuela anda debatiendo con su mano derecha DÍAZ MACHUCA. Unos planos servirán para ilustrar el diálogo. A juicio del director, durante toda la escena habrá continuas referencias a los dibujos, grabados, y demás material, que ilustren el contenido del texto).

NARRADORA.- Aldehuela llega a Ronda en el año 1785. Aquí lo encontramos proyectando la obra del nuevo Puente junto a su maestro de obras y mano derecha DÍAZ MACHUCA, hombre experto e ingenioso y audaz en la construcción de aparatos para optimizar los penosos trabajos de su oficio.

ALDEHUELA.- Bien, aquí estamos, en esta maravillosa ciudad, dispuestos a unir esas dos partes hasta ahora condenadas al olvido mutuo. No será nada fácil.

DÍAZ MACHUCA.- Con el inconveniente añadido del fracaso que supuso la construcción del anterior puente en 1934. Seis años duró de pie.

ALDEHUELA.- Ahí tenemos un gran inconveniente, al margen de los puramente técnicos que nos vamos a encontrar. Más de 50 personas murieron en aquella catástrofe y aún hay muchas familias en la ciudad damnificadas, que no quieren oír hablar de construir un nuevo puente.

DÍAZ MACHUCA.- La caída de aquel aquél pudo deberse a una cimbra demasiado flexible que soportara el puente durante su construcción. No hay forma de calcular cómo de rígida había de construirse

ALDEHUELA.- Todavía hay ruinas de aquel puente en el lecho del río. La posibilidad de saltar con un único arco de 35 metros hay que abandonarla; es muy arriesgada.

DÍAZ MACHUCA.- Hay que asegurarse; buscar una solución más conservadora, más segura.

ALDEHUELA.- Vamos a optar por un arco más pequeño, de 15 metros; será absolutamente fiable. Estoy muy familiarizado con ellos. No olvides que el acueducto de Málaga mide 11 kilómetros.

DÍAZ MACHUCA.- ¿Se trata, entonces, maestro de colocar un puente pequeño de 15 metros en medio del acantilado? ¿Y eso cómo se entiende?

ALDEHUELA.- Efectivamente, amigo. Habrá que macizar el barranco para poder construir ese arco, bajando sus apoyos cien metros más abajo hasta apoyar en el cauce del río.

DÍAZ MACHUCA.- Pero, maestro, esa es una decisión única en la historia de los puentes; no hay nada parecido en el mundo. Eso es lo contrario de lo que suele hacerse. Eso es una…

ALDEHUELA.- Una locura, sí. Puedes decirlo; lo sé. Pero es la mejor solución. La obsesión de los constructores es arcos grandes y apoyos pequeños; nosotros haremos lo contrario, Antonio: arco pequeño y apoyos gigantescos.

DÍAZ MACHUCA.- Los materiales que usaremos…

ALDEHUELA (Interrumpiendo).- La piedra será la del propio Tajo. Mi idea es que parezca que éste ha prolongado sus paredes rocosas, para que lo artificial se confunda con lo natural.

DÍAZ MACHUCA.- Porque el Puente será el Tajo y el Tajo será Puente.

ALDEHUELA.- Bien resumido. Eso es lo que quiero, que no haya interrupción entre el enclave y la estructura. Hay que integrar el Puente en el paisaje. El Puente debe fundirse en el Tajo, porque debe ser parte de él.

DÍAZ MACHUCA.- Es un reto extraordinario, que merecerá todo nuestro esfuerzo y dedicación; algo así como una obsesión.

ALDEHUELA.- La mayor obsesión de mi vida.

DÍAZ MACHUCA.- No cabe duda, maestro, de que estamos ante su gran obra, que le dará gloria y renombre por los siglos. (Se retiran de los planos y se sientan).

ALDEHUELA.- No hay que pensar nunca en la gloria, buen amigo; además, aún no hemos terminado nuestra tarea en esta ciudad. Antes de marcharnos hemos de mejorar las vidas de los rondeños proporcionándoles agua potable, que los libere de epidemias y haga sus vidas un poco más llevaderas.

DÍAZ MACHUCA.- El agua es de todos y a todos debe llegar y no está bien que algunos anden por ahí especulando con un bien básico.

ALDEHUELA.- Hay que volver a llenar de vida sus fuentes, para que no tengan que valerse de quienes sacan un lucro excesivo en estas cosas.

DÍAZ MACHUCA.- Y algo más nos queda, debemos restaurar esa Plaza de Toros, hundida en fatal accidente.

ALDEHUELA.- Es verdad, Antonio. Esos taurinos de la Real Maestranza lo merecen, porque este trabajo del Puente no hubiera sido posible sin su esfuerzo económico. Yo estaba allí; aquel día querían lucirse Pepe Hillo y Pedro Romero.

DÍAZ MACHUCA.- La plaza estaba sin terminar, pero se abrió para la ocasión porque había ansiedad por comprobar la rivalidad entre la escuela sevillana y la rondeña.

ALDEHUELA.- Y esa expectación y ese lleno hasta la bandera provocaron la tragedia. Un mozo que estaba entre los arcos sin terminar se echó sobre una columna y ahí se inició el derrumbe que, poco a poco se fu desplazando hacia otras zonas hasta acabar con la vida de 10 persona y varios mutilidaos y heridos.

DÍAZ MACHUCA.- Gran terror se vivió en aquella jornada y un año llevan los aficionados sin plaza.

ALDEHUELA.- Después de eso, habremos cumplido con esta preciosa ciudad, que tantas virtudes atesora y que tan mal paga. Pero nosotros le hemos regalado un Puente, que está a la altura de su belleza.

DÍAZ MACHUCA.- Uno de los grandes puentes de la historia.

(La escena empieza a oscurecerse para dejar paso a la voz del Narrador, mientras se adecua el mobiliario para la última escena).

NARRADORA.- Y así es como estos genios consiguieron que al embelesarnos ante su presencia percibamos un solo cuerpo, como si el mismo Puente fuera también obra de la Naturaleza.

La altura del Tajo de Ronda es la de un edificio de 30 plantas y los muros que sirven de arranque al arco central tienen las mismas dimensiones que la Giralda de Sevilla; tanto en planta como en alzado. Se trata, pues, de una obra que rivaliza en altura con la mayor parte de las catedrales de Europa.

El puente se abrió al paso franco, el 4 de noviembre de 1787. No estaba completo, se suplió el pretil con una baranda de madera decente y segura, aunque la terminación total fue más tardía, en 1793, después de integrar en él las obras del acueducto, que terminaría llenando de agua potable las fuentes de la ciudad.

(La escena se va oscureciendo, mientras se prepara la próxima y última escena. Poco a poco, reaparece la luz para iluminar al pianista y a la cantante que van a interpretar la canción “RONDA, SU TAJO Y SU PUENTE”).

1

Ronda, su Tajo y su Puente,

la misma verdad grandiosa,

pese a ser tan diferentes

son los tres la misma cosa.

El Tajo mismo es el Puente,

el Puente es la misma roca,

como la boca es los labios

y los labios son la boca.

ESTRIBILLO

Hermosa locura

de un sabio valiente,

que regaló a Ronda

su Plaza y su Puente.

2

Ronda se mira en su Tajo,

Ronda se extasia en su Puente,

con sus chumberas, sus grajos,

su Levante y su Poniente.

Soñador impenitente,

arquitecto sin escuela,

por los ojos de su Puente

sigue mirando Aldehuela.

ESTRIBILLO

Hermosa locura

de un sabio valiente,

que regaló a Ronda

su Plaza y su Puente

y el agua bendita,

que riega las casas

y llena de vida

el cuerpo y el alma.

¡Ay, amor!

Amor que tejió su nido

en los pretiles del Puente

y con la puesta de sol

se lo llevó la corriente.

‘Ay, amor!

ESCENA CUARTA

NARRADORA.- La vida de Aldehuela fue un cúmulo de casualidades y de tristezas. De tristezas por haber sobrevivido a la muerte de once hijos y sus dos esposas, por el abandono y egoísmo de su único hijo vivo, por su soledad y olvido en el final de sus días y por sus penurias económicas. (Se enciende la luz de la escena).

MARÍA.- Estará usted satisfecho, don José, de su obra en esa joya de la Serranía; mi familia procede de allí.

ALDEHUELA.- Sí, María, me siento orgulloso de lo que hemos hecho. Ronda no merecía un Puente tosco, burdo y feo. Esa ciudad tan bonita, que me recuerda tanto a mi amada Cuenca, merecía algo diferente, especial, único.

MARÍA.- Pero mal le han pagado; ni siquiera saben si usted aún existe. ¡Madre de Dios, qué osadía!

ALDEHUELA.- Fíjate, María, solo y olvidado, estoy recorriendo la última etapa del camino de mi vida y ya la gente, esa misma gente que no sabe que existo, ha inventado alrededor de mí leyendas increíbles, que está dispuesta a creer, porque siempre se está más dispuesto a aceptar lo poéticamente inverosímil que la prosaica realidad.

MARÍA.- Algo he oído por ahí, que mi ignorancia, ¡válgame Dios! no alcanza a comprender.

ALDEHUELA.- Hay quien ha inventado que andando yo revisando las obras del Puente Nuevo, un golpe de viento arrancó la chistera de mi cabeza y que, en el intento de recogerla, caí al vacío muriendo instantaneamente al chocar contra las rocas del fondo.

MARÍA.- ¡Jesús, María y José! No lo veo yo a usted tan ingenuo.

ALDEHUELA.- Otros ha inventado que caí sobre las mismas rocas, pero esta vez al derrumbarse el artilugio o cesta que había construido mi querido amigo Antonio, para supervisar las obras desde cerca.

MARÍA.- ¡Madre bendita! ¡Cuánta fantasía cabe en las cabezas!

ALDEHUELA.- Espera, María, aún hay más. Otros inventaron que el maestro Aldehuela, no pudiendo soportar la idea de hacer nada mas bello que el Puente que acababa de inaugurar y acomplejado por su grandiosidad y belleza, entró en una melancolía que le llevó a suicidarse arrojándose precisamente al vacío desde ese mismo puente que él había creado. Como ves, la imaginación del pueblo no tiene límites.

MARÍA.- Con lo fácil que es preguntar en los archivos y enterarse de la verdad. ¡Jesús, Jesús, cómo nos gusta liar la bola y montar bulos!

ALDEHUELA.- Pero, a mi muerte, que ojalá tarde, tengo pedido que me entierren junto a mi mujer y mis hijos en la Iglesia de San Pedro de Alcántara de Málaga.

MARÍA.- No es mal sitio ese. Otra leyenda anda por ahí revoloteando y dice que usted decidió residir en Málaga para así poder contemplar, durante el resto de su vida, las cajas del órgano de la Catedral, que con tanto acierto y cariño había realizado.

ALDEHUELA.- Sin duda, otra invención romántica más, de las muchas que han rodeado mi vida. Si lo sabré yo, que, a veces, no sé ni quién soy, ni dónde me encuentro.

MARÍA.- Pero nada de eso responde a la realidad, ¿verdad maestro?

ALDEHUELA.- Nada, mujer. Aquí estoy (con humor) a pesar de los que me han matado tantas veces. Quien sí se nos cayó al barranco (remmemorando con mucha tristeza) fue mi amigo Antonio; sí, mi mano derecha, Díaz Machuca. Sin su ayuda, sin sus ingenios, jamás habría sido posible que esta obra llegara a buen puerto. Era alegre, despierto, cantaba como los ángeles; inventó máquinas imposibles para subir las piedras desde el fondo del Tajo y muchas más que facilitaban mucho el trabajo de canteros, albañiles y peones. ¡Cuánto lo echo de menos!

MARÍA.- Pero ahí queda su obra, maestro, desafiando a las reglas y a los tiempos.

ALDEHUELA.- Sí, hija, sí, como yo, desafiando todos los contratiempos.

JUGLAR 2.- El aire romántico, que nos invadió en la segunda mitad del siglo XIX hizo que estuviera de moda inventar estas historias, que contribuían a mitificar hechos y a crear personajes legendarios. La vida es bastante vulgar y hay que embellecerla a base de crear estos relatos poéticos y románticos. En este caso lo hizo aprovechando la enorme personalidad de uno de los grandes genios de la arquitectura y la ingeniería de la historia, al que Ronda nunca le estará agradecida como su ilustre figura merece; de momento, ni una plaza ni un busto honran su memoria.

Pero… (José Mª recita el siguiente poema).

Como dos eternidades,

ahí siguen Ronda y su Tajo,

condenados a entenderse

como dos enamorados.

Su Tajo parte su alma,

su alma vive en su Tajo,

entregados a su suerte,

al abismo encadenados.

Ronda y su Puente embebidos,

un mismo sino en sus manos;

condenados a entenderse

como dos enamorados.

CUADRO X: FINAL

(Antes de que los juglares empiecen a hablar se insinúa la melodía de la canción).

VICTORIA.- ¡Madre mía! ¡cuánta emoción en tan poco tiempo! Bueno será descansar el cuerpo y el corazón de tanto ajetreo.

JUAN FCO.- Y es que en Ronda todo es posible; recorrer sus calles es navegar por su historia, llenarte de sus leyendas, disfrutar con sus personajes, alcanzar el éxtasis con sus paisajes y su recóndito pasado.

VICTORIA.- De ahí venimos todos. Esa luz pretérita nos sigue alumbrando para que sintamos siempre el orgullo y la energía de ser rondeños.

JUAN FCO.- Pero, si cansado es tanto posa por estos rincones maravillosos, aunque aligerados los pies por tanto esplendor, aún lo es más navegar por el tiempo.

VICTORIA.- Así es, Al cansancio de los pies se une la enorme agitación de vivir esos tiempos míticos, pretéritos, visitando a personajes tan gloriosos de nuestra tierra.

(La banda inicia la canción RONDA y, poco a poco, los personajes se van incorporando a la escena para componer el cuadro final, a medida que son citados en las diferentes estrofas.

1

JUGLARES
(Ana Belén)

Ronda sabe a cal,

a miel y a aceituna,

a Sol y azahar,

a luz de la luna,

Ronda es emoción

intensa y profunda.

2

ESPINEL Y CERVANTES

(Ana Cristina)

Ronda es una tarde

y un amanecer,

Ronda es una estrofa,

Ronda es Espinel.

Ronda es ese beso,

que endulza la piel

ESTRIBILLO

Ronda es esa amante,

que endulza de amores

a los paseantes

y a los ruiseñores.

Ronda es la esperanza,

Ronda es el destino

de los caminantes

y los peregrinos.

3

TRAGABUCHES

(Clara)

Ronda es la montaña,

es un bandolero,

Ronda es un caballo

y es un caballero,

Ronda es una dama

y es un viajero.

4

ORDÓÑEZ Y HEMINGWAY

(Adriana)

Ronda es una plaza,

es Pedro Romero,

es Antonio Ordóñez,

es un extranjero

prendado de Ronda

y de su torero.

ESTRIBILLO

Ronda es esa amante,

que endulza de amores

a los paseantes

y a los ruiseñores.

Ronda es la esperanza,

Ronda es el destino

de los caminantes

y los peregrinos.

5

DUQUESA Y ENFERMERO

(Ana Belén)

Ronda es una dama

y es un enfermero,

Ronda es una estrella

brillando en el cielo;

es una campana,

que suena a lo lejos.

6

NOCHE DE LUNA LLENA

(Ana Cristina)

Ronda es ese cielo

limpio y caprichoso,

es esa princesa

y es ese rey moro,

Ronda es esa luna

celestial de otoño.

ESTRIBILLO

Ronda es esa amante,

que endulza de amores

a los paseantes

y a los ruiseñores.

Ronda es la esperanza,

Ronda es el destino

de los caminantes

y los peregrinos.

7

BLAS INFANTE

(Leticia)

Ronda es la grandeza,

Ronda es la alegría,

Ronda es Blas Infante

y la Serranía;

Ronda es una musa

y es Andalucía.

8

ALDEHUELA

(Carmen)

Ronda es ese Puente,

es aquel rincón,

Ronda es ese Tajo,

que la parte en dos,

Ronda es un arpegio

en el corazón.

ESTRIBILLO

Ronda es esa amante,

que endulza de amores

a los paseantes

y a los ruiseñores.

Ronda es la esperanza,

Ronda es el destino

de los caminantes

y los peregrinos.

BULERÍA

(Ainhoa)

Ronda es el grajo que vuela,

es el furioso levante,

es su guitarra y su cante,

y el puchero de la abuela.

Ronda es la luz que te inunda,

Ronda es la Iglesia Mayor

y Ronda es la primavera

que brota en cada balcón.

ESTRIBILLO

Ronda es esa amante,

que endulza de amores

a los paseantes

y a los ruiseñores.

Ronda es la esperanza,

Ronda es el destino

de los caminantes

y los peregrinos.

(Terminada la canción, por orden de aparición van adelantándose para saludar los componentes de los distintos cuadros, empezando por lo juglares y terminando por los músicos, el autor y el director, que invitarán al equipo técnico a sumarse).